La Orden de la Merced se viste de gala para celebrar 800 años
Fundada en Barcelona el 10 de agosto de 1218, la Orden de la Virgen de la Merced de la redención de cautivos cumple, dentro de diez meses, 800 años de liberación, cuidado y acompañamiento a los privados de libertad
El carisma mercedario brota cuando un joven mercader llamado Pedro Nolasco, nacido en un pueblo cercano a Barcelona, dice sentir, día tras día, una llamada especial de Dios. Nolasco, que veía las miserias e injusticias que ocurrían en el mundo en el que él vivía, percibía que aquella situación le arañaba, cada vez más, el alma. Un día, agotado de mirar hacia otro lado ante una realidad que no podía tolerar, se interrogó si estaba haciendo todo lo que estaba en su mano o, por el contrario, no estaba siendo fiel a lo que su corazón le exponía a gritos. «¿Qué puedo hacer para atenuar tanto dolor y para acabar con tanta injusticia?», se preguntaba.
Desde ese momento, consciente de que Dios le llamaba a algo grande, comienza un nuevo camino en el que se dedica a luchar por la libertad de los cristianos que habían abandonado la religión y, sobre todo, de aquellos que, en situación de esclavitud, estaban en peligro de perder su fe. Y, a su lado, la Virgen María, por la que Nolasco sentía un profundo amor. Sería Ella quien, en la madrugada del 2 de agosto de 1218, se le apareciese rodeada de ángeles y de santos para dejarle un mensaje: «En voluntad de mi Santísimo Hijo y Mía, funda en el mundo una Orden que, en mi honor, deberá llamarse Orden de la Virgen de la Merced de la redención de cautivos. El hábito será blanco en honor a mi pureza, en el pecho llevará una cruz roja en recuerdo de mi Hijo y el escudo del Rey al que sirves».
Redimir cautivos: obra máxima de misericordia
Así, el 10 de agosto del mismo año, san Pedro funda la Orden de la Merced en el Hospital de Santa Eulalia, en Barcelona, con la participación del rey Jaime de Aragón y ante el obispo de la ciudad, Berenguer de Palou. Por la confirmación del Papa Gregorio IX, el 17 de enero de 1235, la Iglesia testificó la acción del Espíritu Santo en la fundación de la Orden; «la ratificó en la práctica de la regla de san Agustín, le dio carácter universal incorporándola plenamente a su vida y sancionó su obra como misión en el pueblo de Dios» (COM 1-2).
Nolasco renuncia a la compra venta en beneficio propio y descubre el mercado de los cautivos cristianos, privados de libertad y oprimidos en su dignidad, y se convierte en nuevo mercader de la libertad, entregando sus bienes y su vida para redimir cautivos como obra máxima de misericordia. Los cautivos cristianos, al saber de esta nueva obra y al encontrarse en una situación angustiosa, invocaban a María pidiendo la merced, su propia redención y la liberación. María, de esta forma, se convierte en Virgen redentora, dadora de libertad y dignificadora de sus hijos más oprimidos.
El cuarto voto de la merced
Los frailes mercedarios de Santa María se unieron estrechamente, y los cautivos redimidos así lo entendieron, proclamando acción liberadora y presencia de María que libera a través de sus mensajes de liberación. Así, proclamaron el cuarto voto: quedar en rehenes si fuese necesario para salvar la vida y la fe del cristiano cautivo. Este cuarto voto convierte a los redentores mercedarios en representación y actualización viva de Cristo, que entregó su vida para redimir al mundo.
Con el transcurso de la historia y según las necesidades de la Iglesia, además de su acción redentora, los mercedarios han asumido una serie de ministerios caritativos y apostólicos. Actualmente, siguen realizando estos ministerios, organizándolos conforme a las necesidades de cada iglesia particular, y actualizándolos a la luz de la misión redentora que san Pedro Nolasco y María de la Merced les legó.
2017, un año dedicado a Cristo Redentor
La familia mercedaria, formada por más de doce ramas masculinas y femeninas, dedicó el año 2015 a su fundador. El 2016, lo consagraron a María de la Merced, inspiradora y madre de la obra redentora. Detalle que hizo todavía mayor la promesa de su vocación: la Orden de la Merced es la primera congregación religiosa dedicada a la Virgen María en la Iglesia.
2017 es el año dedicado a Cristo Redentor, centro de la espiritualidad mercedaria y modelo del mercedario que desea ser, por su vida y sus obras, redentor de sus hermanos cautivos y sometidos a tantas dependencias deshumanizadoras que alejan de Dios y de la libertad. Una espiritualidad que está basada en esta forma radical de «dar la vida» como Cristo la dio por todos.
«Cumplir 800 años es un acto de gratitud y de amor a Dios»
Cada provincia mercedaria está celebrando diferentes actos preparativos, con una única misión y un solo propósito: ser ejemplo y testimonio, prestando su servicio y su vida en la misión redentora de Jesús.
Ignacio Blasco Guillén, religioso y sacerdote mercedario, nació en Castellón hace 42 años. Desde que, con 18, ingresase en la Orden de la Merced, toda su vida ha estado dedicada al mundo de las prisiones. Lo corroboran 16 años como capellán de cárcel en Lérida y Alicante. Actualmente reside en la comunidad de Lérida, donde sirve como sacerdote en la parroquia de La Merced. Servicial y entregado, fray Nacho acompaña procesos e historias de vida, desde cada una de las celdas de la prisión donde se ha donado del todo, hasta los que esperan, en la puerta de su hogar, un donativo para sufragar la factura de la luz, una cama donde pasar la noche, una mano amiga que custodie las heridas que forja la celda, un minuto de consuelo o un pedazo de pan. Hoy, nos recibe y atiende en su parroquia ilerdense de la Virgen de la Merced, para contarnos cómo están viviendo este tiempo de gracia y júbilo mercedario.
¿Qué supone para vosotros, los mercedarios, cumplir 800 años?
800 años no se cumplen todos los días. Es, sin duda, un acontecimiento importante para la Orden de la Merced, porque marca la presencia del Espíritu Santo bajo este carisma de la liberación de los cautivos en un mundo que sigue esclavizando al hombre de hoy. Para nosotros es todo una fiesta y, además, un acto de gratitud y de amor a Dios. Y, para ello, estamos organizando una serie de eventos para este año, así como otros que se van a llevar a cabo durante el año 2018 como simposios, exposiciones, actividades, visitas culturales, una Misa de acción de gracias en Roma, un cantoral mercedario… Todo enfocado por y para la Merced.
¿Qué aporta, hoy en día, la Orden Mercedaria al mundo en general y a los cautivos en particular?
La Orden de la Merced sigue siendo necesaria porque es verdad que, en un mundo tan materialista y tan egoísta, que tantas veces desatiende las necesidades de los que más sufren y menos tienen, intenta salir al paso de las necesidades en los países de misión. Hoy en día, estamos en Venezuela, Guatemala, El Salvador, Panamá, Mozambique…, donde intentamos cubrir las necesidades de los niños que no tienen educación, que podrían caer en las manos de las maras y otras tantas problemáticas. Aquellos que, en definitiva y siendo los más vulnerables, no tienen futuro ni esperanza en una sociedad que les margina.
¿Y aquí, en España?
Seguimos presentes en el mundo de las prisiones, en las migraciones, etc.; ahí, precisamente, para ofrecer espacios de libertad a todos aquellos que, de otra forma, seguramente lo tendrían muy complicado.
Y, en todo momento, a ejemplo de san Pedro Nolasco…
Por supuesto. No podría ser de otra manera. Nolasco sigue inspirando hoy, porque fue un visionario en el siglo XIII. Él supo ver las necesidades del hombre cautivo de entonces, arriesgó su propio vida y la cambió por completo para salir al paso de las necesidades de aquellos cristianos que sufrían por el miedo a perder su fe –que es tan importante para nosotros, los cristianos–.
¿Para estar presentes, tal vez, en las esclavitudes de hoy?
Sí. Y, por eso, san Pedro Nolasco sigue vivo hoy en los hijos de la Merced, e intentamos estar pendientes de las nuevas esclavitudes, tanto en el mundo de la cárcel, como de las migraciones, de la trata, de la prostitución… ¿Cómo? Con obras de caridad con las que intentamos cubrir esas necesidades de muchos hermanos nuestros que están atrapados en algún tipo de esclavitud.