La religiosa brasileña que participó en la última reunión del C9 asegura que la Iglesia no es inmune al racismo
«Las mujeres somos mayoría, pero ¿cómo nos hemos vuelto invisibles?», se preguntó ante el Papa y sus cardenales colaboradores Regina da Costa Pedro
Por tercera vez consecutiva, el Papa abordó el pasado 15 de abril, junto al estrecho círculo de cardenales que le ayudan con el gobierno de la Iglesia universal, el papel de la mujer en la Iglesia. Como hizo en las sesiones de febrero y de diciembre les dio voz a ellas. En la última reunión participó la religiosa brasileña de las Hermanas de la Inmaculada, del Pontificio Instituto para las Misiones Extranjeras (PIME), Regina da Costa Pedro. Presentó al Papa una panorámica de la situación real de las mujeres en la Iglesia en varias zonas geográficas del mundo.
Por ejemplo, en Brasil hasta 1669 las mujeres negras no pudieron entrar en el convento. «Las mujeres blancas tenían que casarse para asegurar el asentamiento de la colonia y las negras e indígenas no contaban nada. El acceso a la vida religiosa, cuando se permitió, fue solo para las mujeres blancas pertenecientes a familias adineradas», explica.
Una fotografía histórica que —según la religiosa brasileña— si bien ha cambiado, no dista demasiado de la sociedad actual donde «las mujeres negras ocupan un lugar más bajo en la pirámide social que las mujeres blancas en casi todos los aspectos». «En la iglesia, la realidad no es muy diferente. Vivimos en una sociedad en la que el racismo forma parte de su propia estructura, por lo que la Iglesia no es inmune a esta mentalidad y a este problema», manifiesta.
Da Costa Pedro revela, por ejemplo, que cuando decidió ser monja en 1979 y eligió su congregación, el párroco le preguntó si ya había preguntado si aceptaban a jóvenes negras. «Me quedé atónita, porque no sabía que esto pudiera existir. De hecho, fui la primera mujer negra que entró en la congregación, que estaba en Brasil desde 1954. Después de mí, entraron otras, pero varias no consiguieron quedarse», incide tras poner en valor que si bien ella es la primera mujer negra que asume la dirección de las Obras Misionales Pontificias en un país continental como Brasil no significa que el racismo haya sido erradicado de la Iglesia brasileña.
«Hay un dicho entre nosotros: la excepción confirma la regla», detalla. En cualquier caso, reconoce que su posición indica un cierto avance. «Hace años, esto habría sido impensable. El gran deseo es que cada vez más nuestra participación como mujeres, especialmente negras e indígenas, en todas las instancias de la Iglesia, sea acogida como algo enriquecedor, que permita a la Iglesia parecerse cada vez más a lo que Dios mismo soñó cuando nos creó diferentes», agrega.
En la cita con el Pontífice, en la que además de los nueve purpurados del C9 y el secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, también participaron la profesora de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Gregoriana, Stella Morra y sor Linda Pocher, hija de María Auxiliadora y profesora de Cristología y Mariología en la Pontificia Facultad de Ciencias de la Educación Auxilium de Roma, ellas reflexionaron sobre sus vidas como mujeres en la Iglesia a la luz del proceso sinodal en el que hay una gran apertura a la escucha. «Las preguntas que guiaron nuestra reflexión fueron muy sencillas y concretas: ¿Sería la Iglesia lo que es sin la presencia de las mujeres? Siempre hemos estado presentes, pero ¿cómo se ha producido el proceso de anulación de nuestra presencia y contribución? Las mujeres somos mayoría, pero ¿cómo nos hemos vuelto invisibles?», revela Da Costa Pedro.
Ante el Papa y sus principales ayudantes pusieron en evidencia que existe «una clara tensión entre la presencia y la participación efectiva de las mujeres y la falta de reconocimiento de este hecho». En la primera parte de la reunión destacaron a aquellas mujeres que, en nombre de muchas otras, lograron romper las barreras de la invisibilidad y se hicieron con un hueco en la historia de la Iglesia. «Algunas de estas mujeres también aparecieron en los Evangelios», destaca la religiosa.
Después reflexionaron sobre la actitud que tuvo Jesús hacia las mujeres y concluyeron que a la Iglesia aún le queda mucho por hacer para lograr «una verdadera conversión eclesial en la que las mujeres ya no sean vistas como un “problema”, sino que sean acogidas como seguidoras de Jesús, junto a los hombres, dentro de una Iglesia sinodal en misión». Da Costa Pedro asegura que para ella fue «una oportunidad para conocer a otras mujeres y comprender mejor las riquezas que podemos ofrecer, pero también las barreras a las que tenemos que enfrentarnos».
En la anterior reunión del consejo de cardenales que se celebró en febrero, el Papa invitó a sor Linda Pocher, hija de María Auxiliadora y profesora de Cristología y Mariología en la Pontificia Facultad de Ciencias de la Educación Auxilium de Roma; Giuliva Di Bernardino, consagrada del Ordo Virginum de la diócesis de Verona, profesora y responsable de cursos de espiritualidad y ejercicios espirituales y a la Obispo de la Iglesia de Inglaterra y Vicesecretaria General de la Comunión Anglicana, Jo Bailey Wells.