La Pontificia Comisión para América Latina pide un Sínodo sobre la mujer
En el documento final de su asamblea plenaria, la Pontificia Comisión para América Latina pide «multiplicar y ampliar los puestos y las oportunidades de colaboración de mujeres en las estructuras pastorales» de la Iglesia y advierte de la existencia en la actualidad de «clérigos machistas, mandones, que pretenden usar a las mujeres como servidumbre dentro de su parroquia, apenas como clientela sumisa de los cultos y mano de obra bruta para lo que se necesite»
La Pontificia Comisión para América Latina (CAL) ha propuesto que la Iglesia celebre un Sínodo sobre la mujer en la vida y la misión de la Iglesia. Así se recoge en el documento final de la Asamblea Plenaria de este organismo —hecho publico recientemente— que se ha celebrado en el Vaticano del 6 al 9 de marzo bajo el lema La mujer, pilar en la edificación de la Iglesia y de la sociedad en América Latina.
«Esta Comisión Pontificia para América Latina no pretende proyectar sus programas y necesidades en la Iglesia universal, sin embargo, se plantea seriamente la cuestión de un Sínodo de la Iglesia universal sobre el tema de la mujer en la vida y la misión de la Iglesia», se lee en la última frase del documento. La propuesta buscaría reconocer definitivamente el papel de la mujer en la Iglesia.
Clericalismo machista
Para la CAL, «la Iglesia católica, siguiendo el ejemplo de Jesús, debe estar libre de prejuicios, estereotipos y discriminaciones sufridas por la mujer». Por ello, la Iglesia, especialmente la latinoamericana, tiene que hacer «una profunda revisión de vida con libertad y coraje» al «estar encarnada en culturas machistas y pecar de clericalismo».
En este sentido, advierte de la existencia en la actualidad de «clérigos machistas, mandones, que pretenden usar a las mujeres como servidumbre dentro de su parroquia, apenas como clientela sumisa de los cultos y mano de obra bruta para lo que se necesite».
Ese machismo «se cuela por todos los poros» y afecta también a las comunidades cristianas, que «deben realizar una seria revisión de vida para una conversión pastoral capaz de pedir perdón por todas las situaciones en las cuales han sido y todavía son cómplices de atentados contra la dignidad» de la mujer. Todo esto, aseveran, «tiene que ir acabando».
Presentes en todas las instancias pastorales
Al contrario, siguiendo el ejemplo de Jesús —«quien demostró libertad, respeto y una extraordinaria capacidad de reavivar la llama del amor y de la entrega personal en tantas mujeres que conoció en su vida pública»— las mujeres «han de ser reconocidas y valorizadas como corresponsables de la comunión y misión de la Iglesia, presentes en todas las instancias pastorales de reflexión y decisión pastorales».
Para la Comisión Pontificia para América Latina «es posible y urgente multiplicar e ampliar los puestos y las oportunidades de colaboración de mujeres en las estructuras pastorales de las comunidades parroquiales, diocesanas, a niveles de las Conferencias episcopales y en la Curia Romana». Precisamente, el cardenal Christoph Schönborn ha propuesto recientemente en una entrevista un Concilio de la Iglesia para decidir sobre la ordenación de las mujeres «como diaconisas, sacerdotes y obispas».
Mujeres formadoras en seminarios
De esta forma, la CAL también propone en las conclusiones de su asamblea plenaria que «mujeres de vida matrimonial o de vida consagrada» puedan participar en los «procesos de formación» de los seminaristas y que, incluso, formen parte de los «equipos de formadores» de los seminarios. Así, se les daría «autoridad para enseñar y acompañar a los seminaristas, así como la oportunidad para intervenir sobre el discernimiento vocacional y el desarrollo equilibrado de los candidatos al sacerdocio ministerial».
La Comisión Pontificia fundamenta esta propuesta en la Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis, que pide una formación integral de los futuros sacerdotes. «El conocimiento y la familiaridad con la realidad femenina, tan presente en las parroquias y en muchos contextos eclesiales, resulta conveniente y esencial para la formación humana y espiritual del seminarista, así como para su futura acción pastoral al servicio del pueblo de Dios», aseguran.
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