La persecución contra la Iglesia no cesa en Nicaragua
Ortega prohíbe ingresar en el país a dos sacerdotes que fueron a la JMJ. Cuando se cumple un año de la detención de Rolando Álvarez, ocho expresidentes de Costa Rica lo proponen para el Nobel de la Paz
Algunos de los atropellos del tándem Ortega-Murillo contra la Iglesia alcanzan repercusión mundial, pero otros los cometen con menos luz y taquígrafos. El último de la larga lista es la prohibición de ingresar al país a dos sacerdotes que participaron en la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa. Así lo ha denunciado la abogada nicaragüense Martha Patricia Molina.
Los sacerdotes son Tomás Sergio Zamora Calderón, párroco de la iglesia Nuestro Señor de los Milagros, de la diócesis de León y Chinandega; y William Mora, párroco de la iglesia Cristo Rey, de la diócesis de Siuna. El padre Zamora era también el responsable de Cáritas León, institución que la dictadura obligó a cerrar. Por su parte, el padre Mora es el animador de la pastoral juvenil de la diócesis de Siuna. De momento, las autoridades nicaragüenses no se han manifestado al respecto.
Al menos trece sacerdotes expulsados con este método
El pasado 9 de julio, la Dirección de Migración y Extranjería también negó el ingreso a Nicaragua al vicario de la parroquia de san Francisco de Asís de Managua, el padre Juan Carlos Sánchez. El padre Sánchez viajó a Bolivia para acudir a una ordenación sacerdotal. Después fue a Miami a visitar a unos familiares y entonces a la vuelta la misma aerolínea le comunicó que su ingreso había sido negado. El régimen tampoco permitió el ingreso del franciscano Domingo Pepe, italiano de 83 años que llevaba 53 en Nicaragua. Vivía en el municipio de Río Blanco, en Matagalpa, donde incluso habían puesto su nombre a una calle.
Serían en total 13 los sacerdotes que han sido expulsados de Nicaragua de esta forma. A estos se suman las 65 religiosas expulsadas desde el año pasado pertenecientes a diez congregaciones distintas. Según Martha Patricia Molina, el 98 por ciento de las religiosas extranjeras han sido expulsadas del país y las congregaciones han tenido que hacer volver a las nacionales que se encuentran en misión en otros continentes, pero tampoco a las nicaragüenses se les ha permitido la entrada.
Una prueba de vida de Rolando Álvarez
Mientras tanto se ha cumplido un año de la detención del obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez, del que no se sabe nada desde la fallida liberación de hace más de un mes mediada por el presidente brasileño, Lula da Silva, a petición del Papa Francisco. Chris Smith, congresista estadounidense y presidente del subcomité de Derechos Humanos de la Cámara de Representantes, ha pedido que Ortega autorice que Rolando Álvarez sea valorado por un comité de la Cruz Roja Internacional, según cita el diario La Prensa. También el congresista estadounidense y co presidente de este comité, Tom Lantos, ha hecho un llamamiento para que Ortega proporcione pruebas a la comunidad internacional de que Rolando Álvarez sigue vivo.
Silvio Báez y Rolando Álvarez, prelados ejemplares
Ante la resistencia pacífica que la Iglesia católica está demostrando frente a los continuos ataques que padece desde 2018 por parte del gobierno de Ortega, y que han reconocido y condenado las Naciones Unidas, ocho ex presidentes de Costa Rica han solicitado que el premio Nobel de la Paz se entregue a los obispos Silvio José Báez, exiliado en Estados Unidos, y Rolando Álvarez.
En su carta señalan que a la dura realidad de represión y violación de los derechos humanos que se vive en Nicaragua se une «una violenta persecución a la Iglesia católica con la expulsión y aprisionamiento de sacerdotes, monjas y religiosos y con el decomiso de sus estaciones de radio y otros medios de comunicación». Sobre los dos obispos indican que «la dedicación en favor de la vida, la dignidad, la libertad y los derechos humanos de su pueblo que han llevado a cabo estos dos prelados es ejemplar».
«El pueblo de Nicaragua en medio de su terrible opresión requiere el enorme y maravilloso estímulo en su lucha pacífica por la paz y la libertad que significaría el Premio Nobel de la Paz para estos dos obispos ejemplares», concluye la petición.