La primera casa para jóvenes con conducta suicida: «Soñé un hogar así» - Alfa y Omega

La primera casa para jóvenes con conducta suicida: «Soñé un hogar así»

«Hasta ahora el abordaje» de la ideación suicida «ha sido principalmente sanitario», dice la directora de Casa Maná, un hogar que pretende ayudar a los jóvenes a recuperar «el sentido de la vida»

José Calderero de Aldecoa
José Javier, Jenifer y Marta (de rojo) en el jardín de Casa Maná.
José Javier, Jenifer y Marta (de rojo) en el jardín de Casa Maná. Foto: José Calderero de Aldecoa.

A medida que uno se acerca a Casa Maná, el ruido de los coches va desapareciendo para dejar paso al piar de los pájaros. La primera casa de España que acoge a jóvenes que han atravesado una crisis suicida o se encuentran en algún riesgo, puesta en marcha por la Fundación Acrescere —en cuyo patronato figuran varios jesuitas—, se encuentra en mitad del campo, en algún punto entre Aranjuez y Colmenar de Oreja, rodeada de terrenos de labranza. Las plantaciones que se atisban a uno y otro lado del camino parecen intrascendentes, pero le están sugiriendo a todo el que llega una de las claves sobre las que se asienta el proyecto. «Lo que buscamos es que los chicos y chicas recuperen el sentido de la vida» y para ello «ayuda mucho el tema de la creación, el ver el fruto de tus acciones. La huerta, por ejemplo, hace crecer la autoestima», asegura Blanca Arregui, psicóloga y directora de Casa Maná, en conversación con Alfa Omega

El planteamiento es rompedor en España. «Hasta ahora el abordaje de este problema ha sido principalmente sanitario», pero en Casa Maná —que se inaugura este jueves— se ofrece un acompañamiento integral. «Lo habitual es que a quien intenta quitarse la vida le internan en un hospital hasta su estabilización y luego lo mandan a casa». Ocurre igual con el tema de la ideación, pero como no se ha materializado, el paciente ni siquiera ingresa. «Tan solo le dan una pastilla para calmarle y listo». El problema, según Jenifer Humanes, presidenta de la Alianza para la Prevención del Suicidio y miembro del equipo de Fundación Acrescere, es que los tres a seis primeros meses tras un intento de suicidio son cruciales. «La probabilidad de un segundo intento es muy alta», apunta. 

Ayuda

Línea 024 de atención a la conducta suicida.

Teléfono de la Esperanza: 717003717

Web de Casa Maná: casaretirosmana.org

Para cubrir ese hueco nació Casa Maná, un lugar donde se respira paz y priman la acogida, el cuidado, la escucha, la empatía. Y nadie mejor para entender la situación por la que están pasando los usuarios que quien ha vivido el trance en primera persona. El proyecto cuenta con la figura del experto por experiencia. Es el caso de Marta Nieto, periodista, superviviente, miembro de La Niña Amarilla —asociación para la prevención del suicidio desde la comunicación— y autora del libro Habla, una novela que se centra en la prevención del suicidio juvenil y que está ambientada en una residencia similar a la que ahora se ha hecho realidad. «Soñé un hogar en el que sentirse comprendido y ahora lo acabamos de inaugurar», explica Nieto, que es la prueba palpable de que hay luz al final del túnel. «Me pasa que en muchas charlas que doy en colegios los chicos se me acercan al final y me dicen que ahora me ven tan bien que les inyecto esperanza». Marta, sin embargo, no tuvo ese referente. «Si alguien se hubiera sentado conmigo y me hubiera dicho que también pasó por lo mismo y que se puede salir, quizá no lo habría intentado», reconoce con valentía.

José Javier Martínez también sobrevivió a un doble intento de suicidio. Su bastón da fe de ello. Habitualmente vive en Málaga, pero cuando le llamaron para participar en el proyecto «no dudé ni un instante en dejarlo todo y venirme a Casa Maná para ayudar a los chicos», manifiesta. «Con que uno de ellos encuentre aquí lo que necesita para tirar para adelante ya habrá merecido la pena», añade emocionado.

El equipo de atención está formado por 16 profesionales, incluidos dos supervivientes.
El equipo de atención está formado por 16 profesionales, incluidos dos supervivientes. Foto: José Calderero de Aldecoa.

Los tres itinerarios

Además del acompañamiento de los expertos por experiencia, los residentes —hay 30 plazas— contarán con tres líneas de intervención. La primera es la terapéutica, que llevan las psicólogas Verónica Fernández —que también es coordinadora de Casa Maná— y Elena Rodríguez. «Hay cuatro fases, que van desde la recuperación del sentido de seguridad hasta la reconexión con la vida educativa, laboral o familiar», explica Fernández, a vuela pluma, cuando Alfa y Omega accede por sorpresa a su despacho. Es la primera puerta de la casa a la derecha. Allí se hace la entrevista inicial antes de ingresar al centro, al cual se accede de forma voluntaria.

La segunda línea es la ocupacional. «Contempla una parte de actividad personal de estudio o trabajo», dependiendo de la situación laboral de cada usuario, «y luego se ofertan los talleres». La idea de los responsables es que los jóvenes se puedan desempeñar en tareas como la agricultura a pequeña escala, la pintura, la música o la escritura creativa, taller este último que será impartido por la propia Marta Nieto.

Las psicólogas Elena Rodríguez y Verónica Fernández.
Las psicólogas Elena Rodríguez y Verónica Fernández. Foto: José Calderero de Aldecoa.

La última intervención es la espiritual. «Para los no creyentes, el itinerario se basa en la logoterapia, que es la psicoterapia desarrollada por Viktor Frankl», explica Blanca Arregui. «Se trata de una psicoterapia que se centra en la búsqueda del sentido de la vida». Para los creyentes, «la idea es acompañarlos desde su religión». Por estadísticas, en Casa Maná esperan a más católicos que cualquier otra religión. Para ellos estará disponible la amplia capilla con la que cuenta la residencia. Se encuentra justo al lado del bonito comedor, cuyas vigas vistas de madera dan a la estancia un toque acogedor. Mesa y Misa. En una estancia, uno alimenta su cuerpo y en la sala contigua el usuario puede alimentar el espíritu.

Los servicios los completan las habitaciones, «individuales o dobles, todas ellas con baño», asegura Jenifer Humanes. Y una sala multiusos en la que Alfa y Omega se encuentra con Paola Macías y Laura Daniela Mayorga, ambas colombianas y voluntarias, que serán las encargadas de cubrir el turno de noche. «Ahora mismo nos pillas trabajando en el horario», concluye Macías, que antes de girar la mirada de nuevo al ordenador revela su orgullo «por formar parte de algo tan bueno y que va a ayudar tanto como Casa Maná».