Anna (Kylie Rogers) es una niña de diez años que vive en Texas con su familia y a la que han diagnosticado una enfermedad digestiva incurable que le hace sufrir enormemente y le impide llevar una vida normal. Sus padres consiguen que un famoso especialista de Boston la trate, pero no consigue mejorar. Un día tiene un accidente mientras juega con su hermana en un árbol y como consecuencia del mismo desaparecen todos sus síntomas. Nadie lo entiende, pero Anna guarda una explicación.
Esta película entronca claramente con El cielo es real, de Randall Wallace, con la que tiene muchos paralelismos, y en general con toda esa galaxia de producciones que provienen de las comunidades evangélicas americanas como los filmes de Alex Kendrick Prueba de fuego, La fuerza del honor o la inminente Un lugar donde rezar. Normalmente son películas de estructura y estética cercanas a las de las tvmovies, con una puesta en escena muy enfática, subrayados melodramáticos y tienen una clara intención testimonial e incluso catequética. Estas características no les restan valor, pero van dirigidas a un tipo de mentalidad mucho más americana que europea y suelen rodear el hecho de la fe de una gran carga sentimental.
Los milagros del cielo no se aparta de este modelo, aunque tiene elementos particulares interesantes. Por ejemplo, la figura del Dr. Nurko (Eugenio Derbez). Se trata de un científico con una habilidad realmente genial para tratar a los niños, y que ante lo inexplicable adopta una posición correcta: baraja una hipótesis médica improbable, pero fundamentalmente admite que pueden ocurrir cosas que escapan a su explicación científica. Otro elemento reseñable —quizá la parte más catequética del filme— es la reflexión que la madre de Anna, Christy (Jennifer Garner), expone a raíz de un aforismo atribuido a Einstein que dice que se puede vivir la vida de dos formas, una pensando que nada es un milagro, y otra creyendo que todo es un milagro. Los secundarios de la película están entre lo mejor de la misma, como la camarera de Boston, la recepcionista del hospital o el empleado de la aerolínea, que son un elogio de la bondad personal y sus consecuencias. La cinta también exalta el valor de la familia y de la comunidad religiosa, así como critica cierto moralismo representado por unas feligresas de la comunidad.
Entre los paralelismos con El cielo es real destacamos tres cosas: que se basa en un hecho real, la aproximación al típico túnel de las experiencias cercanas a la muerte que, como en aquella, es lo estéticamente menos afortunado del filme, y en tercer lugar la clásica trama del personaje que pasa por una crisis de fe para salir finalmente reforzado. Digo clásica porque aparece en otras muchas películas como en Señales de Shyamalan o en El rito de Mikael Håfström.
Con todos sus límites, Los milagros del cielo es un interesante alegato contra el positivismo moderno y reivindica la religiosidad como un factor imprescindible para que la vida sea más humana y realista.
Patricia Riggen
Estados Unidos
2016
Drama
+7 años