La leyenda de la Virgen de los reyes
Según la tradición, san Luis IX de Francia regaló a su primo Fernando III el Santo de Castilla una imagen de la Virgen venerada aún hoy, 800 años después, por los sevillanos, con el título de Virgen de los reyes, aunque existe en la ciudad una leyenda distinta sobre el origen de esta talla
El próximo sábado, 30 de mayo, la Iglesia celebra la fiesta de San Fernando, Patrono de Sevilla, y del Arma de Ingenieros. La capital hispalense justamente se enorgullece con su Patrono Fernando III el Santo, especialmente vinculado a la Patrona de la archidiócesis sevillana, la Virgen de los reyes, cuya imagen, según la tradición, le vino a san Fernando como regalo de su también santo primo, Luis IX de Francia, 15 años más joven que él. Vale la pena recordar la historia de santos reyes, y de la Reina de los santos, de todos, y no en último lugar de los que ocuparon altos puestos en la sociedad, precisamente porque lo hicieron con la verdadera grandeza de la pequeñez, a ejemplo de María, la humilde esclava del Señor que sabe reconocer que es el Poderoso el que ha hecho obras grandes en mí.
En Poissy, de la diócesis de Chartres (Francia), nace el 25 de abril de 1215 el futuro rey de Francia Luis IX. En este año, pues, se conmemoran los 800 años de su nacimiento. Era hijo de Luis VIII, llamado El León, y de Blanca de Castilla. Hasta su mayoría de edad, ejerció su madre como Regente, al morir el padre. Se casó en 1234 con Margarita de Provenza, hija de Ramón Berenguer. Era el año 1236 cuando Luis IX es proclamado rey de Francia. Persiguió el duelo, a los blasfemos y perjuros. Sentaba tres pobres cada día a su mesa, lavándoles los pies. Recibió de Balwin, emperador de Constantinopla, una reliquia de la corona de espinas de Jesús; asimismo le llegó un gran trozo de la Santa Cruz y del hierro de la lanza de Longinos. Para su custodia construyó, en París, la conocida como la Santa Capilla (Sainte-Chapelle), la pieza gótica más exquisita de París, con unas vidrieras extraordinarias. Tras tres años de construcción se consagró en 1248. También dio el toque final a la Sorbona, la Universidad de París de fama mundial, donde, entre otros muchos personajes conocidos, estudiaron san Ignacio de Loyola y san Francisco Javier.
San Luis organizó la séptima cruzada, y emprendió la octava, embarcando, el 1 de julio de 1270, rumbo a Sicilia y continuando hasta Túnez. Pero cayó enfermo de peste y murió el 25 de agosto de 1270. Lo llevaron a Francia con todos los honores, y fue enterrado en la iglesia de San Dionisio de París. Fue canonizado por el Papa Bonifacio VIII en 1297. Su fiesta la celebramos el 25 de agosto.
Fernando III el Santo
Luis IX era primo del rey Fernando III el Santo. Cuenta la tradición que regaló al rey de Castilla y León la imagen de la Virgen, sentada, con su hijo sobre las rodillas, a la que se llamó Nuestra Señora de los Reyes, por ser un regalo del rey de Francia al rey de Castilla, aunque para los sevillanos hay una bellísima leyenda sobre el origen de la celestial imagen: Fernando III, antes de la toma de Sevilla a los árabes, tuvo en sueños la visión de la Virgen, sentada, con su Hijo en brazos, que le dijo: «Fernando, por tu gran piedad, yo te prometo que habrás de conquistar Sevilla». Conquistó la ciudad de la Giralda y encargó a varios escultores que reprodujeran la imagen que él había visto en sueños. Le presentaron varias imágenes, pero el rey Fernando decía que no eran igual, hasta que llegaron a Sevilla tres jóvenes escultores en viaje de estudios artísticos. El rey los acogió amablemente. Ellos, agradecidos, le dijeron que quisieran regalarle una imagen de la Virgen, con la «única condición de trabajar sin ser vistos». Se les preparó una habitación para su trabajo. Una de las sirvientas de palacio, al cabo de unas horas, oyó música celestial en el aposento y miró por la cerradura. Los escultores no estaban trabajando, estaban arrodillados y los envolvía un gran resplandor. Fue a comunicárselo al rey, que entró en la estancia y encontró la imagen de la Virgen, exactamente igual a la que había visto en sueños. Los escultores habían desaparecido.
Fernando III el Santo dejó escrito en su testamento el deseo expreso de ser enterrado a los pies de esta imagen, por eso podemos ver en la metropolitana catedral de Sevilla, en la capilla real, el altar de la celestial Patrona de la archidiócesis de Sevilla y, a sus pies, la urna de plata con el cuerpo incorrupto de san Fernando. También vemos el sepulcro de su mujer, Beatriz de Suabia, y de su hijo, Alfonso X el Sabio.
Dos historias que en Sevilla se unen en torno a Nuestra Señora de los Reyes, una queridísima imagen para los sevillanos, grandes amantes de la Madre de Dios.