«La misma presencia del Papa en Mongolia constituye una invitación a la paz»
El secretario de Estado del Vaticano elogió el celo de los primeros cristianos en Mongolia, el ejemplo de los budistas perseguidos y reconoció que la visita del Papa a Mongolia puede ayudar al fin de la guerra en Ucrania debido «al lugar significativo que este país ocupa en el gran contexto asiático»
«Las expectativas son ciertamente grandes, tanto por parte del Santo Padre como de Mongolia, que ve por primera vez en su tierra a un Sucesor de Pedro», declaró el cardenal Pietro Parolin a los medios vaticanos el pasado miércoles. Según el secretario de Estado vaticano, el Papa tiene un gran interés en viajar en Mongolia para «encontrarse con una comunidad reducida en número, pero joven, vivaz, fascinante por su peculiar historia y composición». Subrayó además «la dimensión interreligiosa» de este viaje apostólico número 43, dado que Mongolia «tiene una gran tradición budista». Y por supuesto, la posibilidad de desescalar la invasión rusa de Ucrania.
«La misma presencia del Papa en Mongolia constituye una invitación a la paz», sostuvo Parolin, quien no ocultó «el lugar significativo que este país ocupa en el gran contexto asiático». «Esta visita lleva en sí misma el llamamiento al respeto a todos los países, pequeños o grandes, a la observancia del derecho internacional», recordó el italiano. Y nombró como pilares fundamentales «la renuncia al principio de la fuerza para resolver las controversias y la construcción de relaciones de colaboración entre los vecinos».
Preguntado además sobre un posible viaje a China, Pietro Parolin dijo que «todo el mundo sabe el interés del Papa» por visitar el país y reveló que «existe en el corazón del Santo Padre un gran deseo que ya ha manifestado varias veces públicamente».
Una comunidad universal
Aunque los católicos en el país son solo 1.500, «el entusiasmo con el que se preparan para acoger al Santo Padre es palpable», opinó Parolin. A su juicio, «su presencia se espera a la vez como una confirmación y un estímulo en el camino de la vida cristiana». Pero también los consideró la muestra perfecta de un «fascinante periodo de inculturación misionera» que Francisco siempre ha reivindicado en su pontificado.
En su entrevista Parolin explicó cómo el catolicismo, que nunca fue una confesión mayoritaria en Mongolia, arraigó en el país a principios de los años 1990 tras la caída del régimen comunista y la transición democrática. «Volvió a empezar prácticamente de cero». Fue entonces cuando «los primeros misioneros llegaron como pioneros, aprendieron el idioma, empezaron a celebrar en las casas, sintieron que el camino a seguir debía ser el de la caridad y abrazaron a la población local como si fuera su propio pueblo».
Los frutos, según el purpurado, consisten en que tras solo unas pocas décadas ha surgido «una comunidad católica en el sentido literal del término, una comunidad universal». Según apuntó el secretario de Estado, sus miembros provienen tanto del propio país como del extranjero y «con humildad, mansedumbre y sentido de pertenencia desean ser una pequeña semilla de fraternidad».
Diálogo con el budismo
Según el último censo de Mongolia, elaborado en 2010, un 53 % de sus ciudadanos se consideran budistas, lo que convierte a esta religión en la mayoritaria del país. Otro de los objetivos de esta visita, según reconoció Parolin, es estrechar lazos con esta comunidad. «La vía interreligiosa, la vía del diálogo ecuménico no son opciones de conveniencia o de oportunidad, sino que son caminos que, desde el Concilio, la Iglesia católica ha seguido sin sincretismos». El secretario de Estado sostuvo que el encuentro con otras confesiones puede ser de gran ayuda para acabar con las guerras en el mundo «¡y sabemos cuánto necesitamos hoy este mismo esfuerzo para construir la paz y la fraternidad!». Además, elogió la «sabia búsqueda de la verdad» y el ejemplo de los budistas del país, quienes llegaron a sufrir persecución por su fe.