La cultura católica que el Papa recibió de los salesianos - Alfa y Omega

La cultura católica que el Papa recibió de los salesianos

María Martínez López

El año 1949, que Jorge Mario Bergoglio pasó interno en un colegio de los Salesianos, lo marcó profundamente. Así se deduce de la segunda parte de la carta que envió el cardenal Bergoglio al sacerdote salesiano Cayetano Bruno en 1990, y que L’Osservatore Romano –en España, a través del diario La Razón– publicó la víspera de la fiesta de san Juan Bosco. La primera parte, sobre la relación de Bergoglio con el salesiano Enrique Pozzoli, el sacerdote que le bautizó, se publicó el 24 de diciembre.

El futuro Papa comienza su carta recordando que, en sus años como Provincial, le acusaron de haberse salesianizado, por promover la educación en la barriada en la que se encontraba la Casa de Formación. «No es raro que hable con cariño» de los Salesianos –explica–, «pues mi familia se alimentó espiritualmente» gracias a ellos. Con todo, la experiencia salesiana más fuerte que tuvo fue cursar el sexto grado como interno en el Colegio Wilfrid Barón de los Santos Ángeles, en Ramos Mejía.

«Lo mejor que he recibido» en este colegio –recordaba el padre Bergoglio en 1990– es la «cultura católica» que se vivía en el colegio. «Nada tenía de beata o despistada», y ayudaba a «crecer en armonía». La vida del colegio «era un todo», en el que todos los aspectos estaban ensamblados y eran importantes: «El estudio, los valores sociales de convivencia, las referencias sociales a los más necesitados, el deporte, la competencia, la piedad…, todo era real, y todo forjaba hábitos que, en su conjunto, plasmaban un modo de ser cultural». Esa cultura católica fue posible porque «esos hombres tenían fe. Creían en Jesucristo y se animaban a predicar: con la palabra, con sus vidas, con su trabajo. No tenían vergüenza de cachetearnos con el lenguaje de la cruz de Jesús». Esto le llevaba, como reflexión al final de la carta, a preguntarse si, «cuando una obra languidece, ¿no será más bien porque Jesucristo fue suplido por otro tipo de opciones?».

En el escrito, recuerda que todo se hacía con un sentido. Así aprendió el joven Jorge Mario, «inconscientemente casi, a buscar el sentido de las cosas». Las reflexiones nocturnas que hacía el padre director, por ejemplo, «era un momento psicológicamente apto para dar sentido al día, y a las cosas». En el colegio –explica– «aprendí a estudiar. Las horas de estudio, en silencio, creaban un hábito de concentración». También «el deporte era un aspecto fundamental. Se jugaba bien y mucho», y en ambas actividades «nos enseñaban a competir bien y a competir en cristiano». Y, por supuesto, había «lugar para los hobbies. Se nos educaba en la creatividad».

Subraya, además, que «los salesianos tienen una especial habilidad» para educar el sentimiento, y que se fomentaba «una piedad varonil, acomodada a la edad», y en la que «merece una especial mención la devoción a la Santísima Virgen». Muy unida a ella, «estaba el amor a la pureza. Me enseñaron a amar la pureza sin ningún tipo de enseñanza obsesiva. Más obsesión sexual he encontrado más adelante en otros educadores o psicólogos».

El padre Bergoglio recuerda que «nunca se negociaba una verdad. El caso más típico era el del pecado. Uno después podía hacerse el rebelde, el ateo, pero en el fondo estaba grabado el sentido del pecado; una verdad que no se tiraba por la borda, para hacerlo todo más fácil».