La particular historia de como Dios intervino y dos bebes fueron salvados del aborto - Alfa y Omega

La particular historia de como Dios intervino y dos bebes fueron salvados del aborto

El 14 de mayo pasado, millones de estadounidenses se reunieron, en más de 43.000 grupos, para orar de costa a costa por la vida y la familia… la más grande celebración del National Day of Prayer de que se tenga noticia. Como Vicepresidente de los grupos de trabajo que coordinaron este Día Nacional de Oración, John Bornschein tuvo un papel clave en la movilización de voluntades para hacer posible este evento anual. Su propio testimonio -difundido por Life News- revela de forma impactante la alegría del derecho a la vida y a la familia

Portaluz

La impronta de la madre

De joven, John pasaría por una fase de rebeldía «que finalmente pude redimir», dice, tal como lo vivió su propia madre. Ella –prosigue John– tras ser víctima de abuso sexual huyó a California, donde se unió a un grupo de adolescentes con problemas, rebeldes como ella. En su mente, decidió que nunca volvería a ser la víctima. Sin embargo sin familia, ni guía, viviendo situaciones límites que incluso podían llevarla a la cárcel, quedó embarazada.

«El padre del bebé que esperaba –precisa John– la animó al aborto, y ella lo hizo. Los efectos en su cuerpo fueron graves. Sangraba horriblemente, y quedó con una cicatriz en sus tejidos. En esos momentos, consciente de haber optado por una realidad brutal que la dejaba como víctima de sus propias decisiones, clamó a Dios por ayuda: a un Dios que no conocía. Pero esta experiencia límite no le impidió regresar a la forma de vida que conocía. No pasó mucho tiempo antes de que ella quedara embarazada de nuevo y decidió que abortaría de nuevo…».

Pero en aquél instante su madre, dice John, recordó al Dios a quien había llorado y de esa forma, imperceptible aunque efectiva… «Dios intervino. Mi madre optó por la vida y decidió que su bebé nacería».

Ese ser humano camino de nacer era John y no fue una decisión fácil para esta madre joven –sin tener un plan claro de cómo solventaría los desafíos que se le venían encima–, resistir las facilidades que el sistema le daba para abortar. «Pero eso no fue un problema para el Dios que había tocado su corazón», señala el hijo. Fue en la Iglesia, agrega John, donde encontró apoyo… «Ni una sola persona le puso el dedo en su pecho ni le juzgó por su vida anterior. No, el Cuerpo de Cristo actuó como el Cuerpo de Cristo, dándole la bienvenida con los brazos abiertos».

Dios, presente en la decisión

Pasaron los años y un buen día John, poco antes de cumplir los 17, decidió irse de casa y rompió el corazón de su madre. A pesar de las súplicas, se negó a volver pues se sentía feliz viviendo con su novia Brandi. Transcurrieron sólo un par de semanas y ella supo que estaba embarazada.

«Recuerdo que Brandi estaba tan angustiada con la primera prueba de embarazo. Para comprobarlo, consultamos el folleto de Planned Parenthood que habíamos recibido en la escuela y llegamos a una clínica, donde la enfermera sugirió que «termináramos» el embarazo. Lo dijo despacio, marcando las sílabas y a continuación nos dio argumentos que, dijo, eran de peso como nuestra juventud, nuestro futuro, nuestra necesidad de ir a la universidad sin la carga. Sin embargo, sin dudar, Brandi reaccionó. Tomó la decisión de que no abortaría».

Entonces John, a quien su madre había dado una sólida formación de fe y moral en la Iglesia, comprendió su responsabilidad. «Con mi estilo de vida yo estaba actuando en desobediencia… Con Brandi comenzamos a orar e ir a la iglesia, juntos. Me volví a conectar con mi madre, y no mucho después comprendimos que no tendríamos al bebé sin antes estar casados. Como nuestra niña ya estaba por nacer hicimos una ceremonia oficial para sellar el trato. Bueno y cuando mi esposa fue capaz de encajar en un vestido de novia, finalmente tuvimos nuestra ceremonia oficial en febrero de 1995».

La historia de esta familia todavía se está escribiendo, pero saben, puntualiza John, que han hecho las «opciones correctas para la eternidad». Sus palabras finales contienen la sabiduría que late en todo ser humano, que comprende la trascendencia de la vida…

«El enemigo intenta tomar la vida en cada oportunidad que tiene. Quería que mi madre me abortara. Quería que con mi esposa abortáramos a nuestra niña. Odia la vida. Pero Dios ama la vida. Intervino en todo momento cuando nos sometimos a Su voluntad, a pesar de todos los pronósticos».