Mario Iceta: «La Iglesia trabaja de tú a tú» - Alfa y Omega

Mario Iceta: «La Iglesia trabaja de tú a tú»

«La Iglesia siempre ha trabajado de tú a tú». Ocurre con Cáritas, y debe ser así también con la pastoral familiar y de la vida en todas sus facetas —no nacidos, discapacitados…—. Monseñor Mario Iceta, obispo de Bilbao, doctor en Bioética y nuevo presidente de la Subcomisión para la Familia y Defensa de la Vida de la Conferencia Episcopal Española, cree que el principal reto ahora es conseguir «que los documentos lleguen a pie de calle»

María Martínez López
Recién nombrado obispo, aún en Córdoba -donde fue Vicario episcopal-, don Mario Iceta abraza a un hombre discapacitado

¿Cómo valora el intento de promover iniciativas provida en las parroquias?
Muy positivamente. A nivel diocesano, hay instituciones como los COF, que ayudan a las gestantes. Pero tenemos que dar un impulso en la capilarización, para que esto llegue a todo el tejido diocesano, a las parroquias. Tenemos todavía un largo camino que recorrer, mediante la formación de personas capacitadas. Esto debe ir unido a lo que ya se hace con la pastoral familiar. La Iglesia siempre ha trabajado de tú a tú. Por eso, hay Cáritas en cada parroquia, no sólo una diocesana. El Santo Padre nos pide que vayamos a las periferias existenciales. La pobreza material es una de esas periferias. Pero también lo son estas pobrezas afectivas, las rupturas, las situaciones de violencia… Tenemos que estar en ellas persona a persona.

¿Van en esa línea las prioridades de la Subcomisión?
En estos años, se ha realizado un gran trabajo. Se han aprobado documentos excelentes, de gran consistencia y que dan respuesta a los desafíos actuales. Ahora, tenemos el reto de buscar una pedagogía para que lleguen a pie de calle, a las parroquias, a las familias. Un segundo reto es ver cómo ayudar a las familias en dificultades —matrimonios donde el amor ha sido herido, que se han roto—; acompañarlas y tener medios de formación para las personas que hagan este acompañamiento.

En cuanto a la defensa de la vida, estamos pendientes de la reforma de la ley. Un aspecto positivo es el cambio de perspectiva. Ya no es una ley del derecho al aborto, sino de defensa de la vida y de protección de la maternidad. Tenemos que ver cómo defender estos dos bienes: el de la madre gestante con dificultades que le hagan pensar que es difícil llevar adelante su embarazo, y esa vida que se está gestando. En el debate, el nuevo ser es el que menos protagonismo tiene. Pero son dos bienes que hay que proteger, y la sociedad tiene los medios para hacerlo.

Más allá de los tópicos que surgen siempre sobre el aborto, ¿cuál cree usted que es el problema real?
En el fondo, hay una concepción distinta de la vida y las relaciones humanas. Hay un profundo debate antropológico y ético. Toda la ideología de género y el feminismo radical nacen de corrientes que iniciaron con Marcuse, un materialista práctico, y fueron aplicadas por Simone de Beauvoir. Esta ideología ha ido calando en la sociedad. Vivimos en una cultura posmoderna donde quizá se ha extendido una concepción alterada de lo que es la libertad. Los grandes principios de la civilización se han ido debilitando, y campan el individualismo y el materialismo. Esto es un caldo de cultivo para que una serie de ideologías crezcan. La Iglesia no va contra nadie, aunque a veces se la pinte como beligerante. Lo que quiere defender es la verdad antropológica de la persona humana. Y lo hace con sus armas: la verdad, la caridad, el servicio…, aunque le cueste el martirio, el ser perseguida, denostada, o incluso agredida.

¿Cómo puede la Iglesia transmitir este mensaje?
Hay que trabajar a tres niveles, y los tres son necesarios. El primero es, ciertamente, el actuar. La Iglesia no sólo predica: se implica en primera persona, tiene mecanismos para dar respuesta con sus actos; está vendando heridas. El segundo nivel es el testimonio de cientos de miles de matrimonios sobre la alegría del matrimonio y de la vida. Y el tercer nivel es el debate de las ideas. En esta crisis cultural, el debate es fundamental. El problema es que, hoy, hay una grandísima pobreza de ideas en este debate y, en esta sociedad de Twitter, no apetece afrontarlo. La gente parte de tópicos sin fundamentar, que se dan por hechos.