La Iglesia de Nicaragua ordena a nueve sacerdotes en medio de la persecución - Alfa y Omega

La Iglesia de Nicaragua ordena a nueve sacerdotes en medio de la persecución

«La fe en Nicaragua está viva y resiste», asegura un seminarista que habla con Alfa y Omega bajo la condición de preservar su identidad

Israel González Espinoza
El cardenal Leopoldo José Brenes preside la ordenación sacerdotal de Bismark Antonio Garmendiz Matus, en la Parroquia Santísimo Redentor en Managua
El cardenal Leopoldo José Brenes preside la ordenación sacerdotal de Bismark Antonio Garmendiz Matus, en la Parroquia Santísimo Redentor en Managua. Foto: Diócesis de Managua.

Pese a la escalada represiva del régimen de Daniel Ortega contra la Iglesia en Nicaragua, hay signos que muestran la fortaleza de la fe de los católicos del país centroamericano. El arzobispo de Managua, Leopoldo Brenes, ordenó durante la solemnidad de la Epifanía del Señor a nueve sacerdotes en una catedral llena de feligreses que acuerparon al presbiterio de la capital. «La fe en Nicaragua está viva y resiste», asegura un seminarista que habla con Alfa y Omega bajo la condición de preservar su identidad.

Para este joven, que realiza su trabajo pastoral en una parroquia periférica de Managua, la Iglesia saldrá fortalecida del hostigamiento que le ha impuesto el orteguismo desde abril de 2018. «Tenemos claro que, aunque nos persigan o confisquen nuestros bienes, la gente seguirá acudiendo a la Iglesia, porque lo que importa es la vida de fe, no la cosas materiales», puntualiza el seminarista.

La situación de los nuevos sacerdotes contrasta con la de sus compañeros que fueron encarcelados en la última semana de diciembre, que han dejado huérfanas a todas sus parroquias. Ante esta situación, mujeres laicas y religiosas han asumido la responsabilidad mantener viva la fe católica mediante celebraciones de la palabra, oraciones eucarísticas y el rezo del rosario. En este sentido, el seminarista habla de «solidaridad», pero también de «miedo y zozobra». Unos sentimientos que también alcanzan a los sacerdotes a la hora de ir a celebrar Misa en las parroquias que tienen al cura encarcelado.

Por último, el seminarista advierte del ambiente hostil que existe frente a las manifestaciones públicas de la fe. En su parroquia, por ejemplo, tuvieron que realizar las tradicionales posadas de Navidad a escondidas debido a la vigilancia de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado nicaragüense. «Todo trabajo pastoral que realizamos está sujeto a la vigilancia policial y vecinal. Cada vez es más peligroso usar símbolos religiosos, sobre todo ahora que cualquier expresión pública de fe ha sido prohibida. Y esto sin mencionar la autocensura que se nos impone sobre las oraciones, peticiones, escritos en redes sociales y conversaciones en el seminario», lamenta el joven.

Aun así, el seminarista está convencido de que la persecución religiosa que padece la Iglesia en Nicaragua fortalecerá la fe de los católicos del país, a la vez que logrará mayor independencia del poder político y también tendrá frutos en materia vocacional, por «el testimonio que se está dando».