La Iglesia celebra que la COP16 reconozca a los indígenas como custodios de la biodiversidad - Alfa y Omega

La Iglesia celebra que la COP16 reconozca a los indígenas como custodios de la biodiversidad

Los crímenes contra las personas que defienden los derechos a un medioambiente limpio y abogan por la protección de la tierra también han estado «muy a flor de piel» en la cumbre de Cali (Colombia)

Victoria Isabel Cardiel C.
La ministra colombiana de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Susana Muhamad, con un bastón indígena el sábado, durante la última sesión plenaria de la cumbre
La ministra colombiana de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Susana Muhamad, con un bastón indígena el sábado, durante la última sesión plenaria de la cumbre. Foto: EFE.

La Conferencia sobre Diversidad Biológica de la ONU, conocida como COP16, que se celebró durante las últimas dos semanas en Cali (Colombia), logró acordar que los pueblos indígenas y las comunidades locales se conviertan en un grupo que asesore permanentemente a la Convención de Diversidad Biológica de Naciones Unidas (CDB). Hasta el momento, solo había dos grupos de trabajo: el de Implementación, y el de Asesoramiento Científico, Técnico y Tecnológico. Ahora, los pueblos indígenas asesorarán directamente y con voz propia a este organismo y contarán con recursos permanentes. 

La Iglesia —una de las principales instancias que presionaron para que se reconociera oficialmente el conocimiento ancestral de estos grupos en la protección de la biodiversidad— celebra como un triunfo esta decisión. Contar con un órgano subsidiario que reconozca la labor estas personas «que han sido guardianes milenarios de las zonas más biodiversas del mundo es una de las causas que hemos respaldado como Iglesia», asegura el diácono de Bogotá Alirio Cáceres, que estuvo presente en las negociaciones técnicas de esta cumbre.

La Iglesia también puso en la agenda de la COP16 «la violación de derechos humanos, la persecución, la criminalización y el asesinato de líderes sociales y ambientales», según asegura el también ecoteólogo e integrante del Movimiento Laudato Si’ (MLS). De acuerdo con los datos que maneja la organización Global Witness, en 2023, en el mundo fueron asesinadas 196 personas dedicadas a proteger los derechos relacionados con el ambiente, la tierra y el agua. Uno de los últimos crímenes que se insertan en esta lista negra es el asesinato el pasado 14 de septiembre del hondureño Juan Antonio López, ambientalista, concejal, líder de comunidades eclesiales base e integrante de la Red Eclesial Mesoamericana.

Estos delitos han estado «muy a flor de piel», resume Cáceres. De hecho, en el escenario de la COP16, que se realiza cada dos años con los 196 países firmantes de la CDB, se destacó la importancia del Acuerdo de Escazú. Se trata del primer pacto regional ambiental que busca garantizar el acceso a la información, la participación y la justicia, adoptado en 2018 y firmado hasta ahora por 24 países de América Latina.

La preocupación por el extractivismo salvaje de las empresas también ha estado muy presente. «Si bien es cierto que tenemos que abandonar los combustibles fósiles, lo que están experimentando los territorios más biodiversos es una avasalladora llegada de proyectos extractivistas mineros para financiar la llamada transición energética, que no es justa y que no es sostenible», lamenta Cáceres.

La COP16 también se cerró con la aprobación de un plan de salud y biodiversidad y el reconocimiento del vínculo entre cambio climático y biodiversidad. Asimismo, se creó un fondo para repartir de manera equitativa los beneficios derivados de datos genéticos de animales y plantas con las comunidades de las cuales proceden.

Sin embargo, uno de los grandes fiascos fue la falta de acuerdo para movilizar recursos financieros para la conservación de la biodiversidad y la creación de un nuevo fondo que no esté cobijado bajo el Fondo Global para el Medio Ambiente (GEF por sus siglas en inglés). Los países en desarrollo no están contentos con que los recursos los maneje esta entidad, a la que acusan de ser demasiado burocrática y poco eficaz. «Quisiéramos mayor audacia, mayor ambición, las Naciones Unidas es bastante paquidérmica, muy, muy lenta para reaccionar», lamenta el integrante del Movimiento Laudato Si’ (MLS).

Para este activista eclesial el Papa tiene «mucha razón» cuando pone en el punto de mira el paradigma tecnocrático. «Se idolatra al dinero al pensar que es lo que resuelve el problema, cuando hay un problema de conciencia, de ética y de espiritualidad», señala. En este sentido asegura que la Iglesia defiende un enfoque «de desarrollo humano integral» porque las crisis «social y ambiental van de la mano». Una visión que «no se ha visto reflejada en los documentos técnicos de esta COP16».