Nuestro imaginario colectivo tiene una de sus cumbres en Pepe Gotera. A saber: el clásico chapuzas que acomete cualquier tarea sin tener la suficiente preparación, y que se las da de catedrático de la tuerca, de la brocha o del enchufe, para justificar una factura desorbitada. Naturalmente, en España hay grandes profesionales, pero que levante la mano quien no se haya topado con un gañán de este pelaje. Una gotera en mi salón por una tubería mal soldada avala estas palabras.
A la picaresca española se le ha sumado, en las últimas décadas, un doble factor que hunde sus raíces en nuestro sistema educativo. Por un lado, nuestra Formación Profesional es una de las más incompletas (sólo dos años, y con déficit de materias instrumentales) y de las menos accesibles de Europa, porque la Secundaria es obligatoria hasta los 16 años, y un chaval de 14 que no quiera estudiar tiene dos años por delante para cogerle el gusto a no hacer nada. Además, como nuestra escuela minusvalora el esfuerzo desde Primaria, los alumnos cuyos padres o profesores no naden contracorriente llegan a la adolescencia con una innata querencia hacia lo cómodo, y prefieren atrincherarse en el estudio de perfil bajo, antes que formarse para trabajar a los 18. Esta situación ha tenido una terrible consecuencia: en los años de bonanza, cansados de no hacer nada en clase, cientos de miles de jóvenes abandonaron sus estudios sin terminar la Secundaria, no para trabajar, sino para seguir sin hacer nada, pero desde casa. Y otros miles dejaron de estudiar a los 16 y se incorporaron al sector servicios, construcción y hostelería sobre todo, pero sin preparación, porque ni pasaron, ni les pidieron pasar, por la FP; o sea, una España llena de Pepes Gotera de 20 a 30 años. Con la crisis, fueron los primeros en quedarse sin trabajo, y de ahí que seamos el país de la OCDE con más jóvenes que ni estudian, ni trabajan; que estemos a la cabeza de Europa en fracaso y en abandono escolar; y que tengamos un 50 % de paro juvenil.
Para corregir esta situación, la FP Dual planteada por el Gobierno, aunque no es perfecta, tiene grandes aciertos. Por un lado, traza un itinerario (reversible) hacia la FP en el último curso de la ESO; añade un año, con asignaturas como Inglés, Matemáticas o Lengua en la FP Básica; y, en la FP de grado Medio o Superior, los alumnos harán prácticas (al menos un tercio de toda su formación) remuneradas con una beca, no en talleres-escuela, sino en empresas, coordinadas con un centro educativo, supervisadas por un tutor.
La teoría es buena, pero quedará en nada si la Administración no articula elementos de control para que las empresas no abusen de estos jóvenes, y si no ataja la raíz del problema, impartiendo una formación humana integral, no encaminada a un oficio, sino a un modo de vivir que valore el esfuerzo y la responsabilidad. Porque no se trata de convertir a Pepe Gotera en un manitas al servicio del mercado, sino de hacerle consciente de su dignidad; formándolo para que pueda, sepa y quiera poner en juego sus talentos en cada jornada de trabajo.