La oportunidad de Oussama
Carifood, empresa de cáterin de inserción laboral, se ha reinventado para mantener a su plantilla. Incluso ha incorporado como pinche a un chico marroquí que llegó solo a España
Cuando estalló la pandemia, Carifood, que emplea a personas en situación de exclusión social, se quedó sin el 100 % del negocio. La solución era reinventarse, como explica su gerente, Juan José Gómez-Escalonilla, aprovechando el respaldo de Cáritas y previendo que la oleada de solidaridad ante las colas del hambre podía menguar. Pasaron de llevar la cafetería de la Escuela de Magisterio ESCUNI y de ofrecer cáterin para eventos a hacer comidas diarias para 300 personas atendidas por Cáritas.
Esto les ha permitido tener en nómina a cinco empleados, que podrían ser seis a partir de enero, porque les acaban de conceder una licitación de comidas a 40 familias de Hortaleza. Además, han ampliado el mercado con menús para empresas. Todo ello, con el objetivo de que «aprendan a trabajar trabajando» para que después del proceso, que suele ser de un año, puedan incorporarse al mercado laboral de manera normalizada.
Esta nueva etapa les ha llevado a cocinas nuevas, mayor profesionalización e ilusiones renovadas para los trabajadores. «Han pasado de recibir comidas [llegan de procesos de selección de Cáritas] a ser quienes ayudan». Además de Juan José, Miguel el chef, y Juan Carlos, voluntario, forman el equipo Ángela y Endelle en cocina, y Lili y Santiago en envasado.
Y luego está Oussama. Hablar de menas es hacerlo también de chicos como él, que el 15 de agosto de 2018 aterrizó en la playa de Bolonia (Cádiz), en patera, desde Tánger. Iba en chanclas, bañador y camiseta, sin un euro y con cuatro palabras en español registradas en su cerebro: hola, por favor, dinero. «Eran las cinco de la madrugada, me acuerdo», porque todos los acontecimientos determinantes en la vida tienen hora.
Se ocultó durante casi un día –«con frío y hambre»– en unos montes por miedo a que la Policía lo encontrara y lo devolviera a su país; no sabía que, como aún era menor, iría a un centro. De eso se enteró después, cuando llegó a Madrid, no tiene claro si desde Tarifa o Algeciras, y corría detrás de los coches policiales gritando «¡centro!, ¡menor!» para que lo llevaran a uno.
Tres días estuvo durmiendo en la calle hasta que acabó en el centro de Hortaleza. Pasó allí cinco meses nada fáciles pero él, pura positividad, lo ve como una suerte. Fue justo el tiempo en que se abrió un nuevo piso para menores no acompañados de Cáritas Diocesana de Madrid, al que llegó a través de la Comunidad de Madrid, «y así lo pude estrenar yo, ¡me estaba esperando! A partir de ahí, cambió todo». Hizo un curso de cocina facilitado por Cáritas y después, el pasado julio, empezó en Carifood.
Oussama cumplía los requisitos para ser contratado porque, además de estar en riesgo, tiene muchas ganas de trabajar: «Quería un futuro para mí [en Tánger, con un sueldo de un euro al día, imposible] y mejorar la vida de mi familia. Que mi padre, que con casi 70 años sigue trabajando, se quede ya en casa». Y desde el primer mes les envía dinero; «yo me quedo con lo justo para comer».
El joven, que lleva desde las 7:00 horas en la cocina, se pondrá a estudiar al llegar a casa «una o dos horas» porque se está sacando el carné de conducir. «Si ves a Concha, la jefa del piso de menas de Cáritas, dale recuerdos. ¡Me ha ayudado muchísimo!», se despide.