La identidad cristiana de Europa es un hecho - Alfa y Omega

La identidad cristiana de Europa es un hecho

En el Meeting 2010 de Rímini, hubo un trascendental encuentro entre el cardenal Péter Erdö, arzobispo de Budapest y Primado de Hungría, así como Presidente del Consejo de Conferencias Episcopales de Europa, y el Metropolita ortodoxo Filaret, de Minsk. Ha sido calificado de histórico, y «con toda probabilidad es preludio de otro encuentro, el del Papa Benedicto XVI y el Patriarca de Moscú, Cirilo I». Alfa y Omega pudo hablar con el cardenal Erdö

Alfonso Simón
Encuentro del cardenal Erdö y el Metropolita Filaret, preludio de sus intervenciones en la XXXI edición del Meeting de Rímini

¿Cómo ve la situación de Europa respecto a sus raíces cristianas? ¿Qué consecuencias tiene el rechazo de estas raíces, en la vida social y en la vida de la Iglesia?
Las raíces cristianas, el componente cristiano en la identidad europea es un hecho. Independientemente de cualquier texto legal; es una realidad que existe, no sólo cuando caminamos por las calles y en las ciudades de Europa; también en el campo encontramos cruces que manifiestan la profunda convicción de nuestros antepasados. También en las ciudades, ¿dónde están las iglesias? ¡En el centro, naturalmente! Iglesias que costaban años y años de trabajo para una sociedad que muy a menudo no era rica. Y esto es importante, ¿por qué? Porque es preciso expresar las convicciones sobre el valor y el sentido de toda la comunidad humana; sin este sentido, sin este valor, podemos trabajar, ganar dinero, etc., pero no encontramos el sentido de nuestro esfuerzo. Yo veo la situación europea, a pesar de los profundos problemas, sustancialmente prometedora. Porque, tanto los Estados como la misma Unión Europea, como los otros Estados fuera de la Unión, tratan de funcionar como Estados de Derecho, y un Estado de Derecho, sobre todo democrático, no es posible sin valores morales; porque el Derecho presupone que la mayoría de ciudadanos sigue espontáneamente las reglas jurídicas, porque con la fuerza física no se puede obligar a todo el mundo, no tenemos suficientes policías para estar detrás de cada ciudadano. Por eso, entre Derecho y moral hay un lazo inseparable, y desde la época de la Ilustración, este mínimo de moralidad provenía de la herencia cristiana, un mínimo de honestidad, de derecho natural, los diez mandamientos, todo un conjunto de valores que la inmensa mayoría consideraba y aceptaba y que servía también como base para el Estado de Derecho. ¿Cómo puede funcionar el Derecho de Estado si cada uno puede decir subjetivamente: Yo puedo matar tranquilamente a mi vecino porque no lo veo como un problema, porque me siento autorizado a hacerlo. ¿En base a qué dice el Estado, o dice un tercero, que la persona no es libre de hacerlo? Ciertamente, se trata de problemas fundamentalísimos. La transformación cultural parece proponer una alternativa: no una alternativa respecto a la moral cristiana, una alternativa respecto a cualquier moral aceptada en amplia medida, y unida al Derecho. No podemos ignorar las innovaciones de la ciencia, y de la ciencia de los mass media, la psicología, etc.; y debemos usar los nuevos descubrimientos de modo responsable, de modo moral y jurídicamente correcto. Se necesita un diálogo entre los que tienen la posibilidad de utilizar ampliamente estos métodos de influenciar el comportamiento humano, y aquellos que representan la moralidad y el Derecho. Es decir, no debemos engañarnos. Aunque todos los Estados de la Unión, donde hay creyentes y no creyentes, que tengan un ideal moral, aunque no sean cristianos, todos son solidarios en el esfuerzo de regular la vida de la sociedad de modo apropiado a la dignidad del ser libre del hombre. Es un gran desafío.

Vista general de la basílica y del Castillo de Esztergom (imagen tomada de la exposición Esteban de Hungría, fundador del Estado y apóstol de la Nación, presente en el Meeting de Rímini 2010)

En esta situación, ¿qué supone, a su juicio, la creación del nuevo Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización, y también la próxima Jornada Mundial de la Juventud en Madrid?
Nuestra misión debe usar todos los métodos moralmente aceptables que están a nuestra disposición, no sólo la prensa, la televisión, Internet…, como alienta el Santo Padre; debemos usar todos los métodos legítimos para transmitir nuestra alegría, nuestra fe, también para ayudar a la gente a las elecciones justas. Por ejemplo, hay canales con programas sobre cómo cuidar al perro, y no se habla en cambio de la educación de los hijos. Hace falta digerir, profundizar, proponer los valores, nuestros valores comunes que son para el bien de la Humanidad: esto es la nueva evangelización. Debe ser moderna, también en lo que respecta al método, y debe estar atenta al estado de ánimo de la gente, de la gente joven sobre todo. Yo espero mucho del Encuentro de Madrid. El de Australia, para los países europeos de nuestra zona, costaba mucho; Madrid no está cerca, pero es ya factible, y yo estoy convencido de que muchos de nuestros jóvenes irán allí, para encontrarse con el Santo Padre y para encontrar, en su persona, a Jesucristo, porque la juventud no es superficial, va a la sustancia. Aunque las grandes masas de jóvenes con Juan Pablo II se debían, sin duda, a su persona carismática, sobre todo se debían a la búsqueda de Jesucristo, hacia Quien él lograba guiar a los jóvenes. Este carisma, estoy convencido, lo encuentran también en Benedicto XVI.

Respecto al tema de su intervención en el Meeting 2010: Un europeo culto de hoy, ¿puede creer en la divinidad de Jesucristo?, ya desde Pablo VI, y aun antes, se hablaba del divorcio entre la fe y la vida, ¿cómo cree que ha evolucionado este divorcio en los últimos tiempos?
Ante todo, sobre el intelectualismo ha habido siempre una equivocación. Es superficial pensar que basta conocer, comprender las cosas y todos serán buenos. No. La naturaleza humana es vulnerable, tiene el pecado original; desgraciadamente, estamos inclinados a hacer el mal, aunque sepamos qué es el bien, y por tanto todo sondeo de opinión, en cualquier país, incluso los que no tienen una tradición cristiana, demuestra que una cosa es la convicción sobre los valores, qué se considera justo, bueno, y otra lo que la gente hace, el comportamiento. Hoy, muchos creen que hay un grupo grande de gente que no vive al cien por cien según los principios cristianos. Mientras que cualquier otra visión del mundo en nuestra sociedad está sujeta al mismo problema. Es decir, es ya de alta calidad la madurez de quien logra verdaderamente con la totalidad de sus fuerzas vivir según los propios principios, la propia convicción. Sería importante reforzar la base antropológica…

En cuanto a la fractura entre la fe y la vida, ¿cómo cree que influye el subjetivismo, la actual cultura relativista?
Pienso que el subjetivismo radical es una actitud imposible, una actitud incapaz de ordenar la vida de cualquier sociedad, porque lleva al solipsismo. En la gran tradición cultural de Europa no creo que sea sostenible. Claro que muchos intelectuales se sienten inciertos respecto a la pregunta acerca de Dios; pero si son verdaderos intelectuales, deben formular de algún modo las cuestiones fundamentales sobre el universo, la Historia, la Humanidad…, cómo se debe vivir, cuál es la vida beata, la vida perfecta. Como en la antigüedad, todos quieren ser felices. Un intelectual también piensa sobre esto.

La unidad de los cristianos no es opcional

En el marco del camino ecuménico, ¿cómo valora el encuentro tenido en este Meeting 2010 con el metropolita Filaret, y cómo ve este camino hacia la unidad?
En primer lugar, hay diversos niveles del diálogo ecuménico. La unidad de los cristianos no es una cuestión opcional para nosotros, no es que podamos elegir libremente si queremos o no queremos la unidad, es Jesucristo quien nos obliga a estar unidos; es decir, es algo irreversible. Pero hay dificultades en todos los caminos. Con la ortodoxia, a mi parecer, hay una gran oportunidad, porque el mundo ortodoxo, sobre todo en el Este europeo, ha llegado a ser más libre, de modo que la Iglesia ortodoxa puede encontrar la propia cultura, la propia espiritualidad, y también transmitirla a la propia sociedad. No es casualidad que algunos Gobiernos del Este europeo, donde el pueblo era tradicionalmente cristiano, después del comunismo han tratado de apoyar a su Iglesia ortodoxa nacional, porque, tras la caída del marxismo, ha permanecido un vacío cultural, que suponía directamente el peligro de la anarquía y de la criminalización de la sociedad. Aunque no todos los políticos eran creyentes, sin embargo han visto enseguida la necesidad de algún elemento cultural que llegue a organizar la vida, y así vemos también un renacimiento, un desarrollo muy positivo de las Iglesias ortodoxas del Este europeo, sobre todo la rusa, que es la más grande, pero también en Rumanía, y en otros países hay cosas hermosas.

Capilla del Castillo de Esztergom: lugar del Bautismo de san Esteban de Hungría (imagen tomada de la exposición Esteban de Hungría, fundador del Estado y apóstol de la Nación, presente en el Meeting de Rímini 2010)

¿Piensa que lo sucedido con una parte importante de la Iglesia anglicana acogida en la Iglesia católica pueda tener algún eco en la ortodoxia?
No creo que sea el camino ideal ahora esperar que algunos pequeños grupos dejen una gran Iglesia ortodoxa para hacerse católicos. En la Historia ha habido las Iglesias uniatas que merecen el respeto y también la libertad religiosa donde existen. Por ejemplo, en Hungría hay una bella Iglesia greco-católica, que es rica en vocaciones, y que está muy unida también con nuestra Iglesia latina. Hay ejemplos positivos. Hay también un diálogo serio con los Patriarcados ortodoxos; a nivel teológico, es competente la Santa Sede, y a nivel de doctrina social y moral, nosotros, los obispos europeos, el Consejo de las Conferencias Episcopales Europeas está autorizado e incluso alentado por la Santa Sede para hablar con los ortodoxos; celebramos, por ejemplo, hace dos años en Trento, el primer Foro Católico-Ortodoxo Europeo sobre la Familia, y hubo un consenso pleno, todas la Iglesias ortodoxas autocéfalas estaban representadas; y respecto a la dignidad de la vida humana aceptamos la fórmula de que la respetamos y defendemos desde la concepción hasta la muerte natural. Pienso que hay bases muy sólidas para un trabajo común a nivel práctico, social, moral.

Ante el reto de la nueva evangelización, ¿cómo valora los nuevos movimientos eclesiales, y en particular Comunión y Liberación y esta expresión cultural que es el Meeting de Rímini?
Este Meeting es único en su género, pues cada año llega a congregar a cientos de miles de personas. Tiene ya un carisma especial. También Comunión y Liberación, con sus relaciones con el arte, por ejemplo, con diversos sectores de la cultura. Esta actitud proviene fuertemente de la persona y del carisma del fundador, porque Don Giussani viene del mundo universitario, etc., tenía un carisma especial para todo esto, también para la música. Y pienso que muchos movimientos católicos, de espiritualidad auténtica, es decir, aprobados por la Iglesia, etc., pueden ayudar muchísimo en la misión, justamente en este momento de la Historia; no porque la estructura parroquial o diocesana fuese superada, no, pues conserva su actualidad, sino que va integrada con estos movimientos internacionales que realizan en su interior un cierto elemento de complementariedad entre sacerdotes, personas consagradas, familias, laicos…, en la misma espiritualidad, por eso tienen una actualidad muy específica, y un papel muy importante en la nueva evangelización.