La nueva capilla de adoración perpetua en Madrid será «un regalo enorme»
La parroquia de San Manuel González, en San Sebastián de los Reyes, se prepara para abrir la quinta capilla de adoración perpetua en la diócesis de Madrid
«Desde que la parroquia empezó en un barracón, todos los jueves ha habido adoración y ahora parecía natural ampliar los turnos hasta conseguir que la adoración al Señor sea una realidad 24 horas al día y siete días a la semana, todos los días del año», asegura José Miguel Carretie, coordinador general de la capilla de adoración perpetua que próximamente se va a abrir en la parroquia de San Manuel González, en San Sebastián de los Reyes.
Se trata de la quinta capilla de adoración perpetua en la diócesis de Madrid y la número 57 en toda España, y nace bajo la especial protección del santo titular del templo, san Manuel González, el obispo de la Eucaristía, que dedicó su vida a cuidar de los sagrarios en todo el país para que el Señor siempre esté acompañado.
En solo dos semanas, el formulario de inscripción para pedir un turno de una hora semanal ante el Santísimo ya ha registrado un centenar de solicitudes, pero aún faltan más. «Queremos que haya dos adoradores por turno», explica Carretie, «por eso todavía tenemos que trabajar mucho por difundir esta iniciativa entre las parroquias de la zona, pero lo principal es lo que quiera hacer el Señor, porque es Él el que mueve los corazones». De momento, ya hay varios conventos de clausura rezando especialmente por esta intención, «y de manera insistente», asegura.
En la parroquia se ha creado ya un acceso por la parte de atrás, que da a «una capilla preciosa y muy recogida, en la que cualquier persona podrá entrar con seguridad a cualquier hora del día para estar a gusto con el Señor», explica el coordinador, para quien esta iniciativa es «un regalo enorme» no solo para la parroquia, sino también para la zona: «está demostrado que alrededor de una capilla de adoración perpetua los índices de criminalidad y de divorcios disminuyen».
Para Carretie, iniciativas como esta «son una necesidad para España y el mundo entero. Por muy piadoso que uno pueda ser, es difícil comprender hasta qué punto nos ama Dios, del modo tan cariñoso y personal con el que lo hace».
Por eso, adorar supone «profundizar en el misterio que uno se encuentra cuando se pone delante del Santísimo, y cuánto necesitamos hacerlo para llenarnos de su amor y que transforme nuestras vidas».