La Iglesia se embarca en el Año de la fe. El pueblo de los milagros - Alfa y Omega

La Iglesia se embarca en el Año de la fe. El pueblo de los milagros

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

La Iglesia es el pueblo que ha visto milagros. Es el pueblo que conoce el nombre del Creador de las galaxias, que ha descifrado la firma escondida tras el ADN de todas las células. Desde hace veinte siglos, los católicos llamamos Padre al Autor de la vida: el que la crea y la sostiene, el que llama a la existencia a los niños, y a la vida eterna después de la muerte.

En el abrazo de Dios a la carne, hemos cambiado los pecados que nos dejaron huérfanos por una Madre: María. Y sólo el Espíritu puede hacer que un puñado de pecadores nos llamemos hermanos en la Iglesia. Desde entonces, vencemos el miedo con la certeza de que Dios nos perdona hasta la Cruz; y cuando queremos pisar nuestra Patria, nos basta con mirar al cielo.

Desde hace 2.000 años, de las catacumbas a la JMJ de Madrid 2011, la Iglesia católica levanta los ojos al cielo para confesar la fe.

El Credo que cree, sabe y proclama la Iglesia es la confirmación de una experiencia: que Dios pasa y sigue pasando por la vida de generaciones enteras. No es un mero requisito obligatorio para decirse católico, sino la oferta de vida que hace Dios al hombre. Al final, rezarlo despacio no es más que saber mi origen y mi fin. Credo, para saber quién soy.

Benedicto XVI, en la Carta apostólica Porta fidei, con la que convoca el Año de la fe que comienza hoy mismo, nos ha animado a todos a «redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada». Porque no hay nada que haga más daño al amor que la inercia, no hay nada que debilite tanto la fe como darlo todo por sabido y por creído. En la apertura del Sínodo de los Obispos sobre la Nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana, que ha dado comienzo esta misma semana, el Relator General, el cardenal Donald Wuerl, ha destacado que «la secularización ha modelado dos generaciones de católicos que no conocen las oraciones fundamentales de la Iglesia».

Por eso, el Papa ha señalado, en la misma apertura del Sínodo, que «sólo un nuevo encuentro con el Señor» puede llenar «de significado profundo y de paz nuestra existencia»; y que el «redescubrimiento de la fe es fuente de gracia que trae alegría y esperanza a la vida personal, familiar y social». De ahí que, en realidad, el Año de la fe supone vivir más intensamente una vida que no se puede vivir de otra manera: con los ojos fijos en Aquel que inició y completa nuestra fe.

El Credo tiene también una dimensión netamente evangelizadora. El cardenal Rouco Varela, al convocar a la Misión Madrid, ha señalado «la finalidad y el contenido de la misión: proclamar el Credo, la fe que salva al mundo». De ahí nacen los testimonios de las siguientes páginas; entre la nube de testigos que conforma la Iglesia, son doce experiencias que coinciden en lo mismo: que Dios es Padre, y está con nosotros y por nosotros. Y eso es lo que vamos a vivir y proclamar este Año de la fe.