La parroquia cordobesa que se ha llenado de bolsas de comida: de 30 a 130 familias necesitadas
Nuestra Señora de la Asunción, en el barrio de Parque Figueroa, repartió este jueves 20.000 euros en alimentos y productos de higiene limpieza. El obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, visitó a los voluntarios el día anterior
Este miércoles 27 de mayo, Demetrio Fernández, obispo de Córdoba, visitó la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, situada en Parque Figueroa, un barrio trabajadores que dan servicio al resto de la ciudad. De clase media baja. Quería conocer de primera mano la labor que la Iglesia, y la citada parroquia en concreto, está llevando a cabo en esta zona durante las últimas semanas. Allí, por la pandemia y sus efectos, la demanda de alimentos se ha multiplicado por cuatro; antes atendían a 30 familias y ahora lo hacen a 130. Solo este jueves repartieron alimentos y productos de higiene y limpieza por valor de 20.000 euros.
Impresionado, el prelado comenta, en entrevista con Alfa y Omega, que no había visto nada igual en los once años que lleva en la diócesis andaluza. Y no solo en esta parroquia, sino también en otras, donde ha podido hablar con personas que se han quedado sin nada de la noche a la mañana sin esperarlo.
El párroco, Ángel Roldán, explica que si bien Parque Figueroa no es uno de los barrios deprimidos de Córdoba, sí viven en él personas con condiciones laborales precarias, con una economía que va al día y a los que una crisis como esta les deja sin nada. «Muchos se gastaron los pocos ahorros que tenían durante los primeros días de confinamiento», afirma.
Lo que más le ha llamado la atención en los últimos días es el número de personas que se están acercando por primera vez a pedir ayuda a la parroquia, personas que nunca habían imaginado encontrarse en esta situación. Por eso, Roldán hace el reparto con cita previa para evitar las colas y ha convocado a jóvenes que no son del barrio para realizar las entregas. Discreción, prudencia y sigilo ante lo que él llama «el factor vergüenza».
«Así mantenemos un poco la dignidad. He visto a personas de la parroquia llorar mientras me contaban que habían visto un vecino recogiendo comida u otros, beneficiarios en este caso, suplicar que se los alimentos se los diera yo», reconoce. De hecho, a seis familias, por circunstancias muy especiales, se los llevan a casa.
Una misa entre montoncitos de alimentos
Cuando don Demetrio entró por la puerta del templo de la Asunción, con disposición circular, como si fuera un anfiteatro, se encontró con los 20 jóvenes voluntarios –estudiantes universitarios, profesionales recién graduados…–. Muchos ya colaboraban con la parroquia, otros se han sumado dadas las circunstancias actuales. Todos ellos llevaban a las órdenes del párroco desde las 08:00 horas, preparándolo todo. Habían colocado en cada bolsa una serie de alimentos básicos, todas ellas con nombre y apellido.
Allí, rodeados de la ayuda que iban a repartir a las familias al día siguiente, el obispo celebró la Eucaristía con los jóvenes. «Fue bonito», reconoce Fernández, que en la homilía vinculó la entrega de Jesús en la Eucaristía con la ayuda para las familias. «Fue una idea espontánea. Les dije que cuando el Señor ha querido quedarse con nosotros, nos dijo “tomad y comed”. Hoy hay mucha gente que no tiene que comer y nosotros podemos hacer que se cumpla ese “tomad y comed”. Por tanto hablé de la importancia de atender estas necesidades y de agradecer que Jesucristo se haya quedado en la Eucaristía», explica.
El obispo utiliza la palabra «avalancha» para definir la situación actual. Y lo hace en un doble sentido: avalancha de necesidad; que se manifiesta en las colas de pobreza, que «son tremendas»; y avalancha de solidaridad, que se manifiesta en los jóvenes implicados y en las parroquias y personas de los barrios más acomodados de la ciudad que también se están volcando con todo tipo de ayudas.