La mayor caridad: evangelizar
«En la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, en la que todos adoramos y cantamos al Amor de los Amores, la Iglesia celebra el Día de la Caridad»: así comienza la Carta pastoral que el cardenal arzobispo de Madrid dirige a todos sus diocesanos, con motivo de la celebración, el próximo domingo, de la solemnidad del Corpus Christi:
Queridos hermanos y hermanas en el Señor: en la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, en la que todos adoramos y cantamos al Amor de los Amores, la Iglesia celebra el Día de la Caridad. Jesucristo, muriendo en la cruz, entregándose para dar nueva vida al hombre y salvarlo, nos da el ejemplo más claro de amor verdadero. Ha perpetuado este acto de entrega mediante la institución de la Eucaristía durante la Última Cena. «En la Comunión sacramental yo quedo unido al Señor como todos los demás que comulgan: El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan (1 Cor 10, 17). La unión con Cristo es, al mismo tiempo, unión con todos los demás a los que Cristo se entrega. No puedo tener a Cristo sólo para mí; únicamente puedo pertenecerle en unión con todos los que son suyos o lo serán. La Comunión me hace salir de mí mismo para ir hacia Él, y, por tanto, también hacia la unidad con todos los cristianos» (Benedicto XVI, Deus caritas est, 14).
Cuando el corazón humano se encuentra con Dios, se encuentra con Aquel al que, desde siempre, ha estado buscando; descubre que vivir la voluntad de Dios es lo más grande que en cada momento puede llevar a cabo; en esto consiste la vida plena a la que los hombres estamos llamados. Con Dios puedo vivir lo imposible, y amar también a las personas que no me agradan, o que ni siquiera conozco. «Entonces aprendo a mirar a esa otra persona no sólo con mis ojos y sentimientos, sino desde la perspectiva de Jesucristo. Al verlo con los ojos de Cristo, puedo dar al otro mucho más que cosas externas necesarias: puedo ofrecerle la mirada de amor que él necesita» (Benedicto XVI, Deus caritas est, 18).
El amor de Dios, que vivimos y celebramos en la Eucaristía, es la fuente y el origen del amor al prójimo, y poder amarle como Él le ama. Pero también el «amor al prójimo es un camino para encontrar a Dios, y cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte también en ciegos ante Dios» (Benedicto XVI, Deus caritas est, 16).
Situación dolorosa y frustrante
En este Año de la fe y que en nuestra archidiócesis, sintiendo el sufrimiento y el dolor de tantos corazones rotos de muchos de nuestros conciudadanos, estamos llevando a cabo la Misión Madrid, recordamos que la mayor obra de caridad es precisamente la evangelización. El mayor bien que podemos ofrecer al prójimo es compartir el pan de la Palabra de Dios, hacerle participe de la Buena Nueva del Evangelio, para que pueda relacionarse con Dios. La evangelización es la promoción más alta e integral de la persona humana. Pablo VI, en su Carta encíclica Populorum progressio, nos decía: «El anuncio de Cristo es el primer y principal factor de desarrollo»; y también Benedicto XVI: «La verdad originaria del amor de Dios por nosotros, vivida y anunciada, abre nuestra existencia a aceptar este amor haciendo posible el desarrollo integral de la Humanidad y de cada hombre» (Benedicto XVI, Caritas in veritate, 8).
Hace ya varios años que estamos inmersos en una grave situación que afecta a tantas personas y familias. Esta situación tan frustrante y dolorosa nos afecta fuertemente. También nosotros sufrimos y nos unimos al dolor de tantas personas heridas y frustradas. Por ello, junto al cordial agradecimiento a tantas personas que, viendo las dificultades de todos los golpeados por la crisis, se dedican a amar y a servir, acompañando y atendiendo a los más necesitados, pido a todos que atendamos a los más necesitados, que os dejéis guiar por la fe que actúa por el amor, pues nos apremia el amor de Cristo. La conciencia de que en Él, Dios mismo se ha entregado por nosotros hasta la muerte, tiene que llevarnos a vivir, no ya para nosotros mismos, sino para Él y, con Él, para los demás.
Este modo de vivir, amando y sirviendo, es vivir en plenitud, que sólo podemos conseguir sintiéndonos amados por Dios. Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida, y es en Él y con Él de quien recibiremos la fuerza, hecha caridad. Sin la caridad, que es generosidad sincera, servicio desinteresado y austeridad, será imposible introducir los cambios necesarios en el estilo de vida y en las costumbres sociales que han originado la crisis y que seguirán siempre amenazantes.
Que santa María, nuestra Madre nos lleve de la mano al encuentro de su Hijo, que, viviendo con Él, su amor llegue a nuestros corazones y nos dé fuerza para amar como Él nos ama, sirviendo y consolando a los que sufren, y construyendo un mundo nuevo y distinto, donde el amor de Dios sea la fuerza transformadora de la vida en nuestra sociedad.
El domingo 2 de junio, a las 19 h., tendrá lugar la Misa del Corpus Christi en la plaza de la Almudena, presidida por el cardenal Rouco, a la que seguirá la Procesión por las calles de Madrid; previamente, de 17 a 18 h., habrá Adoración, en unión con toda la Iglesia, en la Cripta de la catedral. Y el sábado, día 1, a las 21 h., será la solemne Vigilia en la catedral.
En su Carta para esta ocasión, el cardenal invita a todos a participar en la Misa y en la procesión posterior, y afirma que «el ambiente social que nos rodea sigue marcado por la preocupación por el paro y las consecuencias de la crisis económica», y que «la causa más profunda de esa crisis no es otra que el olvido de Dios. Sin embargo, Cristo, por su misericordia infinita, acude una y otra vez a nuestro encuentro. Cristo está aquí, Cristo está con nosotros y nos busca sin cesar».