La hucha de Francisco llega a Ucrania y Haití
El domingo se llevó a cabo la tradicional colecta del Óbolo de San Pedro. Además de sostener la caridad del Santo Padre, lo recaudado costea la labor de departamentos de la Curia que no tienen ingresos
Ayuda para la población ucraniana doblegada por una salvaje guerra y para las de América Latina y la India, lastradas por la pandemia de la COVID-19, que ha dejado a sus espaldas millones de muertes, destrucción económica y más desigualdad y pobreza. Apoyo material para el Chad, donde en noviembre las peores inundaciones de su historia dejaron a más de 100.000 personas sin hogar; para Filipinas, asolada por el supertifón Rai y para Malawi, donde de nuevo una catástrofe natural vinculada al cambio climático, esta vez un ciclón, ha desterrado de sus casas a sus pobladores. Son algunos de los proyectos a los que se dedicó el año pasado parte de la colecta del Óbolo de San Pedro, con la que se financian las obras de caridad del Papa a favor de los más necesitados.
Con lo recaudado en años anteriores, en 2022 también se enviaron recursos para varios centros médicos y clínicas de Perú, cuya sociedad sucumbe sin medios a los efectos del dengue y de otras enfermedades causadas por virus que transmiten los insectos. Pero también para ambulatorios y hospitales en Zimbabue y Haití, donde beber agua de una fuente puede ser mortal. Se pudo ayudar asimismo a escuelas de Nambia, Congo, Senegal y Vietnam, donde el coronavirus ha dejado a millones de niños sin oportunidad de recibir educación. Hubo, por último pero no menos importante, dinero para construir iglesias en Angola, Bangladés, Costa Rica y Pakistán y seminarios en Mozambique, Venezuela o Kenia.
La colecta se celebra de forma habitual el 29 de junio, festividad de san Pedro y san Pablo, pero en esta ocasión se adelantó al domingo 25. Además de «sostener la misión del Pontífice en todo el mundo, con proyectos que impulsan el anuncio del Evangelio o la promoción del desarrollo humano a través de iniciativas de la Santa Sede», este donativo también hace posibles «las actividades de los dicasterios», explican desde el organismo vaticano. De hecho, parte del presupuesto en el que entra la caridad del Papa se destina a sufragar los gastos de los dicasterios y las instituciones de la Curia romana al servicio de la Iglesia universal. Se trata de departamentos, como los dedicados a la liturgia, los tribunales de la Iglesia o los archivos del Vaticano, que ni cuentan con ingresos propios ni tampoco reciben contraprestaciones económicas por sus servicios. Por eso, se acaban financiando parcialmente con la colecta del Óbolo de San Pedro.
Con la llegada en 2019 de un implacable jesuita de Mérida, Juan Antonio Guerrero, para supervisar los balances y los presupuestos y vigilar que cuadre la contabilidad, la hucha del Papa financiada por fieles de todo el mundo dio un paso al frente en transparencia. El Vaticano había estado seis años, desde 2013, sin explicar cuánto había recaudado y cómo se gastaban esos ingresos. El cambio se mantuvo al sustituir a Guerrero por su principal colaborador, el laico Maximino Caballero. En 2021, por primera vez, detallaron los proyectos en los que se había invertido. Una práctica que ya está arraigada para que el pequeño Estado sea una casa de cristal que permita a los fieles saber cómo se usan los recursos.
La mayor parte de las donaciones que llegan al Óbolo de San Pedro están previamente vinculadas a un proyecto concreto. Con todo, la colecta ha caído en picado. En 2013, el primer año del pontificado de Francisco, se recaudaron 75 millones de euros. En 2021, 46,9 millones, frente a un gasto de 65,3 millones de euros.
Finales del siglo VIII: Los anglosajones, tras su conversión, se comprometen con una contribución anual al Papa, el Denarius Sancti Petri (Limosna a San Pedro), que pronto se expande por otros países europeos.
Edad Media: El término Óbolo de San Pedro se usa para identificar el censo, es decir, la contribución anual pagada a la Santa Sede por los Estados o las señorías locales que se habían colocado bajo la soberanía del Papa.
Siglo XVI: Con la Reforma protestante y el fin del régimen feudal, cesaron estas relaciones entre las monarquías europeas y el Papa.
Siglo XIX: Poco antes del final de los Estados Pontificios (1870) y de la consiguiente pérdida de las rentas de las posesiones territoriales de Ia Iglesia, surgió en toda Europa y en ultramar una sorprendente iniciativa dirigida a ofrecer al Papa una ayuda material.
1871: El Papa Pío IX regula estas donaciones de forma orgánica en la encíclica Saepe venerabilis.
1881: El Papa destina gran parte de la recaudación del Óbolo de San Pedro a la asistencia a los afectados por el terrible terremoto de Croacia, en el que un total de 1.758 edificios se vieron afectados.
2021: Se hacen públicas por primera vez las inversiones del Óbolo de San Pedro. Ese año destinaron unos 56 millones de dólares (51 millones de euros) a apoyar las actividades promovidas por el Vaticano en el cumplimiento de la misión apostólica del Santo Padre y unos nueve millones de euros a proyectos de ayuda inmediata a los necesitados.