La evangelización del tercer milenio pasa por la familia
El pasado martes se cumplieron 30 años de la publicación de la Exhortación apostólica Familiaris consortio, un documento con el que el Beato Juan Pablo II creó un nuevo concepto de pastoral familiar y marcó un camino de apostolado en, desde y para las familias, «con la certeza de que la evangelización, en el futuro, depende en gran parte de la Iglesia doméstica»
El 22 de noviembre de 1981, la Santa Sede hizo pública la Exhortación apostólica Familiaris consortio, en la que el entonces Papa Juan Pablo II abordaba las conclusiones del Sínodo de los Obispos sobre la Familia, de 1979. Aunque pocos podían adivinarlo entonces, aquel documento «inició un nuevo concepto de pastoral familiar, y supuso un hito en el magisterio de la Iglesia a la hora de hablar de la belleza, la riqueza y la importancia de la familia», como explica don Fernando Simón, Delegado de Pastoral familiar de la archidiócesis de Madrid y ex Secretario de la Subcomisión episcopal para la Familia y defensa de la Vida, de la Conferencia Episcopal.
Pero, ¿en qué consistió esa renovación? Como explica don Fernando Simón, «antes de la Familiaris consortio, la pastoral familiar se entendía según el método ver-juzgar-actuar, por lo que sólo se actuaba en casos concretos, o en realidades locales. Sin embargo, Juan Pablo II planteó por primera vez una pastoral familiar bien estructurada, y que se desarrollase de forma transversal, porque, para la Iglesia, la familia es fundamental para la evangelización. De hecho, Juan Pablo II recordaba que, sin la familia, no es posible la evangelización del tercer milenio».
Santuario doméstico
La importancia que Juan Pablo II quiso dar a la familia, en la misión evangelizadora de la Iglesia, queda fuera de duda cuando se tiene en cuenta que, en la Faimiliaris consortio, habló de la familia como de un santuario doméstico y una comunidad creyente y evangelizadora, «que vive su cometido profético acogiendo y anunciando la Palabra de Dios», y del matrimonio como de sacramento de mutua santificación, acto de culto y maestro de oración.
Una llamada al compromiso
Además, con la Familiaris consortio, el hoy Beato hizo una llamada al compromiso evangelizador de las familias, en varios niveles. El primero, dentro de las propias familias, por lo que reclamó a los padres que se implicasen en la transmisión de la fe, más allá de su vivencia personal: «En virtud de su dignidad y misión, los padres cristianos tienen el deber específico de educar a sus hijos en la plegaria, de introducirlos progresivamente al descubrimiento del misterio de Dios y del coloquio personal con Él. Elemento fundamental e insustituible de la educación a la oración es el ejemplo concreto, el testimonio vivo de los padres; sólo orando junto con sus hijos, el padre y la madre, mientras ejercen su propio sacerdocio real, calan profundamente en el corazón de sus hijos, dejando huellas que los posteriores acontecimientos de la vida no lograrán borrar».
Luz para los alejados
Además, el Papa animaba a las familias a implicarse en la actividad misionera de la Iglesia, que «puede ser desplegada ya en el interior de la familia, cuando alguno de los componentes de la misma no tiene fe o no la practica con coherencia. En este caso, los parientes deben ofrecerles tal testimonio de vida que los estimule y sostenga en el camino hacia la plena adhesión a Cristo Salvador. Animada por el espíritu misionero en su propio interior, la Iglesia doméstica está llamada a ser un signo luminoso de la presencia de Cristo y de su amor incluso para los alejados, para las familias que no creen todavía y para las familias cristianas que no viven coherentemente la fe recibida».De esta forma, como explica don Fernando Simón, «la Familiaris consortio recordaba a todos que la familia es el mejor lugar para encontrar el amor de Dios y para ser feliz; pero también es el mejor lugar desde el que anunciar ese amor y esa felicidad».
Un tesoro importantísimo
Además, cuando en Europa comenzaba a instalarse la mentalidad divorcista, Juan Pablo II reivindicó la función social de la familia, el asociacionismo familiar y su reconocimiento por los poderes públicos: «Las familias deben ser las primeras en procurar que las leyes e instituciones del Estado no sólo no ofendan, sino que sostengan y defiendan positivamente los derechos y los deberes de la familia. Las familias deben crecer en la conciencia de ser protagonistas de la llamada política familiar, y asumir la responsabilidad de transformar la sociedad; de otro modo, las familias serán las primeras víctimas de aquellos males que se han limitado a observar con indiferencia», dejó escrito. En suma, y como concluye don Fernando Simón, «la Familiaris consortio, con las catequesis de Juan Pablo II sobre el amor humano, son un tesoro que la Iglesia debe aprovechar, para tomar conciencia de la belleza, la dignidad y la importancia que tiene la familia en el plan de Dios».