Uno de los objetivos de la visita del Papa a Colombia en septiembre fue impulsar un proceso de paz que se va abriendo paso a trompicones. La ONU ha denunciado el asesinato de más de un centenar de activistas de los derechos humanos en 2017 a manos de grupos mafiosos en entornos rurales. El vacío de poder que ha dejado la guerrilla no ha sido llenado por el Estado, problema al que se añade la polarización de la sociedad, que en mayo está convocada a las urnas, con partidarios y detractores del proceso enfrentados a cara de perro.
La Ciudad Don Bosco de Medellín simboliza tanto las esperanzas como los difíciles retos que, simultáneamente, afronta todavía el país. Unos 2.500 adolescentes de entre 14 y 15 años han pasado por el proyecto CAPRE Construyendo Sueños de los salesianos para su reinserción en la sociedad. Algunos fueron raptados por la guerrilla. Otros se alistaron a falta de otra alternativa: niños de la calle, víctimas de abusos y violencia en el hogar, entornos de pobreza extrema… La Ciudad Don Bosco de Medellín les ofreció una segunda oportunidad. Con su historia dada a conocer a través del documental de Misiones Salesianas Alto el fuego, el proyecto ha obtenido una gran resonancia internacional y numerosos reconocimientos. El más reciente, el premio a la defensa de los derechos humanos del Consejo General de la Abogacía Española.
El religioso Rafael Bejarano recogió el 16 de diciembre el galardón de manos del ministro de Justicia, Rafael Catalá. «Reafirma a los chicos y chicas en la voluntad que ellos tienen de cambio», decía pocas horas antes en una entrevista a Alfa y Omega. El momento no puede ser más oportuno. «La desmovilización y el desarme han sido exitosos. Ahora toca la reinserción y la vuelta a sus lugares de origen, el momento más delicado y más largo del proceso», cuenta Bejarano.
«Cuando llegaron con nosotros muchos chicos no sabían leer ni escribir», añade Bejarano. De Ciudad Don Bosco salen con un oficio aprendido y un empleo en empresas en las que seguirán teniendo un acompañamiento personalizado por parte de los religiosos. Pero esto no evita el rechazo social, se lamenta María José Pinzón, responsable de Proyectos de Misiones Salesianas. «Lo veo todos los días, lo oigo todos los días: al joven desmovilizado se le sigue mirando como a un terrorista».
«Mucha gente no tiene conciencia de que han cambiado y les señala, a pesar de que ellos fueron víctimas del conflicto», añade el subdirector de la Ciudad Don Bosco, el sacerdote Fabio Díaz Vergara, responsable también de la plataforma Desarmados, un foro en el que víctimas y victimarios de la guerrilla, de las fuerzas armadas y los paramilitares comparten sus testimonios para promover la reconciliación.
Según hace notar Rafael Bejarano, «nosotros, como salesianos, no pertenecemos a ningún partido político, pero estamos para acompañar al pueblo que sufre, en este caso a los jóvenes», y que necesita todavía «cerrar heridas» tras más de cinco décadas de conflicto que han dejado unos 220.000 muertos. Ahí echa en falta Bejarano «una conciencia mayor en la Iglesia colombiana». «Ha habido pronunciamientos individuales, junto al testimonio de religiosos muy comprometidos, pero no hemos visto una posición de apoyo claro a nivel de episcopado. Está claro que la Iglesia no puede entrar en cuestiones políticas, pero sí debe facilitar la reconciliación entre los colombianos. Porque esto es más que un proceso de paz. Se trata realmente de un proceso de reconstrucción de la unidad nacional».
La mirada del Papa estuvo en 2017 especialmente fijada en Iberoamérica. Además de alentar la paz en Colombia, la Santa Sede sigue buscando una salida a la crisis venezolana, a pesar del deterioro a ojos vista de la situación y de la deriva totalitaria del gobierno, que el episcopado local no ha dejado en ningún momento de denunciar. América Latina ha sido también una región clave en 2017 en la renovación de la Iglesia que impulsa Francisco, con significativos relevos en la archidiócesis de México y en la presidencia del episcopado argentino. La convocatoria de un Sínodo para la Amazonía para 2019 completa el cuadro con el foco puesto sobre la relación de la Iglesia con las comunidades indígenas, el cuidado de la creación o la justicia social.