La Iglesia estrena los corredores de hospitalidad
Los primeros beneficiarios son dos de los tres migrantes que llegaron a Canarias en el timón de un petrolero. El pasado lunes aterrizaron en Madrid
Los corredores de hospitalidad promovidos por el Departamento de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española (CEE) ya son una realidad. Este pasado lunes, 23 de enero, llegaron a Madrid desde Canarias los primeros beneficiarios, ha informado este organismo de los obispos españoles a través de su página web.
Se trata, como ya avanzó Alfa y Omega hace unas semanas, de dos de los tres migrantes nigerianos que llegaron a Las Palmas de Gran Canaria a principios de diciembre tras pasar once días encaramados al timón de un petrolero, el tiempo que tardó en hacer el recorrido desde Lagos (Nigeria).
El proyecto, cuyos detalles se están ultimando en un documento, promueve el trabajo en red entre diócesis y entidades de Iglesia para facilitar la movilidad e inclusión de las personas migrantes que están en Canarias, sobre todo, jóvenes en situación de calle o vulnerabilidad, señalan desde el Departamento de Migraciones.
Además, este gesto busca provocar una reflexión de las administraciones públicas, que «son quienes tienen la responsabilidad y los medios para acelerar el traslado de personas a la península».
Un caso paradigmático
El caso de Henry y de su compañero es especialmente significativo, pues la Iglesia no solo se volcó en la acogida —de la que ahora se ocupará Cáritas Diocesana de Madrid—, sino que su labor fue crucial para que los tres hombres nigerianos no fuesen tratados como polizones y devueltos a su país. Hoy, tienen admitida su solicitud de protección internacional gracias a esta actuación.
Uno de los hombres, Henry, narró en entrevista con este semanario que está vivo gracias a la providencia. «Dios me salvó. No fueron mis fuerzas», reconoció. Es creyente. Católico. Y esto que dice no es descabellado, porque, según el claretiano José Antonio Benítez, que lo asistió en su estancia en Canarias, si el barco hubiese ido cargado no lo habría contado. Con un poco más de peso, estaría ahora bajo el océano.
Los motivos que le hicieron huir de su país son la violencia —Biafra, la zona en la que vive, es un polvorín por los enfrentamientos entre las fuerzas oficiales y grupos separatistas—, el hambre y la falta de oportunidades. Problemas que se van a agravar este año con las elecciones presidenciales.
«Me fui porque quiero sobrevivir y ayudar a mi familia. La violencia es un problema, la comida es un problema, el trabajo es un problema. Ya estoy escuchando que este año volverá la guerra y morirá gente», reconoció.