Este 19 de marzo se celebra el Día del Seminario con la vista puesta en san José, patrono de los propios seminaristas y de la Iglesia universal al que el Papa ha dedicado un año. Como explica Francisco, él supo «descentrarse» para «poner a María y a Jesús en el centro de su vida» y su felicidad «no está en la lógica del autosacrificio, sino en el don de sí mismo». Con su generosidad, su entrega callada y su ternura, san José anima —en palabras de la CEE— a «fortalecer diariamente nuestra vida de fe en el pleno cumplimiento de la voluntad de Dios» y, desde ahí, a «ser padres y hermanos».
Los prelados recuerdan con acierto que los futuros sacerdotes, «forjados en la escuela de Nazaret», son especialmente «enviados a cuidar la vida de cada persona, con el corazón de un padre», sabiendo que los demás son hermanos. Por ello, en estos tiempos de incertidumbre y de dolor, cuando ha emergido nuestra vulnerabilidad, estas vocaciones siguen siendo tan necesarias. La oración de toda la Iglesia para que los fieles disciernan su camino y el apoyo económico para los seminarios son, de esta forma, fundamentales en la construcción de un mundo de hermanos.