La Iglesia anima a un consumo responsable de moda para minimizar el impacto social y el medioambiental
Enlázate por la Justicia ha publicado este jueves el último informe del ciclo Conecta Pobreza en el que se analiza el impacto del sector en el planeta y en la vida de las personas. Solo dos datos: es la segunda industria más contaminante y ninguna de las personas que trabajan en ella en Asia, África, Centroamérica o Europa del Este cobran lo suficiente para vivir con dignidad
Las entidades de Iglesia que se aglutinan en torno a la iniciativa Enlázate por la Justicia —Cáritas, Cedis, CONFER, Manos Unidas, Justicia y Paz, y Redes— han publicado este jueves el último informe del ciclo Conecta Pobreza en el que se analiza la industria de la moda y su impacto en el planeta y en la vida de las personas. Un estudio del que se deriva una llamada a toda la sociedad a iniciar «estilos de vida más simples y hábitos más sostenibles en nuestro consumo de moda para minimizar el impacto medioambiental y social».
El informe, de 22 páginas y titulado El impacto de estar siempre a la última moda, recoge que la industria de la moda es «la segunda más contaminante del mundo después de la petrolífera». Un impacto que se produce, en primer lugar, en la extracción de las materias primas, en las fibras textiles naturales. Estas son renovables, pero implican el uso de fertilizantes y plaguicidas químicos. El caso del algodón es significativo: «Es la materia prima por excelencia, pero el que más químicos utiliza para su cultivo: el 23 % de todos los insecticidas, el 10 % de todos los pesticidas que afectan al planeta y el 2,4 % de las superficies cultivables. Además, para producir un solo kilo de algodón se necesitan 10.000 litros de agua y otros 7.500 para confeccionar unos pantalones vaqueros».
Para elaborar fibras artificiales se utilizan 70 millones de barriles de petróleo, con lo que, además, son difícilmente biodegradables. De hecho, cada año se tiran al mar medio millón de toneladas de microfibra, equivalente a tres millones de barriles de petróleo.
En segundo lugar, el informe estudia las condiciones de trabajo, las largas jornadas o los bajos salarios de esta industria. Recoge los datos de la Campaña Ropa Limpia, que afirma que ninguna de las personas que están produciendo ropa en Asia, África, Centroamérica o Europa del Este están cobrando lo suficiente para vivir con dignidad, esto es, que lo que ingresan no les da para cubrir sus necesidades más básicas. Y muestra que el 80 % de los que trabajan en este sector son mujeres, que comienzan a los 14 años y que dedican entre 12 y 14 horas al día.
Moda rápida
También pone de manifiesto que el modelo de fast fashion (moda rápida), con cambios constantes de colecciones y a precios bajos, alienta a los consumidores «a comprar y desechar ropa frecuentemente». Una circunstancia que también afecta a la generación de residuos. Solo en España, cada persona se deshace de siete kilos de ropa al año, es decir, 326.000 toneladas. Para entender la dimiensión, esta cantidad es equivalente a 45.000 coches medianos. Ropa que suele acabar en la basura o en incineradoras donde se queman. Más contaminación todavía, porque quemar ropa emite más CO2 que quemar carbón.
En este sentido, y tomando como base los Objetivos de Desarrollo Sostenible, Enlázate por la Justicia hace un llamamiento a la ciudadanía, a las empresas y a los Gobiernos a que tomen cartas en el asunto.
Así, reclaman que es establezcan marcos legales que regulen los residuos del sector textil, así como la promoción de la economía circular, de modo que «los productos, los materiales, los recursos y materias primas se mantengan en la economía durante el mayor tiempo posible, reduciendo al mínimo la generación de residuos».
El informe pone como ejemplo Moda Re, una marca y proyecto social de Cáritas que, a través de la reutilización textil, «promueve la ecología solidaria, genera empleo social y sostenible, fomenta el consumo responsable, cuida de la creación y da un destino ético a las prendas que le donan».
Las propuestas de las entidades católicas se dividen en dos ámbitos: el personal y el político. En el primero, apuestan por el reciclaje –acabar con la cultura del desperdicio, con el usar y tirar–, la reutilización –usar ropa de segunda mano o compartirla entre grupos de familia–, la reducción –vivir con menos prendas de ropa–, la reparación –alargar la vida útil de la ropa– y el comercio justo –apostar por los productos que no vulneran derechos laborales–.
A nivel político, consideran urgente la aprobación en nuestro país de una Ley de Diligencia Debida, que obligará a las empresas a prevenir el riesgo de contaminación de agua y a respetar los derechos humanos y laborales en los países donde se deslocaliza la producción de ropa. También la implantación de política y prácticas empresariasles encaminadas a garantizar la gestión sostenible de los recursos naturales.