La oración de Isabel la Católica a través de la pintura - Alfa y Omega

La oración de Isabel la Católica a través de la pintura

Un libro aborda la introspección a la intimidad religiosa de la reina con un recorrido por las preciadas tablas de pintura flamenca que acompañan su tumba

Ana Robledano Soldevilla
'Del tríptico de La Pasión. Descendimiento', de Dieric Bouts
Del tríptico de La Pasión. Descendimiento, de Dieric Bouts. Foto: Armando Bernabéu Granado.

Piedad y belleza de Manuel Reyes Ruiz, capellán mayor de la Capilla Real de Granada, es un viaje visual a la intimidad más sensible de Isabel la Católica. El volumen, editado por Nuevo Inicio, nos desvela las características intelectuales más sobresalientes de la reina de Castilla, por las que recibe su apelativo: su fervor y espiritualidad. El libro aborda esta introspección a la intimidad religiosa de nuestra reina a través de sus más preciados objetos religiosos, en especial de las exquisitas tablas de pintura flamenca que coleccionaba. Estas tablas de devoción, junto con otros objetos sagrados como relicarios, tapices, ornamentos… fueron seleccionados por la misma Isabel para que acompañasen su tumba en la Capilla Real de Granada.

Piedad y belleza presenta dichas pinturas con imágenes de altísima calidad para no perder ningún detalle. De esta manera, el autor descubre la sensibilidad por el arte de Isabel, lo cual fomentaba en gran medida aquella fe tan iluminada y profunda. Esta investigación hace recordar el primer objetivo del tema religioso en el arte: un servicio a la devoción particular y a la contemplación de las escenas bíblicas. Con el excelente trabajo fotográfico que ilustra el texto, se invita al espectador a meditar las escenas como lo haría la reina.

‘Llanto de las santas mujeres’, de Hans Memling. A la derecha: ‘San Juan Bautista’. Anónimo flamenco u holandés (¿Albert van Ouwater?). Fotos: Armando bernabéu Granado

La primera parte del libro, que explica cómo era la piedad religiosa de Isabel, atiende un hecho importante para contextualizar y entender dicha forma de devoción. Se trata de la llamada devotio moderna, que acababa de nacer en esa época. Fue un movimiento espiritual con el objetivo de superar la sequedad escolástica y descubrir la experiencia interior del encuentro con Dios. En pocas palabras, la devotio moderna proponía la contemplación de las escenas del Evangelio para conocer la humanidad de Cristo y vivir la fe de una manera mucho más personal e íntima. Planteaba una adoración privada, afectiva y contemplativa. Y nada como la imagen para ayudar a este novedoso método de oración. La pintura religiosa comenzó a llenarse de simbolismo, iconografía cristiana y retratos de particulares insertos en las escenas.

No se trataba de venerar la imagen de modo idólatra, sino de utilizarla como un camino hacia a Dios a través de la belleza. El mismo fray Hernando de Talavera, confesor de la reina, era el que más animaba a servirse de la pintura para el rezo. En sus propias palabras, se deben «escoger las imágenes mejor pintadas para nuestra oración». Y por eso, seguramente la reina eligió a los máximos representantes de la pintura gótica para encargar sus tablas. Predominan las procedentes de autores flamencos, pero también le fascinaron algunos ejemplos italianos e hispano-flamencos. Esto nos confirma el interés de Isabel por las distintas fuentes de belleza pictórica, además de su buen gusto a la hora de preferir a los artistas. Aunque hay bellísimas tablas anónimas en su colección, es inevitable fijarse en autorías como Memling, Van der Weyden, Bouts, Boticelli, Perugino, Bermejo, Berruguete o Juan de Flandes, entre otros.

‘Cristo, varón de dolores’, de Perugino o su círculo. A la derecha: ‘Anunciación’ (detalle), del maestro de la leyenda de santa Magdalena (¿Van der Stockt?). Fotos: Armando bernabéu Granado

Gran parte del libro se dedica con generosidad al disfrute de estas pinturas. Presenta un total de 200 fotografías en alta calidad. Cada tabla se acompaña de una ficha técnica y de breves textos literarios de la época, especialmente poéticos, de autores como fray Hernando de Talavera, Ambrosio Montesino o el arcipreste de Hita. También se incluyen textos bíblicos relacionados con cada escena y explicaciones artísticas explayadas en los ejemplos más destacados.

Isabel tenía una devoción muy especial a san Juan Evangelista, a san Francisco y a todas las escenas marianas, muy especialmente a la Encarnación. Según el testimonio de fray Hernando, la reina «oraba durante una parte notable del día, bastante más de lo que debería considerarse normal». Y, curiosamente, no se limitaba al misticismo pasivo, sino que dedicaba su tiempo también a la oración activa, a través de obras de caridad con los pobres. Todos los Jueves Santos daba de comer y lavaba los pies con sus manos a trece pobres. Asimismo, tenía la tradición de alimentar a nueve mujeres pobres por los nueve meses de embarazo de la Virgen.

Con este libro descubrimos la faceta más admirable de la reina de Castilla, una mujer que algunos califican como pura ambición y política. Pero pocos saben que escondía en su interior una desbordante sensibilidad religiosa no dictada por normas, intransigencia y rigideces, sino por verdadera sensibilidad, piedad y belleza.

Piedad y belleza
Autor:

Manuel Reyes

Editorial:

Nuevo Inicio

Año de publicación:

2020

Páginas:

244

Precio:

45 €