La JMJ, un momento de gracia
Caminamos en Cristo, hacia la Jornada Mundial de la Juventud es el título de la Carta Pastoral que el arzobispo de Madrid, cardenal Rouco, dirige a los jóvenes, con ocasión de la Cuaresma. Escribe:
Me dirijo a vosotros, cuando estamos a punto de iniciar el tiempo de conversión que es la Cuaresma, para invitaros a vivir intensamente el tiempo que queda para la Jornada Mundial de la Juventud en el próximo mes de agosto. Al comienzo de este curso, mediante la carta pastoral Firmes en la fe, convoqué a toda la Iglesia diocesana a prepararse para este gran acontecimiento evangelizador, invitando a conocer a Cristo, a vivir arraigados en él mediante la oración y la gracia de los sacramentos y a dar testimonio público de la fe, con la alegría y la fortaleza de los cristianos de la primera hora de la Iglesia. Ahora me dirijo a vosotros, jóvenes cristianos, para animaros aún más en el empeño de hacer de los días de la Jornada Mundial un verdadero momento de gracia en el que los jóvenes de todo el mundo den testimonio valiente de Cristo.
He escogido este momento, al inicio de la Cuaresma, para dirigirme a vosotros porque la Iglesia sale al encuentro de Cristo despojándose del pecado y caminando hacia la luz de la verdad, que es el mismo Cristo. Queridos jóvenes, os invito a la fiesta, que tiene por centro a Cristo, hermano, amigo y Señor Nuestro, que nos ha liberado definitivamente del pecado y de la muerte. Éste es el misterio central de la fe, y, por tanto, el núcleo de la Jornada Mundial de la Juventud. Celebraremos a Cristo, nos alegraremos por su salvación. Y lo haremos, acogiendo a todos los jóvenes cristianos del mundo, y a los que quieran escuchar la voz de Cristo, para mostrar que la Iglesia es la casa de la comunión donde todos los hombres están llamados a encontrar la salvación.
Para ello, os animo a vivir la Cuaresma con las actitudes a las que nos exhorta la Iglesia: la oración intensa, la conversión de corazón, las obras de caridad y de testimonio cristiano.
Orad con intensidad
Desde que hemos empezado la preparación de la Jornada Mundial de la Juventud, he pedido la oración de toda la comunidad diocesana para que sus frutos sean abundantes. El éxito de Jornada, dice el Papa, depende de su preparación espiritual. Las comunidades de vida contemplativa no dejan de orar por esta intención. Y en las parroquias de Madrid se ruega todos los días al Señor por el fruto de la Jornada. Pero sois vosotros, queridos jóvenes, quienes estáis comprometidos en una oración intensa porque, en cierta medida, sois los protagonistas de este acontecimiento. Precisamente para ayudaros a orar, se compuso la oración de la Jornada, dirigida a Cristo, Amigo y Señor Nuestro. ¡Rezadla todos los días, como signo de comunión con todos los jóvenes del mundo que vendrán peregrinando!
La conversión del corazón
La Cuaresma es una llamada a la conversión, al cambio de vida. Se nos pide dejar la oscuridad del pecado y vivir en la luz de la gracia. También vosotros, queridos jóvenes, habéis sido convocados para vivir firmes en la fe, de manera que resistáis las múltiples seducciones del mal que nos rodea.
Esta firmeza se alcanza poco a poco, a lo largo de la vida, luchando contra nuestras inclinaciones desordenadas y abriéndonos a la caridad. Ese es el sentido del ayuno y de la penitencia, actitudes propias de la Cuaresma. Ayunamos de nosotros mismos, de nuestros gustos y caprichos; renunciamos incluso a nuestros propios bienes, para ayudar a los pobres y necesitados; nos privamos de lo superfluo para que otros no carezcan de lo necesario. Para llegar a estos comportamientos necesitamos la conversión del corazón.
¿Cómo podemos vivir estas actitudes en el camino hacia la Jornada Mundial de la Juventud? Ya desde ahora podemos trabajar para que la acogida de tantos jóvenes peregrinos sea un signo de la Iglesia que vive la comunión de bienes espirituales y materiales. Esta acogida es un reto a nuestra generosidad. Dar el propio tiempo y darse uno mismo es un acto de caridad que construye el bien común. En nuestra mente y en nuestro corazón están presentes ya los jóvenes que descubrirán cómo la Iglesia de Madrid ensancha sus límites y abraza a cuantos vienen a ella.
El testimonio cristiano
La Cuaresma, queridos jóvenes, nos ayuda a profundizar también en nuestra vocación cristiana en el mundo como testigos de la verdad del evangelio. No olvidéis que Jesús ha dicho sois luz del mundo y sal de la tierra. La vocación del cristiano es iluminar y vivificar, propiedades de la luz y de la sal. Basta echar una mirada misericordiosa a vuestros contemporáneos para descubrir que una gran parte de la gente yace en oscuridad y en sombra de muerte.
El gran Papa Juan Pablo II, cuya próxima beatificación ha llenado de gozo a toda la Iglesia, confiaba mucho en esta capacidad que los jóvenes tenéis para contagiar a otros la alegría de la fe y la esperanza en que este mundo puede cambiar con la fuerza del evangelio y la gracia de Cristo. Para ello, pedía a los jóvenes que no se conformaran con la mediocridad, que vivieran siempre en tensión hacia Dios, como testigos valientes de la verdad. No os desaniméis, buscad más bien el apoyo de la comunidad cristiana, el apoyo de la Iglesia. Queridos jóvenes, la Iglesia cuenta con vosotros. Necesita vuestra fe viva, vuestra caridad creativa, y el dinamismo de vuestra esperanza. Vuestra presencia renueva la Iglesia, la rejuvenece y le da nuevo impulso».