La potencia espiritual de la Materia, 100 años después
Una de las intuiciones más originales y polémicas de Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955) es esta: la materia física incluye en su interior una capacidad potencial para expandirse, evolucionar y ascender hacia el espíritu. No hay escisión ontológica entre materia y espíritu, sino que ambas son etapas de un mismo proceso de complejificación y ascensión de la Materia hacia el Espíritu. Esta intuición está ya presente en los primeros escritos de Teilhard de 1916 redactados en el frente de batalla. Esta intuición irá madurando durante su bautismo de realidad en las trincheras de la I Guerra Mundial y se sintetiza en este ensayo de 1919
Fechado el 8 de agosto de 1919 en la isla británica de Jersey, donde los jesuitas expulsados de Francia tenían la casa de formación, La potencia espiritual de la Materia es el último de los ensayos escritos por Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955) incluidos en La gran Mónada. Escritos del tiempo de la guerra (1916-1919) (Editorial Trotta, Madrid, 2018).
Terminada la I Guerra Mundial, Teilhard es desmovilizado el 10 de marzo de 1919. Pasó unos días de descanso en la casa de los jesuitas de Clermont, y luego marchó a la ciudad de Lyon para hacer un retiro espiritual. En la primera mitad del mes de abril estuvo en París, donde acudió a clases y reanudó su contacto con el Museum (ahora Museo Nacional de Historia Natural de Francia), donde había estado formándose y trabajando desde 1912, antes de ser movilizado en 1915. En París, en una de las casas de la Compañía de Jesús, Pierre redacta en la Pascua de 1919 su ensayo Los nombres de la Materia, que él mismo consideraba un avance de La potencia espiritual de la Materia, fechada el 8 de agosto de 1919, hace ahora 100 años.
Las rompedoras ideas de Pierre Teilhard de Chardin (1882-1955), científico, jesuita, místico y poeta, visionario del porvenir, sedujeron a los jóvenes de los años 60 y 70 del siglo XX. Pero a partir de los años 80 cayeron en el olvido. En estos últimos años, la tarea de la Red Mundial de Teilhard está recuperando sus propuestas desde nuevos marcos filosóficos y teológicos. El centenario de la redacción de La potencia espiritual de la Materiapodría ser un buen momento para refrescar sus intuiciones.
«¡Báñate en la Materia!»
Por indicación de sus superiores Teilhard regresa en 1991 (hace ahora un siglo) a la isla de Jersey, donde había estudiado Filosofía entre 1902 y 1905. Aquí pasó dos meses, ya licenciado del Ejército tras la I Guerra Mundial, gozando del trabajo científico, del retiro espiritual y del descanso.
Este texto inserto en La potencia espiritual de la Materia es la clave para interpretarlo todo: «¡Báñate en la Materia, hijo del Hombre! ¡Sumérgete en ella, allí donde es más impetuosa y más profunda! ¡Lucha en su corriente y bebe sus olas! ¡Ella es quien ha mecido en otro tiempo tu inconsciencia; ella te llevará hasta Dios!». Se describe la Materia como un mar embravecido. Pero se invita a la Humanidad a «bañarse» en ella, a «sumergirse» en sus aguas impetuosas, a luchar contra la corriente que en otro tiempo nos arrastraba. Este acto consciente simultáneamente de dejarse inundar y luchar contra corriente, es lo que – según Teilhard– nos llevará hasta Dios.
No es fácil resumir el hilo argumental de La potencia espiritual de la Materia. El punto de partida es la descripción personal («el Hombre») que se encuentra perdido en la vorágine de un mundo disperso, fragmentado, desorientado. Y sumergiéndose en este mar embravecido el ser humano, al dominar la Materia con la ciencia y la técnica, emerge al conocimiento y a una realidad superior en la que la Unidad personal amorizada remite a la divinidad personal.
Como culminación de La potencia espiritual de la Materia, un ensayo místico y poético, Teilhard incluye su famoso Himno a la Materia, que incluye estos párrafos:
«Bendita seas tú, áspera Materia, gleba estéril, dura roca; tú que no cedes más que a la violencia y nos obligas a trabajar si queremos comer.
Bendita seas, peligrosa Materia, mar violenta, indomable pasión, tú que nos devoras si no te encadenamos […].
Bendita seas, universal Materia, Duración sin límites, Eter sin orillas, Triple abismo de las estrellas, de los átomos y las generaciones, tú que desbordas y disuelves nuestras estrechas medidas y nos revelas las dimensiones de Dios […]. Abajo, en el desierto que ha vuelto a conocer la calma, alguien lloraba: “¡Padre mío, Padre mío! ¡Un viento alocado se lo ha llevado!”. Y en el suelo yacía un manto» [Jersey, 8 de agosto de 1919].
Como escribe en El Corazón de la Materia (1950), en sus años de Teología en Hasting (1909-1912), la lectura de la obra de Henri Bergson le impulsó a «la conciencia de una Deriva profunda, ontológica, total, del Universo». Todo en él «expresa felizmente el sentimiento de la omnipresencia de Dios, el abandono total del místico a la voluntad divina, y ese esfuerzo por comulgar con lo Invisible por intermedio del mundo visible, reconciliando así el Reino de Dios con el amor cósmico».
Leandro Sequeiros, SJ.
Catedrático de Paleontología y vicepresidente de la Asociación de Amigos de Pierre Teilhard de Chardin