La lección del santo profesor - Alfa y Omega

La lección del santo profesor

Una de las características que más sobresalen de la personalidad de Benedicto XVI es la forma tan didáctica con que presenta el Evangelio y el magisterio de la Iglesia; el lenguaje sencillo, accesible y riguroso que emplea al dirigirse a los fieles, sobre todo a los jóvenes; y su perfil de gran intelectual del siglo XXI. Por eso, personalidades del mundo de la Cultura y de la Universidad esperan el mensaje de este santo y sabio profesor para España

Redacción
Los jóvenes siguen ante las pantallas gigantes, en los aledaños de Notre-Dame, el discurso de Benedicto XVI en los Bernardinos, de París, en septiembre de 2008

Mensaje de esperanza y salvación
Ignacio Sánchez Cámara, Catedrático de Filosofía del Derecho

La JMJ es un acontecimiento histórico para España. La mera presencia entre nosotros del Papa ya lo es. Pero no es un acontecimiento casual. España, como en general Europa, es hoy tierra de misión. La que fue una civilización identificada con la cristiandad, necesita en nuestro tiempo convertirse para recuperarse a sí misma, para llegar a ser lo que verdaderamente es. En este sentido, para los católicos, cobra un sentido especial el hecho de que Benedicto XVI sea un Pontífice intelectual y europeo. No es irrelevante, no puede serlo para los católicos, que el Espíritu Santo haya promovido a la sede de san Pedro a un intelectual, a un profesor europeo. El mundo y Europa necesitan a un profesor europeo elevado a la condición de Papa. España también, y más aún. Y dentro de España, la juventud española, tan necesitada de orientación espiritual. España ha sido sometida en los últimos años a un proceso político de ingeniería social tendente, entre otros aspectos, a eliminar sus raíces religiosas. Prueba de ello son iniciativas legislativas como la legalización del aborto libre y el matrimonio entre personas del mismo sexo, la intromisión del Estado en la educación, la Ley de la Memoria Histórica, o proyectos en vía de aprobación como la Ley de Igualdad y no discriminación, o la ley sobre la llamada muerte digna. Nada necesita tanto la sociedad española y sus jóvenes como un mensaje de esperanza y salvación. Éste es el que nos trae el Pontífice. Lo que buscan los jóvenes, lo sepan o no, es a Cristo, y el Papa es su representante en el mundo. Por eso, Benedicto XVI busca el encuentro con los jóvenes y, en especial, con los jóvenes universitarios. No es casual la elección de El Escorial en quien conoce y admira tan profundamente las enseñanzas de nuestra Escuela de Salamanca. Pero no habla el lenguaje del pasado, sino el del presente y el futuro. Lo que nos espera, lo que tanto necesitamos ante la grave crisis intelectual y moral que padecemos, es la autoridad de un Pontífice profesor, cuyo magisterio ofrece lo que más precisamos: el sentido de la vida, que sólo puede proceder de quien declaró ser el Camino, la Verdad y la Vida; es decir, de Cristo. Todo deber es expresión de la alegría y del entusiasmo. Nuestro deber es acoger esta bendición, que representa la proclamación de un mensaje de esperanza y salvación. El error esclaviza. Sólo la verdad puede hacernos libres y salvarnos.

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La más grande revolución
Dalmacio Negro, de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas

En la Jornada celebrada el Domingo de Ramos de 1986, en la plaza de San Pedro, de Roma, decía Juan Pablo II que estas convocatorias tienen un carácter, al mismo tiempo, local y universal. Ciertamente, simbolizan la peregrinación de la fe de la Iglesia, el pueblo de Dios, por toda la ecúmene. Destacaría su carácter mundial, representativo de la universalidad de la fe cristiana, que se dirige a cada hombre concreto.

Lo que con una palabra discutible ha dado en llamarse la globalización, no es otra cosa que el hecho, lleno de significado profano, de que la unidad del mundo devino por primera vez una realidad en el siglo XX, como una unidad temporal, política, al entrar a formar parte todos los pueblos de la tierra de una única constelación política. Sin embargo, a su significación política visible la acompaña la trascendente de orden religioso, pues esa unidad es el resultado del universalismo de la fe cristiana y de la Iglesia que, también por primera vez, se hallan presentes y consolidadas, ciertamente no sin altibajos, retrocesos o fracasos, en el mundo entero. Las auténticas revoluciones son revoluciones espirituales –se hacen en las cabezas, decía Ortega-, y la cristiana es la más grande de todas las revoluciones, de la que las demás son una consecuencia.

El cristianismo abarca ya todo la tierra, tanto como una fe como a través de sus manifestaciones seculares, laicas, que van desde la filosofía y la ciencia, a la estética y la tecnología. En este sentido, no importa que algunas o muchas de ellas sean secularismos espurios: ideologías como el marxismo, el leninismo, el nacionalismo; bioideologías que pueden ser todavía más perversas y destructivas, como la ecologista, la feminista, la de la salud, y sus diversas derivaciones; los derechos humanos, la democracia, el capitalismo, el laicismo radical, entendidos como una religión o como sustitutos de la religión; etc. Las raíces de todo eso son cristianas. De ahí que, a mi entender, si por una parte el fin último de las Jornadas es la evangelización, consista, por otra, en la conmemoración de la entronización visible de Cristo como Rey del mundo, proclamada por Pío XI en 1925.

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JMJ: la aventura del Papa
Mercedes Gordon, periodista

Madrid será, del jueves 18 al domingo 21, Capital de la fe en ese Dios, uno y trino, al que algunos quieren olvidar. Madrid será una ciudad tomada por dos millones de personas creyentes y no creyentes, que de todo habrá, mayormente jóvenes procedentes de todo el mundo, pero mayoritariamente, como es lógico, de España. La XXVI Jornada Mundial de la Juventud que celebraremos esos días promete ser, para cuantos tengamos la suerte de vivirla (jóvenes y menos jóvenes), una experiencia humana intensa, llena de Dios. Su Santidad Benedicto XVI, testigo de Cristo, estará con nosotros como el mejor Maestro, para confirmarnos y fortalecernos en la fe del Dios que nos ama pese a nuestras maldades y quiere ayudarnos. Este apóstol sabio y santo, que Dios ha querido sentar en la cátedra de Pedro, nos mostrará esa personalidad suya, tan afable, tan rica y tan cercana con todos los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Esa capacidad suya de hablar con claridad y sencillez de lo fácil y de lo difícil del mensaje de Cristo. Este año ha dedicado a nuestros grandes místicos Teresa de Jesús y Juan de la Cruz dos interesantes charlas en las audiencias de los miércoles, el pasado febrero. El Papa ama a España y nos conoce bien: hijos predilectos, pero algunos, quizás, ahora despistados. A orillas del Manzanares, en el parque del Perdón, llamado antes el parque del Retiro, en las plazas más típicas, en las grandes avenidas, o en cualquier calle, las chicas y los chicos, acaso con una cerveza o un refresco en las manos, comentarán las palabras del Papa y hablarán de Dios. Muchos verán transformadas sus vidas. Surgirán vocaciones sacerdotales, vidas consagradas, amores verdaderos que acabarán en boda y en felices familias cristianas, abiertas a la vida, a la solidaridad, al trabajo, pero sobre todo a vivir con Cristo según la voluntad de Dios. El Espíritu Santo que Benedicto XVI invocará, se derramará sobre sus/nuestros corazones, llenándolos de paz y de fuerza para vivir confesando a Cristo, en el complicado mundo del siglo XXI. Ésta será la aventura del Papa con dos millones de jóvenes en un fin de semana en Madrid, para encontrar la verdadera brújula para la vida: Firmes en la fe, caminamos en Cristo, nuestro amigo, Nuestro Señor, cantarán al regresar a sus casas. Así son las JMJ creadas hace XXVI años por iniciativa del querido e inolvidable Beato Juan Pablo II.

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Pentecostés en Madrid
José María Gil Tamayo, consultor del Consejo Pontificio de las Comunicaciones Sociales

La Jornada Mundial de la Juventud 2011 -que, por cierto, no es un día solo, sino mucho más que una semana a la que ha precedido una cuidada preparación y seguirán, como ocurre siempre en este evento eclesial, numerosos frutos apostólicos- convertirá Madrid, del 16 al 21 de agosto, en el centro juvenil de toda la Iglesia católica. Especialmente ocurrirá esto en los días en que el Papa Benedicto XVI acompañe a los más de un millón de jóvenes de todo el mundo que se darán cita en la capital de España, según se desprende del número de los ya inscritos, el más numeroso en todas las ediciones de la JMJ. Las cifras de este encuentro ya son tan excepcionales por su magnitud que, incluso humanamente, convierten ya a este acontecimiento en grandioso por sí solo, y lo sitúan en la primera línea de los grandes eventos mundiales, además de reunir todos los ingredientes de difusión que lo hacen mediáticamente muy significativo y puntero en la utilización de las nuevas tecnologías de la comunicación.

Pero, sobre todo, la ciudad de Madrid se convertirá, este agosto de 2011, en el escenario de un verdadero Pentecostés juvenil, donde esta gran representación de la juventud católica mundial, acompañada de cerca de un millar de obispos y de miles y miles de sacerdotes, se reunirá junto al Santo Padre Benedicto XVI -como un día, nos cuenta la Biblia, lo hicieron los primeros cristianos alrededor del apóstol san Pedro- para confesar juntos la fe en Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, y renovar el compromiso evangelizador de transformar el mundo. Éste es el verdadero objetivo de la JMJ. Y en medio de toda esta escenografía juvenil, siempre sorprendente y nueva, Benedicto XVI aprovechará esta magnífica oportunidad para pregonar a todos su reiterado llamamiento a lo esencial de la fe, como lo hizo también Simón Pedro, el primer Papa, a la salida del Cenáculo, el día del primer Pentecostés: la propuesta salvadora de Dios misericordioso en su Hijo Jesucristo. El testimonio y las homilías de Benedicto XVI en Madrid van a dar a los jóvenes las adecuadas respuestas de la fe a los anhelos y carencias profundas del ser humano y del creyente, presentándolas actuales -¡siempre modernas!- para la vida concreta de hoy y de mañana. Por otro lado, en su enseñanza -llena siempre de sentido positivo-, el Papa Ratzinger no eximirá a los jóvenes del esfuerzo de llegar a las razones últimas de la fe y del obrar humano, y de acompañarlas con la imprescindible iluminación de la Revelación divina. Gracias al Espíritu Santo, los jóvenes de todo el mundo seguirán encontrando en el sucesor de Pedro un verdadero maestro de la fe y de humanidad. Igual que al comienzo ocurrió a los primeros cristianos con el antiguo Pescador de Galilea. Ahora les toca a los jóvenes seguir a Jesús de Nazaret, al que el Papa siempre remite, y echar las redes… La Historia se repite. Ojalá que también las generosas respuestas juveniles. Seguro que sí.

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Querido Pedro
José Andrés-Gallego, del Instituto de Historia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas

En los últimos años de la vida que pasó entre nosotros Juan Pablo II, se percibía la convicción, entre muchos católicos, de asistir a un momento importante en la historia de la Iglesia, y que esa situación -que casi se palpaba- tenía directa relación con la persona del que era entonces Pedro. Eran los años, sin embargo, en que se percibía también su decadencia física. Quedaba ya muy lejos el sacerdote polaco que practicaba el descenso de riesgo en algunos torrentes de su tierra. Y, en varias ocasiones, en público, en el coloquio que seguía a una charla o a alguna conferencia, había alguien que me preguntaba, entre la ilusión del presente y la preocupación por el futuro: ¿Que será de todo eso cuando muera Juan Pablo II? Era el momento idóneo para responder que uno carece de poder adivinatorio. Pero, cuando me lo preguntaron por vez primera, se me ocurrió una respuesta tan conforme con mi manera de pensar, que me sirvió para salir del paso felizmente en las otras tres o cuatro ocasiones que siguieron. Le dije: «Mire; si yo fuera el Espíritu Santo, lo tendría muy claro: Ratzinger. Pero, como no soy el Espíritu Santo, no tengo ni la menor idea de lo que ocurrirá». Después, me alegré enormemente, claro, de que el Espíritu Santo piense como alguien con muchas menos luces. Conocía a Joseph Ratzinger como teólogo y, precisamente por eso, comprendía el sacrificio que había hecho al aceptar la dirección de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y me parecía que el Espíritu no le abandonaba en esa empresa. Sencillamente, supuse que mucho menos le abandonaría en ésta de ahora. Somos muchos los que intentamos seguir de cerca a Pedro; nos alegramos con sus alegrías y nos apenan sus penas. Le seguimos, claro es, de formas muy distintas. Algunos somos constitutivamente cojos y vamos a la zaga. Pero la envergadura de los toros con que tiene que lidiar, queridísimo Pedro, hacen que haya que estar al quite hasta el último peón de brega. Son símiles taurinos que quizá haya incorporado a su conocimiento de nuestra lengua, pero que, en todo caso, no pueden ser más ajustados a la realidad. Bienvenido y a su disposición, de veras.

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Una nueva cultura
María del Rosario Sáez Yuguero, rectora de la Universidad Católica de Ávila

España es una nación privilegiada por la Visita de Su Santidad el Papa, para la Jornada Mundial de la Juventud, y estoy segura de que hablaremos de un antes y un después de este acontecimiento. El testimonio de fe de tantos miles de jóvenes será un signo de esperanza para los desencantados y los que piensan en procesos irreversibles. El encuentro del Papa con los profesores universitarios y autoridades académicas es una importante novedad, que supondrá un impulso para los universitarios católicos y para que las instituciones se comprometan en la apasionante tarea de la nueva evangelización que se nos está reclamando. Es necesario que reflexionemos sobre la identidad y misión de las universidades católicas, y sobre la tarea del profesor universitario en las universidades estatales o sobre la pastoral universitaria. El encuentro con el Papa, en El Escorial, será el comienzo de una era en la que afrontaremos con responsabilidad el papel de las universidades en la creación de una nueva cultura al servicio del hombre, impregnada de los valores cristianos. La fuerza del Evangelio es capaz de renovar las relaciones humanas, de poner de manifiesto la dignidad del hombre, de iluminar nuestras tareas docentes e investigadoras en la búsqueda de la Verdad. Gracias, Santo Padre, por venir a España.

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La grandeza del ser humano
Doctor José María Simón Castellví, presidente de la Federación Internacional de Asociaciones Médicas Católicas

Deseo que la Jornada acerque a muchos jóvenes a Cristo y que, aquellos que puedan tener vocación sanitaria, la acepten y la vivan con espíritu de servicio. Que sepan disfrutar de su profesión y del saber científico. Que sepan tratar al enfermo y a sus familiares, como al mismo Dios. Y que comprendan la grandeza del ser humano desde la concepción hasta la muerte natural.

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Buenos tiempos para los héroes
Raúl Mayoral, director general de la Fundación Universitaria San Pablo CEU

De la mezcla de adversidad exterior y congoja interior nace una tragedia. Pero la tragedia queda descompensada si le falta ese humano contrapeso heroico, que al luchar contra la adversidad reviste a la tragedia de su clásica grandeza. El revuelto y azaroso estado en que vive inmersa la economía occidental, o sea, casi mundial, está alcanzando niveles de tragedia. Lo que comenzó siendo un cúmulo de errores y excesos en el ámbito financiero, acarreó una terrible crisis económica, ha generado serios problemas políticos y ha degenerado en crudos conflictos sociales. Asistimos a un proceso de descomposición que provoca la destrucción de todo tipo de valores y referentes tanto materiales como espirituales, y propicia la desorientación y desesperación humanas.

Este agrietado y ruinoso panorama fue descrito y denunciado por un hombre, ¿un héroe?, en su encíclica Caritas in veritate. Advirtió que no es moral reducir el patrimonio del hombre a sólo lo terreno, y, menos aún, apreciarlo a la luz de un interés únicamente individual. Censuró el otorgamiento de un sentido reverencial al dinero. Acusó a aquellas teorías erróneas que van ganando terreno, a esas falsas ideologías y engañosa promesas que pueblan las sociedades de espectros y pretenden esclavizar el mundo. Afirmó que la agonía económica que padecemos es consecuencia de graves dolencias morales. Que no es posible organizar la prosperidad económica olvidando su fundamento moral. Recordó que, para lograr una resurrección material, antes es preciso un renacimiento espiritual. Subrayó, en fin, que no se hará nada de profundo y duradero para un nuevo orden sin una previa llamada imperiosa a la conciencia de la persona y a sus virtudes. Y que los católicos somos indispensables en esta Humanidad en crisis y que, ante la situación actual, ni nos entregamos a los fáciles halagos de las concepciones optimistas del porvenir, ni nos rendimos a la desesperación.

Ese mismo hombre acude a una España en desazón, afectada por una radical crisis de valores y entregada a un peligroso nihilismo. Una España en la que muchos jóvenes viven con el deseo de aferrarse al seguro de la roca firme. Con la esperanza de encontrar un sólido liderazgo moral, empachados de mandamases expertos en reducir a escombros la política y la economía, la sociedad. Una juventud que clama porque en épocas como las actuales no sea manipulada con complicadas y espesas tesis, sino aleccionada con realidades tajantes. No sea víctima de ocurrencias, sino dotada de ideas claras. No sea engañada por aventureros y soñadores, sino enseñada por auténticos maestros de la acción pacífica y constructiva.

Ese hombre, consagrado a la oración y al estudio, pero sin aislamiento del mundo y de su época, de espíritu humilde pero paciente, constante y perseverante, visita una España necesitada de una nueva evangelización. Se reúne con una juventud a la que es preciso oír, pero también con urgencia hablar. Con seguridad que su pregón será toda una llamada fuerte a conciencias dormidas para despertar entendimientos y corazones. Un resplandor que ilumine las verdades eternas y la belleza de espíritu, y así gozar de auténtica libertad. Ojalá que el testimonio del Papa Benedicto XVI en la JMJ de Madrid 2011 sea fecundo y propicio para sembrar héroes en un mundo moderno.

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Jóvenes para una nueva evangelización
Carlos Romero Caramelo, presidente de la Asociación Católica de Propagandistas y la Fundación Universitaria San Pablo CEU

El 28 de junio de 2010, durante la Vigilia de la festividad de San Pedro y San Pablo, en la basílica de San Pablo Extramuros, Benedicto XVI comunicaba la creación de un nuevo dicasterio dedicado a la Nueva Evangelización. ¿La novedad? El mensaje iba dirigido, fundamentalmente, a la vieja Europa, una tierra donde «el Evangelio echó raíces hace ya mucho tiempo…, pero en la que, en los últimos siglos, el proceso de secularización ha producido una grave crisis de sentido en la fe cristiana y en la pertenencia a la Iglesia». Unos meses más tarde, con motivo del Viaje apostólico a Compostela y Barcelona, el Papa, a instancias de un periodista que le preguntaba sobre el nuevo dicasterio, contestaba: «He pensado en todos los grandes países de Occidente, pero sobre todo también en España».

De nuevo, Benedicto XVI visita España, y no hemos de considerar casual que sea nuestro país el lugar escogido para celebrar la Jornada Mundial de la Juventud, por cuanto en este Papa las decisiones que toma distan mucho de entrar en el terreno de la casualidad. De hecho, un análisis de la nueva evangelización que él promueve, nos muestra a un Pontífice muy preocupado con tres aspectos de nuestro cristianismo: la fe que profesamos, el testimonio que damos de ella y, sobre todo, cómo la trasmitimos.

En su primera encíclica, Deus caritas est, el Papa manifestaba que «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, lo que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva». Éste es el punto central de nuestro cristianismo. A partir de esta primera cuestión, el Papa nos presenta el siguiente paso, al decir que, «para proclamar de modo fecundo la palabra del Evangelio, se requiere ante todo tener una experiencia profunda de Dios», porque en la misión evangelizadora de la Iglesia está el hecho de que, una vez realizado el encuentro con la persona de Cristo, los cristianos tenemos el deber de anunciarlo y compartirlo.

Esperamos y rezamos para que nuestros jóvenes vivan esta experiencia durante la Jornada Mundial de la Juventud, para que también ellos puedan y deban anunciar y compartir a Cristo.

Santidad, siempre está en nuestras oraciones. ¡Que Dios le bendiga!