Benedicto XVI tiene un objetivo para esta Navidad: ayudar a redescubrir el verdadero misterio que se esconde detrás de las luces parpadeantes, de las grandes cenas y regalos. Las celebraciones que presidirá el Papa en el Vaticano, seguidas por millones de personas de todos los continentes, se convertirán en una oportunidad para mostrar que el cristianismo es la religión del Dios hecho hombre. Ése es el mayor de los escándalos y el mayor de los consuelos para toda persona.
A este objetivo, ha dedicado precisamente el Papa el tercer libro de su trilogía sobre Jesús de Nazaret, en el que muestra cómo la Navidad en Belén no es un cuento inventado por comunidades cristianas de los primeros siglos, sino un evento histórico que ha cambiado la historia de la Humanidad.
Este mensaje resonará en la basílica de San Pedro en la Misa del Gallo, en la medianoche de Navidad, que comenzará a las 21 horas con el canto de la Kalenda, el texto del Martirologio Romano que anuncia el Nacimiento de Jesús. Horas antes, se habrá inaugurado el Nacimiento monumental (150 metros cuadrados y más de cien estatuas) colocado en torno al obelisco de la Plaza de San Pedro del Vaticano, que este año es un regalo de la región sureña italiana de Basilicata. Ha sido realizado por el artista Francesco Artese, autor del Museo de la Natividad de Belén (1999), comisionado por la UNESCO, quien representa el misterio de la Sagrada Familia con sus valores de sencillez y fe, inspirándose en la tradición italiana que se remonta a la tradición creada por san Francisco de Asís.
Es tradición también que el árbol de Navidad sea regalado al Papa por alguna región europea. El abeto blanco que este año se eleva junto al Nacimiento ha sido donado por el pueblo italiano Pescopennataro (Isernia). Al encender las luces del árbol, el Pontífice explicó, el pasado 12 de diciembre, el mensaje que deja a quienes lo contemplarán en la plaza vaticana o en las pantallas de televisión. «Cuando en diferentes épocas se ha tratado de apagar la luz de Dios para encender destellos ilusorios y engañosos, se han abierto estaciones marcadas por la trágica violencia contra el hombre -decía el Papa-. Esto sucede porque, cuando se trata de eliminar el nombre de Dios de las páginas de la Historia, el resultado es que se trazan líneas torcidas, en las que las palabras más bellas y nobles pierden su auténtico significado. Pensemos en términos como libertad, bien común, justicia: si no están arraigados en Dios y en su amor, en el Dios que ha mostrado su rostro en Jesucristo, estas realidades se quedan con frecuencia a la merced de los intereses humanos, perdiendo su relación con las exigencias de verdad y responsabilidad civil».
Al día siguiente, el 25 de diciembre, a mediodía el Papa hará resonar esta recomendación, desde el balcón de la fachada de la basílica de San Pedro, al pronunciar su mensaje navideño. A continuación, impartirá su bendición urbi et orbi, y felicitará en más de sesenta idiomas al mundo por el Nacimiento de Jesús.
Benedicto XVI se despedirá del año 2012 en la tarde del 31 de diciembre con un acto de acción de gracias vivido en la oración, en la basílica de San Pedro del Vaticano. El Papa ha querido pasar esos momentos en adoración ante el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, que para el creyente es presencia real de Jesús. A continuación, se cantará en el templo más grande del catolicismo el tedeum (te alabamos, Dios), antiquísimo himno cristiano en prosa, el mismo canto que se elevó cuando fue elegido Papa en la Capilla Sixtina, hace ya más de siete años.
El Papa comenzará el año 2013 presidiendo, en la misma basílica, la misa con motivo de la Jornada Mundial de la Paz que lleva por tema Bienaventurados los que trabajan por la paz. La otra gran celebración de estas fiestas navideñas se vivirá el día de Reyes, cuando Benedicto XVI presida la misa en la Epifanía del Señor. Será un momento inolvidable, pues en esa ocasión ordenará obispo a monseñor Georg Gänswein, quien, desde el año 2003, es su secretario privado. A su hombre de confianza, el Papa le ha encomendado, además, la misión de ser Prefecto de la Casa Pontificia, encargado de organizar la concesión de audiencias públicas y privadas al Santo Padre.