La parroquia que abrió sus puertas a personas sin hogar
El párroco del Santo Niño del Cebú invitó a las personas sin hogar que piden en el templo a pasar lo más duro del temporal en un local de la parroquia. Ahora le ayudan a retirar la nieve
«A ver este domingo cómo podemos hacer la bendición de animales, con todo lleno de nieve… Aunque hemos ido limpiando con la ayuda de las personas sin hogar que hay en la puerta, que alguna de ellas ahora mismo duerme en los locales nuestros…». Y así el padre Antonio Roldán, párroco de Santo Niño de Cebú (cerca de los Teatros del Canal), con el que en realidad hablábamos por la bendición de los animales por san Antón, nos cuenta de corrido cómo en su parroquia están haciendo realidad lo que justo este miércoles el arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, decía en Twitter: «Tenemos la tarea de ofrecer lo que Cristo nos da: misericordia, compasión y curación».
Sí, cuenta el sacerdote: entre que el SAMUR Social «está desbordado», y que en algunas ocasiones a los sin techo les cuesta ir a albergues por desconfianza, casi les obligó a resguardarse en los salones de la parroquia. «Pero hijo, ¿cómo te vas a quedar en la calle?, que van a bajar las temperaturas. ¿No has visto que ha muerto gente congelada en la calle? Venga, te vienes aquí». De los cinco que habitualmente piden en la puerta, «dos tienen habitaciones alquiladas con el mínimo contributivo, y de los otros tres que duermen en la calle, uno no ha podido llegar [por las dificultades de movilidad en la ciudad] y los otros dos querían seguir en la calle, pero nada, ni hablar».
Así que durante lo más duro de Filomena y en estos días de tanto frío están ocupando un salón parroquial que tienen alquilado frente al templo. Era un garaje en el que pusieron baños para cumplir la normativa; en el de hombres, hace tres años, el padre Antonio añadió además una ducha pensando precisamente en las personas sin hogar. «Aunque vivan en la calle, como son muy cuidadosos, vienen, duermen, se asean…».
Forman parte de la comunidad
Con estas personas hay una relación muy cordial, «responde un poco al carisma nuestro», el franciscano, del que los feligreses también participan, «que son personas, que forman parte de la comunidad y que nos hemos de preocupar de ellos». Durante lo más duro de la pandemia, cuenta el sacerdote que cada día dos o tres parroquianos les llevaban comida. «Padre, ¿qué hemos de hacer por ellos?», le preguntaban. E hicieron tanto que en algunas ocasiones les llegaron a desbordar los alimentos.
También de vez en cuando les dan dinero para que se laven la ropa en alguna lavandería. El otro día, una de estas personas sin hogar pidió prestada la pala con la que habían estado despejando la parroquia para liberar de nieve una alcantarilla en la que guarda su ropa. «Tengo que sacar mi ropa limpia para poder ducharme y cambiarme», justificó.