La Iglesia española se vuelca en la acogida de los refugiados afganos
Solo la Orden de San Juan de Dios ya ha acogido a 91 personas en centros de toda España. En Valencia, la archidiócesis ha ofrecido las instalaciones de la CIudad de la Esperanza
La experiencia de la Orden de San Juan de Dios en la acogida de refugiados –iniciativa que puso en marcha en 2017 y a través de la que ha atendido a más de 900 personas en colaboración con el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones– le ha valido la confianza del Gobierno para ser una de las organizaciones que están acogiendo a los refugiados afganos llegados en las últimas semanas tras el ascenso al poder de los talibanes. En total, están atendiendo a 91 personas a través de cinco centros.
Merlys Mosquera, coordinadora del Programa de Acogida, fue la encargada de acudir a la base aérea de Torrejón para tener un primer contacto con las familias, analizar si podían tener cabida en sus recursos y coordinarse con otras organizaciones. Todavía tiene en la retina el campamento de urgencia que se instaló en el aeródromo madrileño, según cuenta en conversación con Alfa y Omega: «Había un hangar como zona de documentación y luego el campamento de acogida con unas tiendas en forma de iglú para familias. También había dos pabellones, uno para hombres y otro para mujeres».
Su presencia allí ha conseguido que 26 personas de cinco familias habiten ya pisos de acogida que el programa tiene en Ciempozuelos, que otras 15 de tres familias hayan hecho lo propio en León y que 34 se encuentren en el centro que tienen en Manresa, que es colectivo. El resto de los refugiados se han distribuido en dos centros de la Orden de San Juan de Dios en Barcelona y Mallorca, pero que no forman parte del Programa de Acogida.
Un choque emocional
En las entrevistas Merlys Mosquera se encontró con gente normal, con su vida, su casa y su trabajo en Afganistán y que «tuvo que dejar todo de un día para otro». «Tener que salir de tu país para salvar tu vida y abandonar todo lo que has construido durante años genera un impacto muy fuerte, un choque emocional y psicológico», añade, al tiempo que reconoce que necesitarán mucho apoyo.
Muchos dejaron, además de pertenencias, a familiares, entre ellos hijos, que no pudieron ser evacuados a tiempo, fundamentalmente por los ataques que se produjeron en las inmediaciones del aeropuerto. «»¿Y ahora qué vamos a hacer?», me decía un refugiado, muy preocupado por sus allegados», explica. Al mismo tiempo, están «agradecidos por haber podido ser rescatados y mantenerse con vida».
Al estrés emocional se une el deterioro físico. De hecho, Mosquera constató que muchos llegaron con quemaduras en la piel tras haber estado muchos días –«seis o más» en algunos casos– al sol o con deshidratación. Pudieron ser atendidos en un primer momento por Cruz Roja, que puso en marcha un dispositivo sanitario. A su llegada a los recursos, desde la Orden de San Juan de Dios también se les están haciendo exámenes médicos para evaluar el estado de salud.
Próximos pasos
Acogidas las personas, el reto es ahora ayudarlas a que se sobrepongan al hecho de haber perdido todo de forma tan repentina o a la incertidumbre de si podrán volver o no algún día. «Hay muchas familias con situaciones de vulnerabilidad, sin nada, ni siquiera ropa. Va a ser un desafío importante», afirma.
Una vez resuelta la emergencia, toca trabajar de forma personalizada con los refugiados afganos a todos los niveles: jurídico, sanitario, emocional, formativo, laboral… De hecho, cuenta Mosquera, a través de entrevistas en profundidad conocerán las necesidades de las familias y se determinará un itinerario de acompañamiento con una serie de pasos. Los primeros tienen que ver con el aprendizaje del idioma, los trámites para acceder al asilo, la incorporación de los menores al sistema educativo, el acceso a derechos o la orientación cultural, entre otros.
La Ciudad de la Esperanza (CIDES), de la archidiócesis de Valencia para personas sin hogar y en riesgo de exclusión social, se ha ofrecido para acoger a refugiados afganos mayores de edad en sus instalaciones situadas en la localidad valenciana de Aldaia.
«Atendemos a 140 personas de 35 países diferentes y tenemos las puertas y los corazones abiertos para acoger a todo el que lo necesite, especialmente ahora a afganos que hayan huido de su país y necesiten un hogar», ha explicado el director de CIDES, Vicente Aparicio.
En estos momentos, hay 40 plazas disponibles. Se ofrece alimentación diaria y el alojamiento en bungalows para cuatro o seis personas. Además, cuentan con una sala de estar común y acceso a internet.