«La Cuaresma es el tiempo favorable para volver a lo esencial»
El Papa Francisco preside la Eucaristía del Miércoles de Ceniza en la basílica de Santa Sabina. Invita a recuperar la relación con Dios y los demás y a dejar de idolatrar el yo
El Papa Francisco ha iniciado este miércoles la Cuaresma presidiendo la Eucaristía del Miércoles de Ceniza en la basílica romana de Santa Sabina. Desde allí, ha recordado que este periodo de 40 días es «el tiempo favorable para volver a lo esencial, para despojarnos de lo que nos pesa, para reconciliarnos con Dios».
Durante la homilía, el Pontífice ha explicado que el rito de la imposición de la ceniza, que se lleva a cabo en este día, invita a redescubrir lo que somos, así como a Dios y a los hermanos. «La ceniza nos recuerda quiénes somos y de dónde venimos, nos reconduce a la verdad fundamental de la vida: solo el Señor es Dios y nosotros somos obra de sus manos. […] Con Dios resurgiremos de nuestras cenizas, pero sin Él somos polvo», ha explicado en primer lugar.
En este sentido, ha continuado, la Cuaresma es, por tanto, «el tiempo para que recordemos quién es el Creador y quién la criatura; para desnudarnos de la pretensión de bastarnos a nosotros mismos y del afán de ponernos en el centro, de ser los primeros de la clase».
Por contra, propone la conversión y echar la vista hacia el interior de nosotros mismos ante la tentación de las distracciones y las superficialidades. «La Cuaresma es un tiempo de verdad para quitarnos las máscaras que llevamos cada día aparentando ser perfectos a los ojos del mundo; para luchar, como nos ha dicho Jesús en el Evangelio, contra la falsedad y la hipocresía. No las de los demás, sino las nuestras», ha agregado.
En segundo lugar, el Papa ha recalcado la necesidad de la relación con los demás y con Dios frente al yo autosuficiente. «La ceniza que recibimos nos dice que cada presunción de autosuficiencia es falsa y que idolatrar el yo es autodestructivo y nos encierra en la jaula de la soledad. […] La Cuaresma es el tiempo favorable para reavivar nuestras relaciones con Dios y los demás».
Para llevar a cabo esta tarea, la Iglesia pone a disposición de todos las vías de la oración, la limosna y el ayuno, que, según Francisco, no pueden ser solo ritos exteriores, sino «gestos de renovación del corazón». «La limosna no es un gesto rápido para limpiarse la conciencia, sino tocar con las propias manos y con las propias lágrimas el sufrimiento de los pobres. La oración no es ritualidad, sino diálogo de verdad y amor con el Padre. El ayuno no es un simple sacrificio, sino un gesto fuerte para recordarle a nuestro corazón qué es lo que permanece y qué es lo pasajero», ha subrayado.
A modo de resumen, ha vuelvo insistir, al final de su intervención, en la idea de que los 40 días de Cuaresma son días propicios para recordar que «el mundo no se cierra en los estrechos límites de nuestras necesidades personales y redescubrir la alegría», para «dar a Dios la primacía de nuestra vida» y para frenar «la dictadura de las agendas siempre llenas de cosas por hacer y de elegir lo que de verdad importa». «No desperdiciemos este tiempo santo. Respondamos con generosidad a las llamadas fuertes de la Cuaresma», ha concluido.
Antes de la Misa, que comenzó tras una procesión penitencial en la que participaron cardenales, obispos, religiosos y fieles, Francisco se detuvo en la iglesia de San Anselmo para tener un breve momento de oración en el contexto de las tradicionales estaciones romanas.