La otra operación retorno
Según la ONU, Siria no está en condiciones de brindar seguridad a un retorno masivo, pero para ellos permanecer en Líbano no es viable
Las mudanzas no son todas iguales. Cuando subes a un camión destartalado un bidón de agua, una televisión obsoleta, lo más parecido a una motocicleta decrépita, y todas tus pertenencias en bolsas de plástico, quiere decir que los últimos años de tu vida han transcurrido en la nada. Ese es el limbo compartido por miles de familias sirias refugiadas en el Líbano. En estos momentos más de dos millones de sirios sobreviven en un país que se ha convertido en un callejón donde pocos ven la salida. Líbano atraviesa una crisis económica sin precedentes que ha llevado a tres cuartas partes de su población a la pobreza. La inflación ha disparado el coste de los productos, el país carece de suministro de agua potable, y el agua embotellada se ha encarecido hasta cinco veces más que el año pasado. Los bidones de agua son un tesoro.
La crisis ha puesto a cientos de miles de refugiados sirios en una situación límite, y por este motivo muchos se plantean regresar a Siria, aun sabiendo que lo que se encontrarán allí carece de expectativas. La familia que vemos subida al camión hace mucho tiempo que abandonó su zona de confort. Forma parte de una caravana de retorno masivo de refugiados organizada de forma coordinada entre las autoridades de Beirut y Damasco. Escoltados por la Policía, 750 personas han cruzado ya la frontera y lo seguirán haciendo durante las próximas semanas. En Homs les espera un retén de ambulancias y otros medios de transporte para devolverlos a sus pueblos y ciudades, de los que, en la mayoría de los casos, escaparon hace casi una década. Los hijos de la familia de la fotografía se criaron en el campo de Wadi Hmayyed, a las afueras de la ciudad fronteriza libanesa de Arsal, y forman parte de las estadísticas del hambre, porque hoy en día nueve de cada diez refugiados sirios en Líbano viven en la pobreza extrema.
Hacen la mudanza rumbo al país del que huyeron, devastado por once años de guerra civil, con cientos de miles de muertos y la mitad de la población desplazada de sus hogares. Naciones Unidas sostiene que Siria no está en condiciones de brindar seguridad a un retorno masivo, pero para ellos permanecer en Líbano no es viable, porque ni siquiera pueden permitirse escolarizar a sus hijos, y, en Siria, según les han prometido, las escuelas son gratuitas.
Líbano ha reactivado su programa de repatriación de refugiados sirios tras una pausa de casi tres años debida a la pandemia. Aseguran que es voluntario y libre para todos los que lo deseen, y niegan que la vida de los repatriados corra peligro en su país. Siria está interesada en su retorno y se encarga de hacer un filtro hacia los que considera enemigos del régimen. De hecho, no todos los que solicitan el regreso consiguen la luz verde de Damasco. Aun en las actuales circunstancias, Líbano puede ser considerado uno de los países más hospitalarios del mundo. Proporcionalmente acoge a más que ningún otro país, aunque los días en sus inmensos campos de refugiados son un lento transcurrir de horas vacías, que, a medida que se convierten en meses, evaporan la esperanza de una vida mejor.
Eso es lo que ha llevado a esta familia a cargar sus posesiones en este camión. Perdieron todo en Siria y su presente quedó roto por la guerra. Tuvieron que atravesar fronteras clandestinamente y muchos pusieron sus vidas y sus ahorros en manos de mafias. Ahora, en su horizonte más próximo, se conforman con ofrecer a sus hijos un lugar donde no caigan bombas ni haya matanzas diarias. Apuestan por dejar de vivir como zombis sin nada más que hacer que esperar. Quizás con suerte consigan desprenderse de esa tristeza pegajosa que ocasiona la falta de esperanza. ¡Buen camino!