En cada parroquia de Corea se culmina el mes de mayo con la noche de María. Suele ser casi siempre la noche del 31 de mayo, y toda la parroquia se reúne en torno a la imagen de la Virgen que hay en la parroquia (muchas veces en el jardín) para hacer una vigilia. Se reza el rosario, se ofrecen flores a María, y los niños, jóvenes o los diferentes grupos de la parroquia cantan una canción o hacen un baile dedicado a la Virgen. Muchas señoras se visten con el traje tradicional han bok porque es un día de fiesta. Es una vigilia de tipo festivo que convoca a toda la parroquia en un clima muy alegre y desenfadado, pero a la vez oracional. Hay un momento muy emocionante al final en el que el laico que está al cargo de la parroquia o alguna madre, en nombre de todas las madres, lee una carta a la Virgen. Esa carta lleva las preocupaciones de los fieles, las cosas que son más difíciles en la parroquia, a veces también los sufrimientos del barrio o incluso del país; y es un momento donde de verdad se ponen a los pies de la Virgen las alegrías y sufrimientos de la parroquia. Uno se da cuenta en medio del silencio oracional que se crea de que la Madre recoge en sus manos todas esas súplicas y las eleva al Padre. Os llamará la atención ver en la foto que las señoras llevan velo blanco. Pues sí: en todo Corea la mayoría de las señoras usan el velo blanco en las celebraciones, signo del Bautismo y signo de oración y recogimiento.
Este año además, mayo nos trae otro regalo: Pentecostés. Una costumbre muy chula de las parroquias coreanas es repartir una tarjetita con un don y un fruto del Espíritu durante la Misa de ese día. Al terminar la homilía, cada uno sale adelante para escoger el don y el fruto que el Espíritu le quiere regalar este año y así, con inocencia de niños, todos los fieles se ponen en camino para recibir este pequeño regalo. Son detalles pequeños que se preparan con mucho amor. A veces esas tarjetitas tienen forma de paloma y te das cuenta de que las han recortado a mano; otras veces es algo impreso que se ha encargado, pero lleva además una palabra de Dios para meditar y está hecho para poner en un libro. Estos pequeños detalles hacen que la liturgia sea más cercana y que cada año esperemos estos momentos con la ilusión de los niños. El año pasado me tocó el don del temor de Dios y el fruto de la paz. ¿Qué me tendrá preparado Dios para este año? Lo más importante es, sobre todo, que con Pentecostés nos abramos a la voz y a la presencia del Espíritu, para que pueda guiar nuestras vidas, sacudirlas e impulsarlas cada vez más hacia la misma misión y Pasión de Jesús.