La procesión mariana de las antorchas, también en el Vaticano
La plaza de San Pedro acoge cada sábado un rosario dirigido por el cardenal Angelo Comastri. «Es una necesidad del corazón», afirma
Cada sábado del mes de mayo, entre las 21:00 y las 22:00 horas, la plaza de San Pedro en Roma se llena de velas para rezar la oración del Rosario. Así, tanto romanos como turistas y peregrinos se unen en una procesión internacional que sigue por toda la plaza a una reproducción de la imagen de la Mater Ecclesiae, el icono bendecido por Juan Pablo II en 1981, pocos meses después de sobrevivir al atentado que casi le cuesta la vida.
La iniciativa surgió del cardenal Angelo Comastri, arcipreste emérito de la basílica de San Pedro, que al comienzo de la pandemia planteó al Papa la posibilidad retransmitir el Rosario en directo desde la basílica vaticana. El resultado de aquello fue un millón largo de personas de todo el mundo unidas en oración junto a María en la sede de la cristiandad.
Entonces «me sentí abrumado por los acontecimientos», explicaba el cardenal Comastri recordando la repercusión internacional de aquella iniciativa. Una vez mitigada la emergencia sanitaria se mostraba «dispuesto a continuar mientras viva». Y así ha sido, dirigiendo cada sábado del mes de mayo la oración mariana apoyada con el testimonio visual de cientos de velas iluminando la plaza.
En enero, el purpurado también comenzó a presidir el Rosario de manera mensual en la iglesia de Santa Anna, en el Vaticano, frente al icono de la Virgen en la advocación de Desatanudos, tan querida por el Papa Francisco. «Cuando tenemos una preocupación –observaba Comastri– solemos confiarla a nuestra madre. Y todos tenemos a nuestra Madre en el cielo, que es María».
Para el cardenal italiano, el Rosario es una oración tradicional, «lo que no quiere decir vieja. Solo quiere decir que tiene muchos años y por lo tanto tiene mucho sentido. El hecho de que se repita el avemaría es lo más humano que hay, porque cuando se ama uno no se cansa nunca de decir “Te amo”. Es una necesidad del corazón».