La Navidad llega por carta al reparto William Fonseca
Las cartas del PequeAlfa ya han sido entregadas a los niños de la Asociación Pan de Vida para Nicaragua, muchos de los cuales tienen que trabajar para poderse pagar el uniforme
Ya están vuestras cartas en Nicaragua y han conseguido una cosa increíble: que llegue la Navidad a todo el reparto William Fonseca, y no solo a los niños que van a la parroquia católica o a la Asociación Pan de Vida para Nicaragua, a quienes enviamos las felicitaciones. «Aquí tenemos seis iglesias evangélicas y muchos de sus fieles no celebran la Navidad». Además, «en las casas hay infinidad de problemas y más que oír hablar de Dios, o del nacimiento de Jesús, los niños escuchan sobre dificultades en el trabajo o entre los esposos», explica Brenda Martínez, la responsable local de la asociación. Ante esta situación, que llegaran 600 crismas escritos por niños españoles –y enviadas por PequeAlfa– a este barrio pobre situado a las afueras de la ciudad de León ha sido todo un acontecimiento que «ha ayudado a dar un paso más para difundir la Navidad en esta zona», asegura Brenda.
El paquete aterrizó el miércoles 22 de diciembre, exactamente a las cuatro de la tarde. «Cuando lo recibí sentí una alegría inmensa, porque teníamos previsto dárselas a los niños en una fiesta al día siguiente y no sabía si iban a llegar a tiempo». De esta forma, la celebración que organizó Martínez con el personal de la asociación salió redonda. Habían decorado la sala, con el nacimiento incluido y un gran ¡Feliz Navidad! colgado de la pared. Hubo reparto de regalos, una piñata, comida especial y, lo más importante de todo, el reparto de las cartas, cada una con el nombre de su destinatario, que fue una sorpresa para ellos. «Al iniciar la actividad les dije: “Lo más valioso que van a recibir hoy es una carta, que ha cruzado el océano, en la que un niño de España les felicita la Navidad, así que daros un abrazo para sentir esa fraternidad que ha llegado en un sobre”», detalla la responsable, que confiesa que era «tan potente la alegría que sentían los chicos que hubo un momento que incluso me tuve que sentar a descansar porque estaba agotada».
De entre todas las felicitaciones, Brenda recuerda la que recibió una niña en particular. «Aparecía dibujado un san Ignacio, con su cruz, y un texto en el que se leía: “Aunque no te conozco, te mando un fuerte abrazo y te deseo feliz Navidad”. La niña estaba entusiasmada y me decía: “¿Será doña Brenda que la podré conocer algún día?”».
Recolectores de polvo de maní
Los niños estaban tan contentos porque la fiesta, junto con todo el trabajo que hace la asociación a diario, les ha permitido abstraerse de la dura situación en la que viven muchos de ellos. «En la asociación les damos la comida que no pueden ofrecerles en sus casas. Son gente muy pobre», asegura.
Casi todos los niños, por ejemplo, trabajan para poder ayudar a sus familias. «Nuestro alrededor está lleno de huertas en las que se siembra maní (cacahuetes). Pues cuando pasa la máquina, durante la siega, un montón de chicos van detrás recogiendo lo que se le cae a la máquina porque no lo puede procesar. Incluso se llevan el polvillo que va dejando para luego venderlo». Con ese dinero, asegura Brenda Martínez, los chicos pueden costearse parte del uniforme –que ahora llega manchado de maní– o los cuadernos del colegio.