La renovación de la vida - Alfa y Omega

La sexualidad es un espacio de encuentro entre dos personas que se aman. En esa intimidad compartida, el afecto se abre a la vida. No hay que menospreciar la complicidad, el cariño, el abandono de todo artificio, el bienestar emocional. Sin embargo, el rasgo más extraordinario de la sexualidad es su capacidad de renovar la vida, originando nuevas historias, nuevos seres que aportarán algo irrepetible, pues cada individuo es único y excepcional. De ahí su inequívoca dignidad y su derecho a ser respetado en todas las etapas de su existir.

La sexualidad pierde su poder benefactor al desligarse del amor y el compromiso. Cuando se busca al otro solo para experimentar goce, se le cosifica, despojándole de su humanidad. Es lo que sucede en la pornografía y la prostitución, dos fenómenos íntimamente conectados que a menudo desembocan en la violencia. Frente a esa perversión, una sexualidad al servicio del amor se perfila como una fuente de creatividad e innovación. El deseo, sin afecto, no alumbra nada. Al despersonalizar al otro, nos despersonalizamos a nosotros mismos.

Hannah Arendt, agnóstica pero muy respetuosa con la experiencia religiosa y la tradición cristiana, exaltaba la natalidad como el rasgo inequívoco de la dignidad humana y la expresión más acabada de la libertad. El totalitarismo utiliza la violencia para imponer la uniformidad. Sueña con un mundo homogéneo, sin diferencias ni particularidades. La natalidad frustra este sueño, pues cada niño que nace introduce algo distinto en la realidad. Frustrar un nacimiento significa privar al mundo de una singularidad irreductible. La natalidad es un grito de libertad y una promesa de renovación. Todas las vidas son valiosas. El genio de Kafka no es menos importante que la decencia de un ciudadano anónimo. En la dignidad de la vida no caben asimetrías. En nuestros días, la sexualidad se ha degradado a mero entretenimiento. Las familias se rompen, la pornografía invade todos los espacios y los burdeles no dejan de explotar a mujeres, sometiéndolas a una inicua servidumbre. Solo el amor puede revertir esta espiral. Una sociedad fracasa cuando la perspectiva de un nuevo nacimiento se interpreta como una desgracia.