El 8 de abril de 2016 se publicó uno de los documentos papales más esperados de los últimos años, la exhortación apostólica Amoris laetitia, que el Papa escribió recogiendo las conclusiones que surgieron de dos sínodos, un extraordinario y otro ordinario, dedicados a la familia. Un documento que todavía hoy sigue generando debate en algunos sectores de la Iglesia, y que ahora debe pasar a la fase de ejecución.
Continuidad con el magisterio
El magisterio papal introducido por la Amoris laetitia no se puede entender sin la aportación de sus predecesores a la cuestión de la familia. Francisco cita especialmente la exhortación Familiaris consortio de Juan Pablo II o la Humanae vitae de Pablo VI. En este sentido, no hay ruptura, sino continuidad en la propuesta que la Iglesia hace sobre la familia para el mundo de hoy. Una continuidad que, además, quedó ratificada en los sínodos por una amplia mayoría de los padres sinodales, lo que ofrece un amplio respaldo al Papa frente a los que interpretan el documento papal en clave dialéctica de ruptura.
Las resistencias
Pero resistencias hay y a todos los niveles. Las más significativas son las que han mostrado un grupo de cardenales, que han planteado una serie de dudas al Papa Francisco para que clarifique lo que quiere decir en algunos puntos de la Amoris laetitia, sobre todo los que tienen que ver con el discernimiento de las situaciones irregulares, en el capítulo octavo. Entre esos purpurados se encuentra el cardenal Raymond Burke, que ha llegado a plantear la posibilidad de una corrección formal al Papa por error grave.
El Pontífice plantea en ese capítulo la necesidad de un discernimiento en cada situación y, por tanto, afirma que no se puede decir que todas aquellas personas que viven en situación objetiva de pecado mortal están privados de la gracia. Por tanto, insiste en la necesidad de afrontar los casos particulares sin desatender ni descuidar las normas, que no abarcan todas las situaciones. «Un pastor no puede sentirse satisfecho solo aplicando leyes morales a quienes viven situaciones irregulares, como si fueran rocas que se lanzan sobre la vida de las personas», dice. En este sentido, con el acompañamiento y discernimiento de los casos concretos, es más fácil incorporar de mejor manera la conciencia de las personas a la praxis de la Iglesia en algunas situaciones que no realizan objetivamente la concepción cristiana del matrimonio.
Cambios necesarios
El cambio que propone la Amoris laetitia no es tanto de doctrina como pastoral. El Papa pone encima de la mesa varios aspectos que la Iglesia tiene que mejorar, no solo en el ámbito de las situaciones irregulares –tema que acapara los debates–, sino también en la preparación de los jóvenes al matrimonio, en el acompañamiento su vida de fe o en la educación de los hijos.