La parroquia se enriquece con el counselling
Llega a las parroquias el counselling, un servicio de atención a personas en situaciones difíciles que hace realidad el ideal de una Iglesia-hospital de campaña
A las Cáritas parroquiales no solo acude la gente en busca de ayuda económica. Sentirse escuchado es un elemento esencial en la acogida. Pero la buena voluntad no siempre basta. No, cuando las dificultades económicas han generado desgarros internos, o ante circunstancias como la pérdida traumática de un ser querido o una ruptura familiar. Para este tipo de situaciones nació el counselling, disciplina surgida de la psicología humanista que ofrece un tipo de acompañamiento no terapéutico, sino previo o complementario. El objetivo es emprender un proceso junto a la persona para ayudarla a expresar y a poner en orden sus ideas y emociones, de modo que pueda afrontar situaciones especialmente dolorosas o problemáticas.
La parroquia es un lugar idóneo para ofrecer estos servicios, pero se necesitan personas bien formadas. Ese es el objeto de la colaboración entre Cáritas Madrid y los Religiosos Camilos, entidad de referencia en este ámbito. Como resultado, han empezado a implantarse centros de escucha en algunas iglesias, experiencia de la que existen precedentes en varias diócesis de Francia y, sobre todo, de Italia. En cada vicaría de Roma, por ejemplo, gracias a los Camilos, existe al menos un grupo de escucha, al nivel de los grupos de Cáritas, catequesis o liturgia.
La traducción literal de counselling –aconsejar– resulta equívoca. El counselling es una escucha activa y empática, un acompañamiento paciente que no juzga ni despacha a la persona con un consejo apresurado desde una atalaya de superioridad moral. El acompañamiento puede estar a cargo tanto de un sacerdote como de un voluntario laico, y no sustituye, sino que complementa, la confesión sacramental o la atención social. Se trata, en definitiva, de un modo relativamente simple y eficaz que mejora sustancialmente la atención en las parroquias, y hace realidad el sueño de Francisco de convertirlas en «islas de misericordia» en un mundo lleno de personas heridas, en el que la Iglesia está llamada a ser un «hospital de campaña».