La receta para una Navidad sostenible
Cada año, los españoles tiramos a la basura 1.400 millones de kilos de comida. Añádale tres ceros a ese número y tendrá la cantidad que se desperdicia a nivel global, un tercio de la producción mundial según la FAO. Este despilfarro genera un 10 % de las emisiones de efecto invernadero y en Navidad, una época caracterizada por las comidas copiosas, golpea más fuerte que nunca. Empresas, organizaciones sociales y movimientos ciudadanos comparten sus estrategias para combatir este fenómeno
Son las nueve de la noche de un martes cualquiera, ya es hora de cenar. Saco el móvil y abro Too Good To Go, una aplicación que ayuda a dar salida a los excedentes de 2.2000 establecimientos y que, a lo largo del último año, ha salvado en España medio millón de paquetes de comida. Doy con una panadería que, durante el día, no ha conseguido vender lo que esperaba y ofrece esta noche un paquete sorpresa por cuatro euros. Pago a través del móvil y me acerco a recogerlo. Es un roscón. Está en perfecto estado y cumple con las normas de seguridad alimentaria. Simplemente, debido a la legislación vigente, mañana no se podría vender.
Mientras ceno mi recién adquirido pack me pregunto: ¿Habría comprado este roscón en circunstancias normales? ¿Quedando aún tres semanas para el día de Reyes? Rotundamente no. Según datos de la FAO, un tercio de la producción mundial de alimentos se desperdicia cada año y yo tengo clara mi estrategia para parar esta rueda: comprar menos. Entonces, ¿qué hago con este roscón? ¿Acaso se están aprovechando las empresas de la conciencia verde para aumentar sus ventas? A la mañana siguiente, una portavoz de Too Good To Go me saca de dudas.
«Las panaderías o restaurantes no producen bajo demanda sino algo más de lo que esperan vender, así dan respuesta a lo que pueda pasar a lo largo del día», me aclara Helena Calvo. Por lo visto, es una práctica tan común que el 10 % de las emisiones de efecto invernadero proceden del desperdicio alimentario y, si este fuera un país, sería el tercero más contaminante del mundo. «Queremos darle una última oportunidad a esos productos pero que nadie haga negocio con ellos. No queremos ser una plataforma de descuentos», añade la responsable de Too Good To Go. Así, los establecimientos que ofrecen sus sobras por esta aplicación deben hacerlo a un tercio de su precio original. «Trabajamos con esos márgenes para que proporcione un beneficio mayor que tirarlo directamente a la basura, pero menor que venderlo en tu horario habitual», matiza la portavoz.
¿Y no sería más ecológico, simplemente, animar a estos locales a producir menos? Según Helena Calvo, ese es otro de los frentes que aborda Too Good To Go: «Cada vez que un establecimiento anuncia un lote, lo cuantificamos y vemos cuánta gente viene a recogerlos. Ver los datos les permite hacer una corrección y nosotros se los proporcionamos en tiempo real».
Pero no solo los propietarios reciben consejos. También los usuarios que, por ejemplo, adquieran un lote de plátanos maduros de una frutería, recibirán a través de la aplicación recetas de repostería para darles salida antes de que se echen a perder. «Creemos que es un ejemplo más del cambio de hábitos que necesitamos. Tenemos unos impulsados por la compra compulsiva y nos olvidamos de la economía circular que ahora se presenta como alternativa», concluye Helena Calvo.
En el mercado
Unos días después, estoy en el mercado con mi madre. Ella se encarga todos los años de la cena de Nochebuena y, como estoy algo avergonzado de criticar siempre sus compras desde la comodidad del que no pisa la calle, he decidido acompañarla arrastrando el carrito. Siguiendo los consejos que me dan diferentes organizaciones, pienso ayudarle a hacer un menú diferente.
«Lo primero es planificar bien los platos que vamos a hacer y comprar de acuerdo a las personas que vienen», me ha dicho antes Luís Ferreirim. Según el responsable de Agricultura de Greenpeace, «es una cuestión cultural pensar que tener una mesa muy llena es una forma de satisfacer a las personas que invitamos», pero las fiestas que están por venir realmente «son para disfrutar de las personas queridas y no darse atracones». Sabiendo que cada año tenemos polvorones hasta febrero, este año compramos la mitad. Aun así sobrarán.
Otra de las instrucciones de Ferreirim es «que los productos de origen animal no sean los protagonistas de estas comidas». Un tema delicado que no convencerá a mi abuelo, devoto del jamón serrano, pero en el que coincide Silvia Moriano, miembro de Unión Vegetariana Española. «La ganadería intensiva es responsable del 14,5 % de las emisiones globales de efecto invernadero, por encima de la contaminación que producen aviones o coches en todo el mundo», explica. Además, según Moriano, también debemos evitar los mariscos, pues «están sufriendo un acoso y derribo continuo». Incluso «hay especies animales al borde la extinción por la persecución que han sufrido durante años para acabar en nuestras mesas», me asegura.
En consecuencia, aunque en mi casa habrá langostinos y embutido hasta el hartazgo, tras duras negociaciones mi madre y yo conseguimos sustituir el reglamentario churrasco de ternera por una ensalada de granada y escarola. Son dos productos locales, verdes y de temporada que, según Ferreirim, suelen estar de oferta y generan «un comercio sostenible que permite un mundo rural vivo». Además, el abanico disponible cubre todos los gustos y las familias interesadas pueden introducir en sus mesas coles de Bruselas, acelgas, apio, aguacate del sur peninsular y todo tipo de cítricos.
Pero el plato estrella de nuestra Nochebuena será el cocido, una auténtica tradición familiar. «Muchas veces creemos que tiene que ser un chuletón de pavo con cerezas importadas de otros países, pero tenemos comidas de Navidad muy sostenibles que se pueden hacer con sobras de los días anteriores», advierte Ferreirim. El responsable de Greenpeace anima a «recuperar las tradiciones y pedir recetar a las personas mayores». «Tenemos que provocar un cambio de mentalidad, lo importante son las personas y las charlas que se pueden tener, no llenar la barriga», sentencia.
Según la Confederación Empresarial de Hostelería de España, durante Navidad la facturación en restaurantes puede aumentar en un 10 % y, para aquellos que disponen de salones, hasta un 50 %. «Son fechas que gustan especialmente y tenemos clientes que repiten todos los años», explica Sonia Sánchez, directora de Comunicación, Marca y Sostenibilidad de Paradores. Buena parte de sus establecimientos ya han colgado el cartel de completo y, conscientes del despilfarro que se puede generar en estas comidas, han tomado la iniciativa. Antes de que se lo pidan los clientes, los camareros les ofrecerán llevarse las sobras a casa en envases biodegradables y compostables.
«Esta sencilla idea es una acción básica de economía circular que evita que la comida acabe en la basura», señala Sánchez. Tradicionalmente asociados al lujo, en Paradores no temen que esta oferta les haga perder parte de su caché. «En otros países llevarse la comida que no se ha terminado de consumir es muy normal. Aquí comienza a serlo, por lo que también empieza a dar menos corte sumarse a la tendencia». Como consecuencia, «cada vez hay más clientes que se apuntan a marcharse con alimentos que pueden aprovechar después en casa y estamos convencidos de que todos valoran muy positivamente la idea», asegura la responsable. De hecho, según el último informe de Brand Finance, Paradores es la marca con mejor reputación en España. «Estamos convencido de que la apuesta por la sostenibilidad influye positivamente en esa percepción», concluye Sonia Sánchez.