La oportunidad de hilvanar una cadena textil más justa
El confinamiento por el coronavirus y la cancelación de pedidos a las fábricas de ropa de Bangladés han dejado sin trabajo a dos millones de personas, que podrían ser más a partir de junio. Estos datos «revelan la fragilidad del sistema», afirman desde la OIT
Antes de que el ciclón Amphan tocara tierra en Bangladés la semana pasada dejando 15 muertos (que se suman a los 85 en la India), otro tornado arrasa desde hace semanas el país asiático de la mano de la pandemia de coronavirus: el cierre masivo de su industria textil. El primer problema fue el cese de la actividad por las medidas de confinamiento. Según un estudio elaborado por el Instituto de Desarrollo de Cáritas (CDI por sus siglas en inglés) en ese mes el 78,8 % de los trabajadores textiles encuestados perdió su empleo (de forma temporal o definitiva), lo que para el 64,8 % de los hogares supuso no percibir ningún ingreso y, para el 53,6 %, dejar de comer tres veces al día.
El Gobierno no tardó en reaccionar y movilizó préstamos de 550 millones de euros a las empresas textiles, destinados a pagar tres meses de sueldo directamente a las cuentas bancarias o de banca móvil de los trabajadores. Según un estudio de la Red Sudasiática de Modelos Económicos (SANEM por sus siglas en inglés) y de la ONG estadounidense Microfinance Opportunities, citado por la Organización Internacional del Trabajo, cuatro de cada cinco trabajadores ya habían cobrado a mediados de abril gracias a esta medida; aunque desde el CDI ponen en duda este dato.
El problema, con todo, dista mucho de estar resuelto. Cuando se permitió la reapertura con limitaciones de las fábricas a partir del 26 de abril, en varias ciudades los sindicatos denunciaron que no se cumplían las medidas de seguridad. Una denuncia que ratifica para Alfa y Omega Golam Maaiuniddin, coordinador de investigación del CDI, que además añade que estas medidas de seguridad solo «son recomendaciones no obligatorias».
2,7 millones de euros
Igual de preocupante es la imagen de las 419 fábricas que siguen cerradas porque las marcas occidentales para las que trabajan han cancelado los pedidos; a lo que se suma la escasez de materias primas. 80 han cerrado definitivamente. En abril, las exportaciones de Bangladés cayeron un 85 % y se cancelaron pedidos por valor de 2.750 millones de euros, en un sector que supone el 80 % de los ingresos industriales del país. Si en las primeras semanas el cierre de las fábricas afectó a más de dos millones de trabajadores de los cuatro que dependen de la industria textil, en junio podrían llegar a ser muchos más si no llegan pedidos nuevos. Al haber pasado tres meses desde el inicio de la crisis –explica Maaiuniddin–, muchos empleados podrán ser despedidos.
No todas las marcas de ropa occidentales han actuado igual. Tuomo Poutiainen, director nacional de la OIT en Bangladés, valora positivamente en declaraciones a Alfa y Omega el «compromiso» de bastantes de ellas, que «a pesar de sus propias dificultades están explorando vías de cumplir sus promesas» e incluso de hacer pedidos para la nueva temporada. Según Maaiuniddin, la Unión Europea ha jugado un papel en este sentido. «Su embajador en Daca aseguró que se apoyaría al país» y en Estados miembro como Suecia y Holanda ninguna empresa ha suspendido sus pedidos. «Otras, como Inditex, H&M, Marks & Spencer, PVH, KIABI y Target se han comprometido a aceptar y pagar los pedidos ya terminados y los que estaban en preparación. Primark ha establecido un fondo para pagar los sueldos de los trabajadores que estaban trabajando en pedidos cancelados», si bien el pago aún no se ha concretado.
Aprovechar el momento
Para los expertos no es suficiente con esto. «La velocidad y magnitud del impacto económico que ha sentido el sector textil bangladesí revelan su fragilidad», afirma el director nacional de la OIT. En la misma línea se pronunció el 15 de mayo el director general de la entidad, Guy Ryder. En un encuentro virtual de Nueva Economía Fórum, aludió a la situación en el país y pidió «plantear de otra forma las cadenas de valor» de la industria textil y la responsabilidad de las marcas a lo largo de todo el proceso productivo.
Más allá va la plataforma Fair Wear, que ve en la situación actual «una oportunidad única de reconstruir las estructuras de una forma más sostenible y justa». Desde el incendio de una fábrica en Dhaka en 2012 (que dejó 117 fallecidos) y el derrumbamiento de otra en 2013 (con un balance de 1.134 víctimas mortales) «se han visto algunas tendencias positivas en la mejora del bienestar de los trabajadores y la seguridad en el trabajo», según su último informe sobre el país. Sin embargo, se siguen produciendo jornadas laborales excesivas por un salario «que queda muy lejos de dar para vivir». Muchas fábricas siguen sin ser seguras. Además, «un gran volumen de la producción todavía se hace en fábricas informales fuera del alcance de las inspecciones».
- Apostar por la formalización de un sector en el que según el CDI solo el 5 % de las personas trabajan en condiciones que se puedan considerar de empleo formal.
- Mejorar la seguridad en el trabajo.
- Todos los implicados deben cooperar para desarrollar un sistema de protección social: prestación por desempleo, cobertura sanitaria, bajas…
- Precios finales que cubran el coste de una producción responsable en origen.
- Relación transparente y de colaboración entre marcas y proveedores, que impida cancelar pedidos sin contemplar otras soluciones. Contratos justos que incluyan cláusulas que protejan también a los proveedores si la marca no cumple sus obligaciones, y no solo al revés.