La Iglesia facilita el encuentro entre víctimas y abusadores
Diócesis y congregaciones organizan encuentros de justicia restaurativa con el objetivo de promover el perdón. Para realizarlos, la víctima ha de poder expresar los daños sufridos y el agresor el mal provocado
«Gran parte de lo que necesita una sanación por abuso sexual es que el victimario pueda ponerse delante de la víctima y pedirle perdón. ¿Es posible? Sí, es posible, y sería deseable. Se hace en un tanto por ciento muy pequeño, porque no todas las víctimas son capaces de ponerse delante de su victimario, ni todos los victimarios han pasado por un proceso que les permita ponerse delante de las víctimas. Se puede hacer y se está haciendo». Lo dice Jesús Rodríguez Torrente, coordinador del Servicio de Coordinación y Asesoramiento de las Oficinas de Protección de Menores de la Conferencia Episcopal Española (CEE), tras la apuesta de la Iglesia española por la justicia restaurativa en este ámbito. Este elemento en el abordaje de los abusos sexuales ha sido objeto del último encuentro de oficinas de protección de menores, celebrado en Madrid el pasado 3 de marzo con el título Encuentros entre víctimas y victimarios: ¿una relación posible?
De esta convocatoria han salido cuatro equipos de trabajo a nivel nacional, formados por personas tanto de oficinas diocesanas como de congregaciones, que constituyen un grupo denominado Justicia Restaurativa, cuyo objetivo es sentar las bases para la difusión de estos encuentros en España. Este impulso responde a la decisión de la última Asamblea Plenaria de la CEE, que aprobó por mayoría cualificada el protocolo marco de prevención y actuación en casos de abusos, que incorpora, precisamente, la justicia restaurativa.
Otro asunto es que se puedan dar las condiciones para llegar a este tipo de encuentros, algo que para Rodríguez Torrente necesita «un doble proceso». Por un lado, la víctima «ha de ser capaz de expresar los daños y cómo los ha sufrido», para lo cual necesita «muchos años de trabajo a nivel psicológico, espiritual y humano». Además, el victimario «debe reconocer que ha provocado males muy duros en otras personas», lo cual es posible «si ha sido acompañado por profesionales que le pueden asesorar y ayudar para no huir de su realidad y asumirla». Sin esas dos premisas, la justicia restaurativa «es imposible». Y cuando se consigue «es obligatorio que se realice a través de mediadores y expertos que trabajen con uno y con otro» como paso previo, señala Rodríguez Torrente.
Una hemorragia sanada
Ya se han realizado algunas experiencias en España hasta la fecha, sobre todo los salesianos, con la ayuda de Julián Ríos, uno de los mayores expertos en este ámbito en España. «Hay otras congregaciones que están preparando encuentros y en las diócesis se están gestando las condiciones para que puedan tener lugar», confirma el coordinador.
A la hora de valorar si esta es una herramienta imprescindible para la sanación de las víctimas, Rodríguez Torrente contesta que «lo imprescindible es que las personas sanen sus heridas, porque uno no puede vivir con una hemorragia abierta. La sanación consiste en cortarla para que no genere más problemas». En este punto, señala el ejemplo de la hemorroísa del Evangelio, que «después de toda una vida siendo denostada por una herida que la apartaba de todo el mundo, fue capaz acercarse a Alguien que creyó en ella, que la restauró y la sanó». Por todo ello, defiende que «es deseable para la sanación que se llegue a este tipo de encuentros, pero es verdad que las víctimas también se pueden sanar con un buen acompañamiento, una buena terapia y una buena vida espiritual».
Durante las entrevistas, según explica Rodríguez Torrente a Alfa y Omega, «siempre aparece la palabra perdón, porque el encuentro entre ambos tiene como objetivo que el victimario finalmente pida perdón. Si esto no se da, no puede haber encuentro. Es absolutamente necesario». Sin embargo, «hay que ir mucho más allá», añade el coordinador de las oficinas de atención a víctimas, «pues a veces se abusa de esta palabra sin darle el contenido que tiene». Así, continúa, «es preciso tener una conciencia clara de que el perdón es algo que se construye y se reconstruye una y otra vez, hasta que puedan vivir con dignidad todas las personas: las humilladas y abusadas». De ahí que concluya que el perdón «lo debamos trabajar como una forma de reconstrucción».
Atención y prevención
Jesús Rodríguez Torrente es consciente de que el abuso sexual «es la destrucción de la persona, muchas veces en un momento en el que es más vulnerable: siendo menor y sin capacidad de defenderse». Se trata de un daño que «tiene consecuencias que luego se arrastran durante años». Por eso, las oficinas de protección de menores —202 en toda España, de las que 60 son diocesanas y 142 están vinculadas a congregaciones religiosas— «están siendo unos puntales increíbles para la ayuda a las víctimas, sobre todo, en la prevención de abusos y en la formación de cara al futuro».
Asimismo, señala que en este momento se están implementando en todas ellas cursos de prevención y formación para los agentes que están trabajando con menores o tienen alguna relación con ellos en el ámbito de Iglesia: sacerdotes, religiosos profesores, catequistas, voluntarios y seminaristas. Además, su labor se extiende también a niños y adolescentes, «para que puedan detectar cualquier amenaza de abuso». A ello se une la organización de encuentros nacionales, en los que se abunda sobre cuestiones jurídicas, de protocolo y de asistencia. «Con tan poco tiempo de vida, están desarrollando una labor increíble», afirma.
En definitiva y a modo de resumen, concluye Rodríguez Torrente, se trata de un trabajo ingente que discurre en dos sentidos: «Atender y acompañar a las víctimas, por una parte, y prevenir y formar a nuestros agentes para que no existan más casos y, si se dan, atajarlos cuanto antes».