La industria textil y la esclavitud en España
«Los esclavos constituyen una amplia fuerza de trabajo que soporta una economía global de la que todos dependemos». Lo dice Kevin Bales en su libro Gente desechable. Nuevas esclavitudes en la economía global. Si un esclavo en 1850 podía costar entre 1.000 y 1.800 dólares, hoy el precio oscila entre los 40 y los 80. Y en el fondo todos lo sabemos: las prendas que nos ponemos, y el 95 % de los juguetes con los que juegan nuestros hijos provienen de la esclavitud. También lo padecemos o lo padecerán nuestros hijos: el paro y la explotación laboral son consecuencia directa de este sistema esclavista que opera a nivel mundial. En nuestro propio país existen talleres clandestinos de fabricación de prendas. Lo saben vecinos que escuchan las máquinas en los sótanos de ciertos barrios de Madrid.
Dentro del sistema esclavista, el sector textil es de los más salvajes. Lo conocemos porque desde Brasil, México, Argentina y Marruecos nos llegan las denuncias. Martín Barrios, encarcelado por denunciar a la industria maquilera en el Valle de Tehuacán (México), lo pudo contar en el Congreso Rompiendo Cadenas en 2014. «Trabajar para la industria global significa explotación», denunció. Marcas como Levis, Kalvin Clein, Ralph Laurent… producen en condiciones de semiesclavitud. Se trabajan 14 horas diarias, incluso los domingos. Acoso sexual a las mujeres, acoso laboral, despidos arbitrarios… Algunas de esas empresas ya se habían trasladado a Asia en busca de mejores condiciones. Eso supone de hecho más esclavitud y muerte. Recordemos que la catástrofe del edificio Rana Plaza de Bangladés, en abril de 2013, causó al menos 300 víctimas mortales y 1.000 heridos.
¿Y en España? Las principales marcas españolas de la industria textil como el Grupo Inditex, el Grupo Cortefiel, el Grupo Induyco (Emidio Tucci) y Mango imponen las peores condiciones laborales en Asia y norte de África. Nuestra situación de frontera, lejos de suponer un problema, es una ventaja para el grupo Inditex. El 60 % de los talleres textiles de la provincia de Tánger-Tetuán trabajan para ese grupo. Si hay que trabajar un domingo para servir un pedido de ropa en 24 horas para enviar al otro lado del mar avisan a las trabajadoras el día antes. Por eso Zara puede renovar cada 20 días sus escaparates… Fátima Allemmah pertenece a la asociación de obreras del textil Atawassoul. Ella nos describía hace unos meses las mismas condiciones que ya nos contó Martín Barrios.
Bales dice: «La corrupción acompaña a la nueva esclavitud». Fátima nos lo confirmaba: «Los inspectores de trabajo salen con trajes en la mano de las inspecciones». La argentina Alicia Peressutti, que presentó en marzo nuestra asociación, también lo denuncia: sin corrupción no hay trata. Gustavo Vera dice que el problema son los que cuentan los billetes de la esclavitud y blanquean su dinero en los bancos. «Está en los genes del capitalismo». Esto nos dicen los compañeros de lucha del Papa Francisco. ¿Encontrará el Papa compañeros en España? Creemos que sí.