Las andanzas de Tintín me enseñaron muchas cosas sobre el periodismo y la vida, valga la redundancia. Entre viajes a la Luna y al Tíbet, aprendí que la aventura de la vida iba en serio. Tal vez por eso los relatos que, de una u otra manera, homenajean al reportero del flequillo y la gabardina, captan mi atención de inmediato y, en ocasiones, hasta mi benevolencia. Alejandro Amenábar se ha puesto en modo Spielberg y se ha pasado al universo de las series para ofrecernos La Fortuna, una de las historias más esperadas de la temporada, que huele a Tintín por los cuatro costados. Más que en la gran aventura de la vida, Amenábar cree que la vida es una aventura y, aunque hay que agradecerle que en esta ocasión no lo haya inundado todo de ideología, la propuesta se queda algo corta. No hay esta vez descarada ingeniería social al servicio de un gobierno determinado, aunque Amenábar no lo puede evitar y es capaz de lastrar un notable primer capítulo poniendo una y otra vez a los personajes a fumar marihuana.
La Fortuna nos cuenta la historia de un tesoro, de unos piratas del siglo XXI, de unos funcionarios ejemplares y de una España que languidece en manos de unos políticos mejorables. Está basada en el cómic El tesoro del Cisne Negro, de Paco Roca y Guillermo Corral. Es entretenida, sin más, y con unas interpretaciones brillantes de Karra Elejalde y Manolo Solo que, a la fuerza, oscurecen al resto. El joven protagonista es un sabihondo y tintinesco diplomático, al que da vida Álvaro Mel, cuyo personaje se sostiene como puede, al borde del naufragio, en medio de olas que a veces le vienen grandes.
Movistar+ irá soltando con cuentagotas los capítulos de casi una hora de duración cada uno. De momento, hemos visto dos. La ambiciosa coproducción internacional (Movistar, AMC y MOD) se deja notar en una factura técnica espectacular. Veremos si la trama va a más o se queda en una historieta entretenida, en la que se trata de que, por esta vez, los piratas no se salgan con la suya.