Cuando desde la Asociación San Ricardo Pampuri me invitaron a participar en el encuentro Abrazar al diferente, o la locura de amar primero, me pareció tan sugerente que acepté. Siempre he pensado qué diferente es toda persona distinta de mí, cualquiera que no sea yo. Escuché hace años «que Dios nos había hecho en serio, no en serie», razón de la diferencia.
Llevo 20 años compartiendo la vida con mujeres de distintas nacionalidades y, por lo tanto, distintas costumbres, religiones, idiomas…, mujeres que han sufrido muchas violencias a lo largo de su vida; la última, ser víctimas de la trata con fines de explotación, en su mayoría sexual. Cuando las veo en la cotidianidad de cada jornada, en los procesos de recuperación que llevan a cabo, en la superación de dificultades, en la capacidad de cambio, constato que son muy diferentes a mí, son más fuertes, más valientes, más arriesgadas, tienen mucha más confianza en Dios que yo, que digo haber dedicado a Él mi vida. Hice un ejercicio y pregunté a varias personas qué entienden por personas diferentes. Transcribo algunas contestaciones: «Personas que han tenido peor suerte», «que no cumplen los estándares sociales» –¿qué será eso de estándares sociales?–…; no faltó quien habló de inmigrantes, marginados, excluidos, aprovechados… Percibo en sus respuestas, además de ignorancia, miedo a lo desconocido. A todo esto, nadie conocía de cerca a migrantes, excluidos, marginados… Les pregunté qué pasaría si vieran a las personas diferentes, a las migrantes, como oportunidad, cambio, reto, riqueza cultural… Nuevamente diversas respuestas. Me quedo con la de que «seríamos más libres, viviríamos con menos miedo».
Dios nos amó primero. Para abrazar al diferente hay que verle como al prójimo de la parábola del buen samaritano. ¿Será que tenemos que desarrollar la capacidad de amar con pasión y de padecer al lado de quien sufre? ¿Será que es un don de Dios y tenemos que desarrollarlo? Tengo la suerte de llevar años experimentando el abrazo sanador de las mujeres con las que vivo. El secreto es que he sido abrazada primero, y me ha preparado para amar.