La Iglesia trabaja por Aragón - Alfa y Omega

La Iglesia trabaja por Aragón

Las seis diócesis de la comunidad buscan visibilizar el servicio que presta la Iglesia católica a la sociedad aragonesa los 365 días del año a través de seis rostros concretos

Iglesia en Aragón
Foto: Web Trabajamos por Aragon.

Amparo, Ana, Rosa, Nacho, Juan y Silvia. Estos son los protagonistas de la campaña Trabajamos por Aragón, seis rostros que representan a los miles de creyentes –miembros de la Iglesia católica– que cada día se entregan en Aragón para mejorar la vida de los demás sin esperar nada a cambio. Fuera de los focos, tanto en la acción como en la contemplación, con la esperanza de construir una sociedad más humana y fraterna.

La campaña, que gira en torno al especial web trabajamosporaragon.es, humaniza los números de una institución que, solo en Zaragoza, presta al año más de 460.000 servicios para mitigar la pobreza y pone a disposición de la sociedad decenas de centros que atienden a mujeres víctimas de violencia, promueven el trabajo, rehabilitan a drogodependientes, asisten a inmigrantes, personas mayores, enfermas y con discapacidad, guarderías infantiles, consultorios familiares, etc.

Hasta el 10 de noviembre, la web se promocionará con una intensa campaña en las seis diócesis aragonesas: Teruel y Albarracín, Barbastro-Monzón, Jaca, Huesca, Tarazona y Zaragoza. En la capital está prevista la presencia en distintos elementos del mobiliario urbano y autobuses. Además, se van a repartir 50.000 dípticos.

Escuchar

«Cuando vine a este centro no sabía lo que era la prostitución. Solo de lo que había visto en películas o leído en los libros. Pero llegas aquí y te das cuenta que Pretty Woman no existe». Rosa María Jiménez era una ama de casa, casada con un militar con el que había cambiado de domicilio varias veces. Cuando se quedó viuda decidió hacer algo por los demás y Cáritas le ofreció formar parte de los voluntarios de un nuevo centro llamado Fogaral en Zaragoza. Era 1988. Desde entonces, ha atendido a muchas mujeres y a día de hoy es responsable de los voluntarios del centro.

La España vacía

El párroco comienza la Misa del domingo en Albarracín preguntado a la veintena de fieles que se congregan en los bancos cómo se encuentran esa mañana. Todos le conocen pero les resulta extraño responderle directamente y Nacho Hernández se lo recrimina con algo de sorna. Nacho es sacerdote en Albarracín, en la España vaciada. Tiene a su cargo doce pueblos: en tres no vive nadie y en el resto la media es de 30 personas. Cuando hace mal tiempo, la feligresa de alguno de estos lugares le manda un mensaje para que no vaya. «La gente mayor no sale de casa si hace mucho frío y, si voy, se sienten en la obligación de no dejarme solo en la iglesia», cuenta.

Música para el recogimiento

Juan San Martín acude todos los días a la catedral basílica del Pilar con paso animado y mirada vivaracha. Podría ser cualquiera de los zaragozanos que tienen entre su rutina pasar a saludar a la Virgen del Pilar antes de cualquier quehacer, pero él viene todos los días a trabajar. Es el organista titular, un título que se ganó con esfuerzo tras aprobar la oposición para tal puesto. Su tarea es acompañar la Misa que se realiza de lunes a sábado a las nueve de la mañana y las dos ceremonias de los domingos; ponerle, al fin y al cabo, música a la espiritualidad. Y tiene unos escuderos de altura para esta tarea: los infanticos, los niños del coro vestidos de rojo y blanco que son toda una institución en Zaragoza.

Una segunda oportunidad

Sor Amparo es la enfermera del programa Chatillón de Teruel, que presta atención humanitaria a mujeres inmigrantes en situación de vulnerabilidad. La Residencia Sagrado Corazón de Jesús era una casa para universitarias que llegaban a la ciudad desde diferentes pueblos de la región, gestionada por las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Hace años que estaba vacía, pero, desde agosto, ha tenido que volver a abrir sus puertas para dar cobijo a quien más lo necesita.

El calor de un hogar

Ana Gota dirige la Casa Familiar de la Fundación Blanca de Huesca, una residencia destinada a personas que tienen un alto grado de dependencia o que, por su situación de vulnerabilidad, no tienen domicilio. Esta casa se convierte en su casa y las personas que están dentro, en una familia. Ana habla con pasión del proyecto porque cree en él y ambos han crecido juntos. Llegó aquí como voluntaria después de terminar Psicología, con toda la teoría bajo el brazo pero sin experiencia. «Quería tocar la realidad», dice. Así, empezó en terapias individuales y de grupo y se acabó enganchando. «Mi voluntariado evolucionó. Participé en el programa de atención a la mujer que ejerce la prostitución y luego me ofrecieron media jornada». De ahí a jornada completa, la gestión de recursos humanos y, desde 2014, directora de la casa.

Tradición

Los vecinos de Barbastro se sienten orgullosos de su Semana Santa, tanto, que el 15 % de sus habitantes participa de una manera u otra en la celebración. Niños que con 8 años ya llevan cinco saliendo de procesión, bisabuelos que han visto incorporarse a la cuarta generación y hasta padres que han empezado a participar gracias a los hijos. Es el caso de Silvia Peropadre. Su hija se apuntó a la cofradía de los Escolapios y consiguió convencer al resto de la familia. Hoy Silvia es presidenta de la Junta Coordinadora de Cofradías de la Semana Santa de Barbastro, declarada en 2016 Fiesta de Interés Turístico Nacional.