La natividad del Met
La propuesta del Metropolitan Museum of Art preferida por los neoyorquinos cada año en Navidad es su belén napolitano
Como todos los diciembres, el Metropolitan Museum of Art en Nueva York, el Met, organiza un programa especial en el que invita al visitante a una experiencia navideña donde incluye exposiciones, conciertos, ofertas gastronómicas y mucho más. No obstante, la propuesta preferida de los neoyorquinos es, sin duda, la exposición del Baroque Crèche, su espectacular nacimiento napolitano del siglo XVIII de 140 piezas a los pies de un abeto azul de seis metros de altura. Esta aclamada instalación cobra aún más importancia al enmarcarse con la famosa reja del coro de la catedral de Valladolid (1763), atribuida al gran herrero español Rafael y Gaspar de Amezúa, que fue donada al museo norteamericano en 1956.
Las figuras del belén también fueron una donación, concretamente de Loretta Hines Howard (1865–1929), una de las mayores coleccionistas de belenes napolitanos del siglo XVIII. La filántropa estadounidense prestó su colección al museo en Navidad durante 40 años, hasta que, en 1964, decidió donarla completa. Desde entonces, el Met honra a su mecenas respetando la manera en la que ella misma decoraba su recopilación cada año. Para el árbol, combinaba las velas blancas (tradición protestante) con las mismas figuras del belén (tradicion católica romana). El estilo luterano de adornar el abeto con velas encendidas responde a una de las costumbres más remotas de la historia del árbol de Navidad. Las velas, sustituidas más adelante por el típico cable de lucecitas, representan la luz de Dios llegando al mundo.
El Met añade generosamente los ángeles napolitanos por toda la fachada del árbol, logrando la inclusión de este como elemento paisajístico de la escena de la Natividad. Parece como si la estrella de la copa fuese el astro que guió a los Magos y los ángeles aquellos que descendieron del cielo para no perderse el nacimiento del Niño Jesús o para anunciar a los pastores el suceso. Fabricados a mano por Giuseppe Sammartino (1720-1793) y su escuela de pupilos (Salvatore di Franco, Giuseppe Gori, Angelo Viva y Lorenza Mosca), estos ángeles son algunos mensajeros y otros incensarios. También se incluyen querubines en la parte baja del tronco, apoyados en la arquitectura del portal o incluso atrevidamente cerca del Niño alrededor del pesebre. También cabe llamar la atención sobre el detalle que encontramos en el dintel del portal: un medallón plateado con rayos que se podría confundir fácilmente con la famosa estrella, pero que en realidad es una representación del Espíritu Santo.
Todas las figuras miden entre 15 y 30 centímetros y se colocan siguiendo un orden concreto para conseguir la perspectiva más realista posible. Es fascinante que sus cuerpos estén hechos de estopa, alambre y terracota para dotarlos de flexibilidad y poder jugar con sus posturas de forma acorde con la expresión facial de cada uno. La vestimenta de tejidos naturales está soberbiamente enriquecida de bordados, joyas y complementos. Merece la pena observar cada figura con detenimiento y fijarse en la exquisitez de los detalles, especialmente la de los Magos, que llegan en caballo, camello y elefante.
Es un presepio completo: el misterio, los ángeles, pastores, ovejas, la cabalgata de los Reyes Magos y decenas de personajes de distintas razas, nivel social, ocupación… con una expresividad y realismo tan teatrales que invitan a adivinar el diálogo entre ellos. Estas numerosas agrupaciones de personajes anónimos de estilos tan variados responden a la escenografía de la ciudad de Belén invadida por la multitud venida del campo y de la ciudad para empadronarse, tal como narra san Lucas en el Evangelio. Una noche muy ajetreada y concurrida pero, a la vez, una noche de paz.