La relación con Jesús
Jueves de la 6ª semana del tiempo ordinario / Marcos 8, 27-33
Evangelio: Marcos 8, 27-33
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Filipo; por el camino, preguntó a sus discípulos:
«¿Quién dice la gente que soy yo?». Ellos le contestaron:
«Unos, Juan el Bautista; otros, Ellas; y otros, uno de los profetas». Él les preguntó:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy?». Tomando la palabra Pedro le dijo:
«Tú eres el Mesías».
Y les conminó a que no hablaran a nadie acerca de esto. Y empezó a instruirlos:
«El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días». Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Pero él se volvió y, mirando a los discípulos, increpó a Pedro:
«¡Ponte detrás de mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!».
Comentario
«Y vosotros, ¿quién decís que soy?». Dentro de la comunidad, entre los discípulos, Pedro levanta la voz de forma acertada y reconoce la identidad de Jesús. «Tú eres el Mesías», le dice. La verdad es expresada de forma personal por Pedro, pero es la misma verdad que viven todos los discípulos porque es la verdad que Jesús es. Cada uno de ellos tienen su historia personal, su inteligencia personal y sus afectos personales. Y es cierto que Jesús no trata de la misma forma a todos; pero es Él mismo con todos. Todos se relacionan con el mismo Jesús, que es el Mesías.
Además, la relación que Jesús tiene con cada uno de ellos no es cerrada: cada uno recibe de la relación que Jesús tiene con los otros, de los diálogos que tiene con cualquiera de los demás; la riqueza de las relaciones de Jesús abunda en beneficio de todos. Así, la verdad que expresa Pedro es eclesial. No es democrática, porque no es la verdad que «dice la gente» sobre Jesús. Es la verdad de la Iglesia en comunión, que se vive y expresa de manera personal e íntima.
Por eso, cuando Pedro separa a Jesús del resto se equivoca. Cuando lo hace suyo de manera exclusiva, yerra por completo. De hecho lo hace tan suyo que se apropia de Él, manejándole según sus categorías, increpándole y poniéndose por delante de Él. Por eso Jesús «se volvió y, mirando a los discípulos, increpó a Pedro». Jesús, al increpar a Pedro mirando a todos sus discípulos reordena la intimidad de Pedro a la comunidad: «¡Ponte detrás de mí, satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!». Al decirlo mirando a todos corrige el intimismo hacia intimidad al devolverlo al cauce de la Iglesia. De ese modo, también aquella corrección beneficia a toda la Iglesia, y es evangelio para toda la Iglesia.